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Jordi Alba, jugador del Barça y de la selección española, persigue a Cristiano Ronaldo, que ayer anotó tres goles para Portugal.

Jordi Alba, jugador del Barça y de la selección española, persigue a Cristiano Ronaldo, que ayer anotó tres goles para Portugal.EFE

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Tres goles de Cristiano Ronaldo frustraron la remontada de España, que resurgió hasta dos veces contra el actual campeón de Europa y contra sí misma, pero que recibió el 3-3 cuando ya sentía suyo el triunfo.

El empate supo a derrota, porque desde su fútbol y desde una versión convincente había levantado el partido en dos ocasiones, primero tras el 1-0 en el minuto 4 y después tras el 2-1 al borde del descanso, con un fallo incomprensible de de Gea. Pero sobre todo porque quizás mereció más que un solo punto.

El lateral marcó el tercer tanto de la selección después de empalmar un balón desde fuera del área

El delantero del Chelsea marcó un golazo a los 24 minutos tras un pase en profundidad de Busquets

Todo esto después de tres días de agitación, del inesperado cambio de seleccionador, de una crisis y una vorágine de 20 horas entre el martes y el miércoles que desenfocó el partido. Una serie de golpes inasumibles para muchos, más aún dentro de todas esas circunstancias, pero no para el equipo del debutante Fernando Hierro, que se repuso con decisión, que sorteó cada inconveniente hasta el 3-3 final.

No le asustó el 1-0, en un penalti de Nacho sobre Cristiano, que el madridista transformó, ni tampoco la puesta en escena trepidante de Portugal, lanzada al contragolpe, del que no sacó provecho Guedes, primero porque le faltó valentía para medir a Sergio Ramos y después porque no tuvo nada de precisión. Del mal rato surgió la selección española contestataria desde la pelota, desde el movimiento paciente de su mejor virtud, mejorable quizá en la profundidad por momentos, pero la cualidad que le ha dirigido a muchos éxitos. Le señaló a Portugal que había partido con 1-0. Lo marcaba el compás al que se movía ya España, inconformista y ambiciosa ante tal panorama, rebelada contra la adversidad y contra la presión de su rival y rearmada con el 1-1 de Diego Costa, en una jugada que representa milímetro a milímetro al delantero. No había entrado mucho en juego, solo con un lío con la pelota al principio, alguna apertura a la banda y un remate alto. Hasta que un balón largo, de esos que tanto le gustan, al choque con Pepe, le dio la posesión. Se revolvió ante un par de defensas, para un lado, para el otro, encontró el hueco, disparó y empató (1-1). Era el minuto 24 dentro de un partido que era de España, por ritmo, por juego y por ocasiones. Apagado entonces Cristiano y, por extensión, el ataque de Portugal, la selección española disfrutó con una versión muy reconocible, con un trallazo de Isco al larguero, con remates de Jordi Alba e Iniesta.

Todo apuntaba al 1-2 para España al borde del descanso. Y pasó todo lo contrario, indiscutiblemente más por demérito de De Gea, incapaz de agarrar un balón fácil, raso, a sus manos, mal puestas y directas a su propia portería, que por mérito de Cristiano Ronaldo, que encontró un gol en un tiro del que nunca intuyó recompensa (2-1).Otro palo para España, camino del vestuario, de nuevo incrédulo ante un gol inimaginable en un guardameta de tal nivel, de nuevo ante otra competición contra sí mismo, consciente de que el marcador era adverso por dos situaciones más que evitables, por sus errores, por dos regalos, no por los aciertos rivales ni de Cristiano Ronaldo.

También era otra prueba para España, que superó de nuevo. Primero con el 2-2, otra vez de Diego Costa, atento para remachar a la red un toque de cabeza de Sergio Busquets en una acción a balón parado botada por Silva. Después con el 2-3, un golazo imparable de volea de Nacho. Tan imparable como lo fue la reacción del equipo, que puso bajo su control el partido un rato, con la certeza que le aportó y le aporta siempre la posesión de la pelota, pero con el riesgo de una falta al borde del área a tres minutos del final. Ahí tomó carrera Cristiano para el empate, un derechazo directo a la cara de España (3-3).

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