ENTREVISTA MEMORIAS
Antoni Gelonch: «La salida del franquismo fue más complicada en Lleida»
En 2018 y con sesenta años cumplidos, el leridano Antoni Gelonch presentó su primer libro y advirtió que tenía unos cuantos en el cajón. El miércoles presenta el séptimo, Quan érem lleidatans, el primer volumen de sus memorias. Abogado y farmacéutico, ha tenido una vida intensa. Fue el miembro más joven de la Comisión Gestora de la que nacería la UdL, responsable de la reordenación de Salut Pública, alto directivo de multinacionales farmacéuticas... Además, tiene una de las colecciones de grabados más importantes de Europa.
Siete libros en menos de tres años. Está claro que tenía cosas que decir. ¿Por qué esperó tanto?
Porque la elaboración de un libro requiere tiempo, calma y páginas vividas y yo, hasta hace tres años, no tuve calma ni tiempo. Quan érem lleidatans es el primer volumen de una trilogía en la que intento explicarme a mí mismo.
También explica cómo era la Lleida de su infancia y adolescencia.
Después de la guerra Lleida era una ciudad desballestada. Como dice Francesc Porta, la sociedad leridana era un rebaño sin pastor.
Por las páginas de Quan érem lleidatans desfilan paracaidistas, falangistas... No maquilla nada, pone nombres y apellidos, pero no carga las tintas.
Un escritor, a mi modo de ver, tiene que proponer herramientas para que el lector se haga una composición de lugar. No me gustan los autores que no tratan a los lectores como adultos. Me posiciono, es obvio, pero trato de comprender por qué algunos hicieron lo que hicieron. Y eso no significa que lo justifique, ni mucho menos, pero trato de entenderlo, de buscar los matices que hay entre el blanco y el negro. En 1939 todas la familias de Lleida estaban de luto y se habilitaron cuatro cárceles porque había tantos prisioneros que no cabían en una. La sociedad estaba traumatizada y se escondió todo este dolor bajo la alfombra. Por eso la salida del franquismo fue más complicada en Lleida que en otros lugares. Ya fuera desde la Seu Vella o desde Gardeny, siempre nos sentíamos vigilados por los militares. El gobernador civil ejercía la represión política y el obispo Aurelio del Pino, la moral.
Y llegaron los paracaidistas.
Toda la clase dirigente de los años treinta estaba represaliada o en el exilio. El poder se lo repartieron los saltimbanquis locales que se adhirieron al nuevo régimen y los paracaidistas, como se conocían los funcionarios franquistas venidos de fuera para conquistar un terreno del que sabían poco y querían menos. Tenían una mentalidad imperial y recordaban constantemente a quienes habían perdido la guerra que eran los perdedores. Había constantes proclamas, desfiles... pero no lograron arraigar en la sociedad. De hecho, solo un 2% se apuntó a Falange.
Es en este contexto que nace el Caliu Ilerdenc.
Hasta cierto punto, el Caliu Ilerdenc es una reacción contra el paracaidismo. Llega un momento en el que todos los puestos de poder los ocupan cargos venidos de fuera y ellos, que son franquistas, se postulan para que también les toque algo en el reparto del pastel. Y así es como el movimiento que encabezó Eduardo Aunós se convirtió en un fenómeno que acabó copando el 40% de los cargos. Estaban en todas partes: en el Colegio de Médicos, en las cofradías de Semana Santa y, por supuesto, en la Diputación y la Paeria. Eran como una tela de araña que cubrió toda la ciudad. Francisco Pons fue, en 1957, el primer alcalde que no era de Caliu. Eso sí, era camisa vieja, falangista.
En su libro describe una ciudad que se parece mucho a un pueblo.
Mi padre siempre decía que Lleida era un pueblo con gobernador civil. Un pueblo con poquísima vida cultural y una estamentación muy clara.
¿Ha cambiado?
Tendría que vivir en Lleida para contestar. Visto desde la distancia, se ha transformado, ha crecido... Pero sigue desarticulada. Le falta imagen de marca y un objetivo de ciudad a medio y largo plazo. Pongo un ejemplo de un campo que conozco: los museos. Hay un exceso de oferta que habría que planificar mejor. Aunque esto no es un mal exclusivo de Lleida. En este país los grandes artistas en vez de donar obra a museos ya existentes crean sus propias fundaciones y luego necesitan recursos públicos para mantenerlas.Hay muchos debates pendientes. Para empezar, ¿Lleida quiere ser una ciudad de servicios, industrial, logística? Cuando no se tienen claros los objetivos se hacen disparates como bautizar la estación de trenes como Lleida-Pirineus. Eso no lo puedo entender. ¡El Pirineo está a 160 kilómetros! También creo que la universidad tendría que jugar un papel que a mi entender no juega. Lo mismo que la Cámara de Comercio o los colegios profesionales.
Dice que ha escrito este libro para explicarse. ¿También para explicar Lleida?
Lleida es muy desconocida y solo se fomentan los tópicos, aunque esto es culpa nuestra, porque los hemos alimentado.
Y se ha desnudado.
No tanto como parece. Si tenía que escribir sobre mí, quería hacerlo con profundidad, porque con solo unas pinceladas no consigues que se vea un cuadro.
La pandemia obliga a multiplicar las presentaciones El periodista Francesc Canosa presentará el próximo miércoles en el salón de plenos de la Paeria el libro Quan érem lleidatans. “Solo tenía previsto hacer una presentación en Lleida, pero las limitaciones de público me han animado a programar otra el día 16 en la librería Caselles con la historiadora Antonieta Jarne”. Ona Llibres de Barcelona también acogerá una presentación el día 3 de diciembre a cargo de Tatxo Benet.