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Josep Vallverdú: «Mi error más bestia es no haber tenido nunca un agente literario»

Josep Vallverdú ha demostrado a lo largo de su vida que profesa una auténtica pasión por la escritura, pero tiene una afición ‘desconocida’, el dibujo.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

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Josep Vallverdú ha demostrado a lo largo de su vida que profesa una auténtica pasión por la escritura, pero tiene una afición ‘desconocida’, el dibujo. Hace tres semanas, un dibujo suyo de una traviesa lagartija se convirtió en las manos del herrero Joan Jové en la nueva obra de arte de la Vinya dels Artistes del Mas Blanch i Jové de La Pobla de Cérvoles. Junto a la Llanga, fluyó esta conversación con el escritor centenario.

¿Por qué un día decidió escribir?

Aún era un niño, pero en seguida vi que me gustaban las palabras, que también podía jugar con las palabras y las frases: ‘coger’ el tren o ‘tomar’ el tren. Cuando tenía 12 años comencé a escribir de forma paralela a los estudios. Ya se insinuaba entonces mi afición literaria porque me gustaba mucho escribir. Y no eran la típica redacción escolar sino textos literarios. Me gustaba que la gente de mi entorno los leyera. De hecho, nunca en mi vida he entendido la literatura para uno mismo.

Un deseo incipiente, pues, de inmortalidad, de dejar escritos para la posteridad.

No se trata de inmortalidad, pues creo que lo que he escrito lo he hecho solo de cara a la gente de mi generación. Claro que después también ha quedado un pósito de obras que se conservan en el tiempo, pero otras se han evaporado con el paso de los años.

¿Se acuerda del primer libro?

Se titulaba El teatro en la antigüedad. Ya hacía un par de años que había acabado la carrera de Filosofía y Letras. El libro era un pequeño manual que publicó Seix Barral en 1949 en el que ofrecía una descripción con ejemplos de la historia del teatro grecolatino en su forma física, o sea, en sus diversos escenarios.

Y ya no paró de publicar.

En 1951 comencé con las traducciones. En 1954 gané en Alcoi un premio estatal de novela juvenil dotado con 20.000 pesetas de la época. Entonces me dije que si he ganado este premio es que no puede ser que lo haga mal. O sea, que iba por buen camino. Y en 1960 la editorial Arimany me publicó El venedor de peixos, la primera novela juvenil en catalán que salió en Catalunya.

¿Se imaginó entonces que escribiría tantos libros?

Tenía el motor en marcha y ya no paré de escribir. La verdad es que nunca he calculado el número de títulos.

Pues ya ha superado los 300 entre originales y traducciones. ¿Cómo se escriben tantos libros?

¡Escribiendo cada día! Siempre lo he dicho, la constancia diaria no falla. Recuerdo que, para algunas novelas, me ponía a escribir y no paraba hasta que acababa la última página. Cuando vivía en Puiggròs, en los años setenta, llegué a tener dos máquinas de escribir una al lado de la otra, siempre ‘cargadas’ de papel. Una para la producción literaria y otra para la traducción.

Antes de regresar a Ponent, vivió unos años en Sant Feliu de Guíxols, desde 1949 hasta mediados los 50, que le marcaron.

Sí, sí… Y eso que de Sant Feliu de Guíxols no sabía ni dónde estaba. Pero fue la época de salir de casa y tener que espabilarme solo. Allí dirigí una academia y después entré en las oficinas de una fábrica de exportación de corcho, con mi primer salario fijo. En Sant Feliu vi la llegada del turismo internacional. Era un lugar con muchas posibilidades profesionales, uno de los lugares que más me gustan de este país. La verdad es que me hubiera quedado a vivir allí, pero las circunstancias familiares me obligaron a regresar a Lleida. Pero bueno, tampoco nunca me he arrepentido del cambio.

En los años 60 casi se convierte en traductor profesional.

