ESNOTICIA
Literatura en tiempos de 'peste'
Jaume Oliver Ripoll
Escribió ‘Crónica desordenada de ciudad antigua’ (Pagès) mucho antes de que apareciera el primer caso de coronavirus. ¿Le han sorprendido los paralelismos?
La novela la presentamos en Palma el 13 de noviembre. Es decir, 4 días antes del caso 0 en China. Los paralelismos, muchísimos: la pandemia, el pánico, los aeropuertos vacíos, las medias verdades... Los cercadors de noms trabajan duramente para decir una cosa y la contraria, que nos quedemos en casa pero vayamos a trabajar. Paralelismos también en evidenciar la torpeza del poder. No sólo en España, que ha comprado tests defectuosos. También lo hemos visto en Trump, Boris Johnson o Bolsonaro. Veo paralelismos también en la crueldad de la enfermedad, incluso en el cuadro clínico. También en estos protocolos semisecretos que dicen a partir de qué edad ya no te toca respirador y en aspectos bellos, como que la gente ha ocupado las azoteas para correr, como los gatos-niños de libro. Por no hablar de las imágenes de una Palma sin turistas o una Roma desierta que dibujo a la novela. Los lectores me señalan continuamente similitudes y me preguntan (es bueno no perder el humor) si no me he pasado con la promoción del libro.
Desde el Antiguo Testamento las plagas simbolizan el miedo de la humanidad a desaparecer
El confinamiento de la novela lleva al totalitarismo... ¿Perderemos derechos con esta crisis?
Este es el gran peligro. Y podemos ver señales por todas partes. Yo las veo en estos generales que, de repente, se han convertido en portavoces. No puedo evitar, y me gustaría mucho equivocarme, ver que los ojos les brillan con una chispa de euforia, como si al fin tuviesen la guerra que han estado esperando toda la vida. Me gustaría que fuera una percepción equivocada, pero no puedo evitar tenerla. La lucha será, cuando todo esto pase, recuperar los derechos que vamos a perder. El miedo es la cadena de transmisión perfecta para perderlos. Durante la crisis económica, transigimos en perder salario, derechos como la negociación colectiva y un largo etc para no perder el trabajo. ¿A qué no estaremos dispuestos a renunciar para tener salud, para poder respirar? El antídoto, creo, es cultura y periodismo.
Como periodista, ¿cómo és la sensación de explicar la historia en directo?
Esta será la gra noticia de nuestra generación. Y, en cierto modo, es apasionante. A mí me toca salir a trabajar presencialmente. Es decir, vivo un confinamiento parcial. Y es un privilegio poder salir a la calle. Nos toca ser los relatores de la devastación, de contar lo que no había pasado nunca antes o que hacía mucho tiempo que no pasaba. La ética y la independencia del periodismo es imprescindible para contar lo que pasa realmente y contrarrestar la avalancha de contrainformación que llega de profetas e iluminados que hablan desde las redes sociales.
El primer apunte del célebre Quadern gris de Josep Pla nos traslada a un tiempo lejano que ahora no lo parece tanto. “Com que hi ha tanta grip, han hagut de clausurar la Universitat. D’ençà d’aquest fet, el meu germà i jo vivim a casa, a Palafrugell, amb la família. Som dos estudiants desvagats”
.
Un siglo
después, quién sabe cuántos universitarios podrían haber empezado de manera muy parecida su propio dietario (o blog) del confinamiento. La Covid-19 ha devuelto clásicos a la actualidad.
A
finales de enero, cuando la epidemia causaba estragos en China pero Europa aún se sentía a salvo, las ventas de La peste, de Albert Camus, se dispararon hasta llegar a las 1.700 copias a la semana. Gallimard cifró el alza de ventas en un 40% ventas. Cuando el virus llegó a Italia, la fiebre Camus también afectó al país. La peste subió de la posición 71 del ranking de ventas de una de las redes de librerías más grandes de italia, la IBS, hasta el tercer puesto. “
L
o peor de la peste no es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”, escribe Camus. Esta novela publicada en 1947
, narra los efectos que una epidemia puede tener en la población a partir de un brote en Orán, cuando Argelia era todavía una colonia francesa. La obra se inspira en la plaga de cólera que padeció esa ciudad en 1849 tras la colonización, aunque está ambientada en el siglo XX. Está considerada una obra fundamental del existencialismo y refleja lo absurdo de las reacciones humanas ante el miedo a lo desconocido.
