Benet, cien años de un “guerrillero”

La pandemia ha obligado a Cervera a suspender el acto de conmemoración del centenario del nacimiento del político, abogado e historiador Josep Benet (1920-2008). Con todo, el alcalde, Ramon Augé, aseguró que queda pendiente instalar una placa en la casa de la calle Major donde nació, y dedicarle también en septiembre la semana cultural Isagoge. Por su parte, Omnium Cultural Urgell Segarra impulsa también diversos actos de homenaje.

La aparente fragilidad física que nos viene a la mente cuando recordamos Josep Benet choca frontalmente con la realidad de este hombre que nació y vivió al límite. Se forjó en ello desde su nacimiento. Así, a pesar de estar emparentado con las familias más notables de Cervera (Camps, Duran), la pobreza y una desestructurada situación familiar le obligó con solo 2 años a tener que ir a vivir a casa de unos tíos en Sant Andreu Arenal (Barcelona). Volvió a Cervera a los 5 años. Sin embargo, sus padres se separaron definitivamente un año más tarde. De hecho, a su padre no lo vería mucho más. Durante un año encontró refugio en el edificio universitario. Allí, los monjes claretianos le brindaron las primeras clases. A los 7 años conseguió ingresar más por su naciente capacidad de trabajo que por su solfeo en la Escolania de Montserrat. Este hecho marcó su vida y trayectoria como cristiano y catalanista. Entre otros, en 1947 fue impulsor del acto de entronización de la Virgen, consiguiendo burlar al régimen fascista y diseñando un acto catalanista en el que se predicó por primera vez la reconciliación de los catalanes después de la guerra. Le costó un buen tirón de orejas. Fue también fundador de la revista Serra d’Or. De su primera etapa recordó con amargura el día de su primera comunión en la iglesia de Sant Antoni de Cervera. Era un 8 de septiembre de 1927, con sus padres separados y los tres hermanos, él era el mayor, distribuidos entre parientes. La describrió así: ‘Solo, sin solemnidad, sin vestido nuevo, ni recibir ningún regalo, ni poder invitar a mis primos y amigos’. El 20 de octubre entró en la Escolania de Montserrat donde permaneció hasta el 9 de septiembre de 1934. Al salir, para financiarse los estudios en Barcelona, consiguió entrar a servir como criado en una residencia de estudiantes. Allí se enteró en enero de 1935 de la muerte de su hermano pequeño, y poco después, por el periódico, de que su padre había sido asesinado por un alguacil fascista. A los 18 años era llamado a filas con la Quinta del Biberó.

Josep Benet pasó toda su vida en Barcelona pero siempre reivindicó sus raíces en la Segarra

Tras la guerra, este hombre que admitía que nunca consiguió superar la timidez, decidió dedicar su vida a “luchar por que Catalunya fuera un país normal”, su frase preferida. Su estilo lo definió el escritor y político burgalés Dionisio Ridruejo como de “guerrillero”. A Benet le gustaba compararse con un antepasado suyo de Mafet (Urgell) que dirigía combates en forma de pelotones. Explicaba: “Tenía tres o cuatro pelotones fieles... con uno de ellos hacía una emboscada, y tras vencer al enemigo, se trasladaba a otro punto lejano donde tenía otro pelotón y volvía a atacar al enemigo, lo desorientaba, lo ganaba. En los años de lucha contra el régimen franquista, muchas veces actué de tal forma que podía pensar que me inspiraba en la manera de hacer de mi antepasado guerrillero”.

Entre sus reconocimientos, en 1996 recibió el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes y en el año 2000, la Medalla d’Or de la Generalitat. Antes, el 30 de abril de 1991, en el último mandato de su amigo y compañero de quinta Joan Salat, fue nombrado hijo predilecto de Cervera. Cabe destacar también que en las elecciones generales de 1977 fue, con 1,3 millones de votos, el senador con más sufragios de la historia de España.

Josep Benet vivió en Barcelona pero reivindicaba sus raíces. Su volumen de memorias lo abre diciendo: ‘El 14 d’abril de 1920 vaig néixer a Cervera, al carrer Major, número 97. Sóc, doncs, cerverí i, per tant, segarrenc’. Y cierra así el capítulo: ‘La meva identitat barcelonina no m’ha impedit mai de sentir-me, alhora, un cerverí, un català de la terra ferma i dura de la Segarra. Perquè em sento cerverí i segarrenc, vaig sentir una gran alegria quan em fou concedit l’alt honor de ser nomenat fill il·lustre de la meva ciutat nadiua, el 30 d’abril de 1991, per la Paeria de Cervera’.