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Antoni Gelonch: «Catalunya no está en decadencia aún, pero no podemos distraernos»

Publica 'Com som els catalans', un ensayo sobre “una sociedad muy diferente a la de hace 20 ó 30 años”

«Catalunya no está en decadencia aún, pero no podemos distraernos» - GERARD HOYAS

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El escritor, activista y mecenas cultural Antoni Gelonch (Lleida, 1956) vuelve a la actualidad literaria con un nuevo libro, Com som els catalans (Viena), en el que ha reunido, reinterpretado y reenfocado el más de medio centenar de artículos que publicó en SEGRE entre enero de 2023 y el pasado mes de abril. Un ‘cóctel’ para reflexionar sobre las formas de la vida catalana actual, que presentará este próximo martes (19.00 h)en la librería Caselles de Lleida, en un acto junto a la directora de SEGRE, Anna Sàez.

En la portada vemos un cubo agujereado del que se escapa el agua. ¿Así estamos?

En Catalunya estamos desguazados y despistados. El cubo representa esto: tenemos el agua, que es la herencia de todo aquello que nos ha conformado como catalanes, pero esta Catalunya es muy diferente a la del siglo XX. De hecho, el conjunto de las sociedades europeas occidentales es muy diferente al de hace 20 ó 30 años. Ahora hay una mezcla significativa de personas de otros horizontes por su origen, religión, pensamiento..., y tenemos que esforzarnos para que todo funcione.

¿Son catalanes todos los que viven y trabajan en Catalunya?

No es suficiente, también hay que tener la voluntad de ser catalán, de formar parte de una comunidad lingüística y cultural de una sociedad occidental. Con derechos, pero también con deberes, algo que a menudo una parte de la población olvida. Tiene que haber una cierta tolerancia, pero no podemos aplicarla a los intolerantes, porque hay personas que, por ejemplo, no respetan los derechos de las mujeres o de las minorías.

¿Se mantienen los tópicos sobre cómo somos los catalanes?

Ahora es difícil establecer un modelo único de catalán. En el libro examino cuatro conceptos de la vida catalana: la continuidad, y ahora no estamos haciendo bien la transición de las tradiciones; la mesura, que la hemos conservado porque el catalán intenta siempre no estirar más el brazo que la manga; el seny, afrontar con perspectiva las acciones futuras, algo que no debe confundirse con el sentido común; y la ironía, que también mantenemos como forma de defendernos para no decir lo que pensamos, pero no se puede caer en el sarcasmo de manera directa.

¿Y lo peor de los catalanes?

Sin duda, el gran pecado de los catalanes es la envidia. Estaría bien que fuéramos más equilibrados, que fuéramos capaces de alegrarnos por el éxito de los otros. Hay una frase tremenda en catalán que demuestra este estado de ánimo, cuando nos cuentan una cosa para valorar y respondemos aquello de que “no n’hi ha per tant!”.

¿Cómo quedarán la cultura y la lengua catalanas?

Hay dos cosas para igualarnos a todos: la lengua y la historia, que deben ser la base común. Hay que hacer todo lo posible para que el catalán sea la lengua de comunicación y hay que potenciarla en la enseñanza porque si no se ve como necesaria, desaparecerá. Sin un estado detrás es muy difícil, pero si tuviéramos un estado tampoco lo tendríamos garantizado.

¿Optimista en el futuro del país?

Soy optimista si trabajamos y dejamos de quejarnos, si somos proactivos, con menos burocracia y más responsabilidad individual. Han habido otros momentos de la historia peores y pudimos superarlos.

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