LO MEJORLO PEOR
Punto a punto
El Lleida encadena su tercer partido sin perder, pero se conforma con un pobre empate sin goles ante un rival directo || A los de Siviero les faltó ambición y acierto para ganar
Cógase a un equipo, el Lleida, en horas bajas y que todavía no ha ganado a domicilio en esta Liga con tres únicos empates en sus salidas. Enfrente, otro equipo, éste en descenso, que aspira al ser el rey del empate con siete igualadas sin goles y que, además es el menos goleado de la Liga, pese estar en posición de descenso y, que encima, es el menos goleador de todo el grupo tercero de la Segunda B. Lo unimos todo y tenemos la explicación de ese triste empate (0-0) que unos y otros brindaron a los escasos aficionados que se acercaron hasta la Ciutat Esportiva de Buñol. Un resultado que, por lo previsible, no hubiese dejado beneficio alguno en cualquier casa de apuestas deportivas.
El Lleida, eso sí, consiguió prolongar a tres su racha de imbatibilidad–la mejor de la temporada–, mantuvo su portería a cero, cosa que sólo había conseguido en otros tres partidos, aunque, en la evidente pero aún insuficiente mejoría, gran parte de la “culpa” se debe, una vez más, a la portentosa actuación de Álvaro Campos que, con tres intervenciones providenciales, frustó la victoria del At. Levante. En el primer tiempo con dos manos salvadoras a tiros de Pepelu (8’) y Ribelles (38’) y, ya en el segundo, deteniendo un cabezazo al central Fran Manzanara (63’), sumado al ataque.
En contra al Lleida le faltó algo más de ambición y, sobre todo, acierto ofensivo para superar a un rival que sufrió mucho cuando el Lleida se hizo con el control del juego –en los diez primeros minutos de cada periodo– y en los que dispuso de las dos únicas ocasiones para superar a un poco exigido Sotres. Casares (4’) mandó un envenenado balón ajustado al palo para que lo despejase el portero local, que envió con apuros a córner un remate de Andriu desde más de 40 metros.
Salvo esas dos acciones aisladas, el Lleida lo basó todo en su sistema defensivo y en su línea de cinco jugadores en el centro del campo, que frenaron a los centrocampistas rivales. El resultado fue un partido trabado. Los dos equipos eran incapaces de aguantar el balón en una jugada larga. Las pérdidas eran constantes y así era imposible dar espectáculo y un mínimo sentido al trato del balón. Tampoco ayudaba el viento –el Levante jugó con él a favor en el primer tiempo– y lo irregular del césped. En cualquier caso, el partido fue malo. Con muchísimo tedio y con enorme respeto –léase miedo a perder– a medida que avanzaba el cronómetro con los dos equipos pensando, quizás con razón, de que aún queda mucha Liga en juego y que un punto siempre es un punto. Y, en cualquier caso, mejor uno que ninguno. Después del cabezazo ya mencionado de Manzanara ya no volvió a pasar nada más digno de mención, salvo un arriesgado despeje de puños de Campos y un medido centro de Quintillà, al que no llegó Casares por poco. El resto del tiempo todo fueron errores en el centro y en la creación, para desespero del personal, que comenzó a desfilar antes del final del partido. Y en el banquillo, recién llegado, el nuevo fichaje, Marc Nierga que no llegó ni a calentar. Lo mejor, un punto para seguir alimentando la esperanza y el cuarto empate fuera de casa.