También hay casos sorprendente actuales. Cuatro días antes de que se diagnosticara el primer caso en China, el periodista de Mallorca Jaume Oliver Ripoll presentó en Palma su primera novela, Crònica desorneda de ciutat antiga. La editorial leridana Pagès publica esta obra de género fantástico que ahora parece premonitoria (ver entrevista). “Te has pasado con la promoción del libro”, bromean algunos lectores. En este libro, tras una lluvia de 114 días todas las infraestructuras quedan afectadas, caen las comunicaciones y los edificios supuran un líquido que extiende el Mal de la Pedra por todo el mundo y obliga a la humanidad a confinarse en unos túneles de vidrio.
El miedo a desaparecer a causa de una epidemia es una constante en la literatura que se remonta al Antiguo Testamento. Dios le da a elegir al rey David entre tres castigos: 7 años de hambruna, 3 meses de guerra o 3 días de peste. A eso equivalen 3 días de plaga: nada menos que a 7 años de hambruna o 3 meses de guerra, lo que da idea del pánico que genera una pandemia como la que ahora padecemos.
El confinamiento saca lo mejor y lo peor del ser humano, y para huir de lo peor, diez personas, tres hombres y siete mujeres, huyen de la peste bubónica que arrasó la Florencia de 1348. Se instalan en una casa de campo y narran cien historias en las que se ensalza la inteligencia, la vitalidad y el instinto sexual, esto es, lo mejor de la vida que la peste negra quiere aniquilar. Esto es lo que se cuenta en Decamerón, la obra escrita entre 1351 y 1353 por Giovanni Boccaccio. Una apoximación muy distinta es la de Daniel Defoe, quien en su Diario de un año de la peste intenta reflejar cómo se vivió la epidemia en Londres en 1665. El autor de Robinson Crusoe lo hace con un espíritu objetivo, casi de historiador o de periodista. Brilla con luz propia The Last Man de Mary Shelley, una novela apocalíptica de ciencia ficción en la que la autora de Frankenstein narra un mundo futurista que ha sido arrasado por una epidemia.
Gabriel García Márquez se acercó al mundo de las plagas en su novela El amor en los tiempos del cólera (1985), aunque la novela del Nobel colombiano habla mucho más del amor que de la epidemia. El también Nobel José Saramago relata una epidemia muy especial en su novela Ensayo sobre la ceguera, (1995). Un hombre se queda ciego cuando está esperando un semáforo y a partir de aquí una epidemia de ceguera azota a todo el mundo. Esta circunstancia permite revelar hasta qué punto la lucha por la supervivencia que comporta toda pandemia saca los peores atributos de la condición humana. “Creo que no nos quedamos ciegos; creo que estamos ciegos. Ciegos que ven; ciegos que, viendo, no ven”.
Algunas películas en las que la realidad supera la ficción La Covid-19 ha coincidido con la emisión en Movistar+ de la serie de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos La peste, inspirada en la obra homónima de Albert Camus. En tiempos de confinamiento, hay películas que parecen inspiradas en hechos reales, como Contagio, en la que un nuevo virus muy contagioso que surge en Hong Kong se entiende por todo el mundo. Esta película, protagonizada por Matt Damon, Jude Law, Kate Winslet y Gwyneth Paltrow, entre otros, se ha convertido en una de las más vistas durante la pandemia por las coincidencias con la situación actual. Estallido, con Dustin Hoffman, Rene Russo y Morgan Freeman, también parece ahora premonitorio. Otros films de éxito que hoy se miran con otros ojos son 12 monos, con Brad Pitt y Bruce Willis o Soy leyenda, protagonizada por Will Smith.