El trial llega a las escuelas

Los alumnos del colegio Claver tienen durante este curso lectivo la oportunidad de practicar el trial como actividad extraescolar, algo totalmente innovador en el mundo estudiantil y que ha calado hondo entre los más pequeños del centro. Bajo la supervisión del expiloto mundialista Marcel Justribó, una veintena de alumnos desde P4 hasta quinto de Primaria practican esta modalidad motociclista dos días a la semana, un proyecto piloto que el centro escolar no descarta prorrogar. “Al principio era toda una incógnita porque éramos conscientes de que se trataba de una actividad totalmente pionera en el mundo escolar, pero hemos visto que está teniendo mucha aceptación, tanto por parte de los alumnos como de los padres”, apunta Enrique Piqueras, director del proyecto MENOF, que engloba a todas las actividades extraescolares que se hacen en el centro y que cada año cuenta con unas 1.400 inscripciones.

El objetivo de la actividad no es competitivo sino de aprendizaje. “Es un proyecto encaminado a que los niños aprendan a ir en moto, y para ello el trial es perfecto porque no hay velocidad y el riesgo se minimiza. Con ello potenciamos su coordinación, la motricidad y el equilibrio. Intento inculcarles que el objetivo no es competir porque las presiones son absurdas, pretendo que aprendan divirtiéndose”, explica Justribó.

“El objetivo es que los niños aprendan a ir en moto, y para ello el trial es perfecto porque no hay velocidad”

La idea de introducir el trial como actividad estraescolar fue propuesta desde el AMPA del centro, después de que el expiloto hiciera una exhibición para los niños en la fiesta de clausura del curso pasado. “Desde el centro siempre intentamos buscar actividades innovadoras con un perfil que garantice el factor educativo y que ayude a desarrollar las habilidades de los niños. También aprenden a cuidar el entorno, ya que se hace en un espacio del colegio, y a cuidar el material, que son las motos. Además, se lo pasan en grande. Antes de que comience la actividad ya están esperando a subirse la moto”, reconoce Piqueras. “Para ellos es un aliciente y una novedad. Muchas veces tengo que enfadarme porque no hay manera de que dejen las motos al acabar la sesión, pero es gratificante la dedicación que tienen”, añade Justribó.

Algunos de los alumnos han elegido esta actividad incentivados por la afición que hay a las motos en su familia. Es el caso de Joel Vélez. “Mi tío va en moto y a mi también me gusta, me lo paso muy bien y aprendo”, comenta. Su compañero Albert Ruiz es otro futuro motero. “Tengo una moto en casa pero no la puedo usar demasiado. En el colegio puedo practicar y me divierto mucho durante la actividad”, explica.