Marquezmanía

Cervera se rindió ayer a su vecino más famoso, Marc Màrquez, en la fiesta de celebración por su séptimo Mundial, el quinto en MotoGP. Unas 10.000 personas, según fuentes de alcaldía, se desplazaron hasta la capital de la Segarra para mostrar el apoyo a su ídolo, que tiñeron las calles y las plazas de color rojo. Comercios y establecimientos de hostelería consultados por SEGRE definieron la fiesta como el ‘Petit Aquelarre’.

Antes de arrancar la rúa, el acto central de la jornada, Marc se sometió a las preguntas de los periodistas en el Paranimf de la Universitat de Cervera, en la que repasó la temporada, que acabará el domingo en Cheste con otro título, el séptimo de su carrera y que, según explicó, celebra como el primero. “Es un sueño del que hay que disfrutar porque algún día se va a acabar. Los títulos son la gasolina que pide y necesita mi cuerpo para seguir evolucionando y empujando, y este Mundial lo vivo como si fuera el primero”, afirmó el leridano, que se propuso otro gran reto para el año que viene: acabar todas las carreras en el podio, además, claro está, de ganar la octava corona. “Era el objetivo de este año, pero no lo he podido conseguir, pero siempre me lo planteo”, anunció.

También habló del futuro y dijo que, de momento, no tiene pensado moverse de Honda. “De pequeñito veía a mis ídolos y mi sueño era estar en el equipo Repsol Honda, y ahora lo estoy viviendo y todo va bien. ¿Por qué moverte si las cosas van bien? Luego en el futuro nunca se sabe, porque igual necesito una motivación extra o un cambio de aires. Ahora, si me lo preguntáis, quiero quedarme toda mi carrera en Honda, luego la vida da muchas vueltas”, dijo.

Después de hablar con los medios, Marc se dirigió hacia la puerta de la Universitat para salir a bordo del camión del Fan Club, junto a todo su equipo y su hermano Àlex para iniciar la rúa ante cientos de aficionados que hacía varias horas que esperaban, algunos más de cuatro, para poder gozar del espectáculo desde primera fila.

Con una plaza abarrotada de gente y tal como estaba programado, a las 19 horas se abrieron las puertas de la Universitat y el sonido de los tambores del grupo de percusión local Bombollers marcó el inicio de la rúa, seguido del esperado camión con un Marc sonriente y saludando a todos sus fans. A su paso se escuchó el rugido de las 130 motos que se encontraban aparcadas en la plaza. Las nuevas medidas de seguridad funcionaron y la rúa avanzó rápido. Entre los lemas más escuchados resonó el habitual ‘campeones, campeones’ y, como ya es tradición, a su paso por la pulpería de la plaza de Sant Miquel, Marc y todo su equipo no pararon de gritar: “¡Una de pulpo!”, y su deseo fue satisfecho.

Este año Marc se bajó del camión en un par de ocasiones, al inicio de la rúa para mostrar su agradecimiento a los moteros, y frente la tienda del Fan Club, donde bailó junto a su madre y los Bombollers. Al llegar a la plaza Pius XII, donde estaba el escenario, Marc agradeció tener “una familia en casa y en el circuito”, y se comprometió a “dejarme la piel para poder estar aquí el año que viene”. Dijo que había sido “constante con velocidad” y desveló que el hombro que le operarán en diciembre “se me ha salido 7 u 8 veces este año, pero lo escondía para no dar pistas a los rivales”, dijo entre risas. Sus padres, Julià y Roser, lo calificaron de “extraordinario” y su abuelo Ramon vaticinó un doblete para 2019, en referencia al título de Àlex en Moto 2, al tiempo que reveló que sufre mucho con Marc. “Le digo: ‘Niño, no entres en la pelea’, pero no me hace caso”. La fiesta concluyó con la presentación de su equipo y fuegos artificiales.