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PATRIMONIO INVESTIGACIÓN

De Génova a la Seu Vella

Del sepulcro solo queda la urna, conservada en su emplazamiento original.

Del sepulcro solo queda la urna, conservada en su emplazamiento original.

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Cuando en 2003 se conmemoró el 800 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Seu Vella, la exposición L’esplendor retrobada mostró en su emplazamiento original algunas de las obras que pertenecieron a la antigua catedral de Lleida y que ahora están dispersas por todo el mundo. Aunque se mostraba solo una pequeña parte de los tesoros del monumento más emblemático de Lleida, se hacía evidente la tragedia que supuso que Felipe V cerrara al culto la Seu Vella para convertirla en un insólito cuartel militar. La decisión del primer rey Borbón tuvo unas consecuencias desastrosas para el patrimonio y ahora para recomponer la historia de la Seu Vella hay que montar un gran puzle del que faltan muchas piezas.

Àngel Campos-Perales, historiador del arte de la Universitat de València, ha localizado en un archivo de Génova un documento que detalla cómo era el lujoso sepulcro de los primeros marqueses de Aitona que se encargó en 1606 para la capilla de Montcada, una de las más espectaculares del templo. De este sepulcro de mármol solo se conserva parte de la urna, pero un dibujo adjunto al contrato detalla con preciosismo cada detalle de la pieza. El escultor Gio.

Maria Augustallo recibió el encargo para ejecutar la obra el 21 de octubre de 1606. Gastó de Montcada, segundo marqués de Aitona, fue el promotor del proyecto a través de Juan Vivas de Cañamás, embajador del rey Felipe III en Génova. Este monumento funerario, explica Campos-Perales, sirvió de sepulcro a los padres de Gastó de Montcada, los primeros marqueses de Aitona: Francesc de Montcada, virrey de València en tiempos de Felipe II, i Lucrècia Gralla Desplà i de Montcada.

“Es una obra excepcional”, dice este investigador de la Universitat de València. En el Archivio di Stato di Genova, donde se conserva el dibujo del monumento funerario, no tenían identificada la pieza, pero la investigación de Campos-Perales ha permitido completar el rompecabezas. “Sería bonito que junto a la parte que se conserva en la Seu Vella se pudiera ver una reproducción del diseño, que da idea de la majestuosidad de la obra”, dice.

De hecho, la capilla de Montcada o de Sant Pere era una de las más importantes de la antigua catedral de Lleida. Francesc de Montcada falleció siendo virrey de València y en su último testamento, redactado el 10 de noviembre de 1594, cuatro días antes de su muerte, pide recibir sepultura “en la capella dita dels Moncades sots invocació del benaventurat sant Pere apòstol, situada en la Seu de la ciutat de Leyda del Principat de Catalunya” cuando lo decida su esposa y, mientras, “sia depositat en lo monestir de Nostra Senyora del Remey d’aquesta ciutat” (València). La marquesa de Aitona, Lucrècia, falleció el 21 de enero de 1605, cuando tenía 74 años.

Poco después, su hijo Gastó encargó el monumento funerario a través del embajador Juan Vivas de Cañamás. “Tuvo un papel extraordinario como mediador artístico entre Génova y el Regne de València, sobre todo por lo que atañe a la llegada de mármoles genoveses a su tierra natal”, subraya Campos-Perales. En este caso, aunque la pieza fue encargada para el virrey de València, la obra fue a parar a Lleida, como había dejado establecido Francesc de Moncada en su testamento.¿Qué pasó con esta pieza excepcional? “No se sabe, pero podría haber acabado en colecciones particulares”.

Una de las capillas más importantes de la antigua catedral

Ot de Montcada, conocido como Ot el Vell, fundó la capilla en 1328 como panteón dinástico para el poderoso linaje de los Montcada. Se dedicó a la advocación de Sant Pere y era una de las más lujosas de la antigua catedral de Lleida. Se conservan fragmentos de algunas de las sepulturas.

De la de los marqueses de Aitona se ha perdido la tapa escultórica, así como las patas, que originalmente estaban decoradas como garras de león.

Del sepulcro solo queda la urna, conservada en su emplazamiento original.

Del sepulcro solo queda la urna, conservada en su emplazamiento original.

Del sepulcro solo queda la urna, conservada en su emplazamiento original.

Del sepulcro solo queda la urna, conservada en su emplazamiento original.

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