Sí, me ofrecí a Edicions 62 y me dieron trabajo inmediatamente. En 1964 publiqué ya con ellos una traducción en la colección policíaca de color amarillo, La cua de palla, en la que estábamos Pedrolo, la Capmany, Folch i Camarasa. Tuvimos que inventarnos un catalán popular de calle porque incluso los niños jugaban en castellano por la influencia de las películas de cowboys. Al mismo tiempo, traducía tratados religiosos para la editorial Herder. ¡Era excelente pasar de la beatitud de Santa Teresa a los tacos que soltaban los gángsters de las novelas! ¡Ah! También los tacos eran diferentes si el personaje de la novela era de Kansas o de Nueva York.

¡Y usted que había estudiado Filosofía y Letras, con el latín y el griego en cabeza!

Sí, resulta una lástima que en la actualidad se esté perdiendo un poco esta carrera. Bueno, quizás no del todo. Ahora hay una corriente académica en Estados Unidos y también en Oriente que vuelve a valorar la cultura clásica. Hay empresas en cuyo think tank cuentan con consultores en letras clásicas porque valoran el hecho de pensar. Aquí parece que haya que primar la ciencia y la técnica y las letras estén en decadencia pero estas te dan la capacidad crítica de pensar, que es muy valiosa.

¿Le sorprendió el éxito de Rovelló y la repercusión que ha tenido este relato infantil?

Fue el tercero o cuarto que escribí y la historia de Rovelló alcanzó la fama de forma muy rápida. Es un fenómeno. Tiene un encanto especial y ya es un clásico de la literatura infantil. También ha sido muy traducido, al francés, italiano, euskera, ruso, coreano..., aunque me faltan idiomas como el inglés y el alemán. Creo que es porque nunca he tenido un agente literario. Este ha sido un error mío muy bestia, porque siempre confiaba en el trabajo de promoción de las editoriales, pero la verdad es que el agente literario es el que mueve la obra.

¿Qué le parece que la Inteligencia Artificial se ponga a escribir?

¡Uf! Hace poco tuve una experiencia impresionante con la IA. Una empresaria me propuso pedirle alguna cosa a su móvil para tratarla con inteligencia artificial. Le pedí un artículo firmado por mí mismo sobre la viña y el vino. A los 8 segundos comenzó a salir un escrito en un catalán perfecto que parecía que lo había escrito yo mismo, con mi vocabulario y mis típicas construcciones de frases. Me quedé de piedra. ¡Esto es peligroso! Hay que ponerle alguna barrera. Yo creo en el esfuerzo de las personas y en la inteligencia de la gente.

¿Apuesta también por el lenguaje inclusivo?

¡Es una barbaridad! Si un cura tiene que decir todo el rato ‘hermanos y hermanas’, ‘fieles y fielas’..., ya no le quedará tiempo para el sermón. Se está haciendo un exceso. Habría suficiente, por ejemplo al final de una argumentación, concluir con un ‘para todos y todas’. La paridad es una tontería. Si una cosa funciona bien con ocho señores y dos señoras, ¿por qué cambiarlo? Es poner el bozal antes que el animal.

Tampoco estará contento con los bajo índices de comprensión lectora entre los escolares catalanes.

Me preocupa. El secreto para hacerlo bien es sencillo: el alumno tiene que leer bien en voz alta las palabras, poco a poco y sin dejarle pasar los errores. Y si no entiende alguna palabra, que la busquen en el diccionario. Yo ya lo hacía a los 9 años.

En clave personal: ¿qué peso tuvo su primera esposa, Isabel Arqué, en su vida y obra?

Un peso enorme. Isabel había estudiado conmigo y entendía todo lo que yo quería abarcar y transmitir en mi obra.

¿Y qué representa ahora su segunda esposa, Antonieta Vilajoliu?

Antonieta es diferente. Es una mujer de una gran sensibilidad artística y con un gusto exquisito.

Y en clave política, ¿cómo vive el procés?

No, no..., he dado un paso al lado en política. Siempre voy a votar y, claro, tengo mis prioridades, pero ya no hablo nunca de política. No quiero ni alegrías ni disgustos.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.

Vallverdú y su esposa, Antonieta, el mes pasado junto a su ‘Llanga’ en la Vinya dels Artistes.JORDI ECHEVARRIA

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