LOS DETALLES
Messi dicta sentencia
De nuevo Leo Messi. El astro argentino surgió al rescate del Barça para doblegar al Atlético de Madrid y devolverlo al liderato en el Wanda Metropolitano, escenario de un duelo competido que resolvió el de siempre con la indispensable colaboración antes de Ter Stegen. De las paradas del meta alemán en el primer tiempo al gol definitivo, otro más, del argentino, el factor que desbordó un combate intenso, que pudo ganar cualquiera, pero que ganó Messi, con una pared con Luis Suárez y un certero zurdazo, de manual, que fue inalcanzable para Jan Oblak cuando el choque apuntaba al 0-0.
Treinta goles le ha marcado ya el ‘10’ azulgrana al Atlético, que se aleja de la Liga en el partido en el que había reconstruido una versión más que reconocible, consciente de que no había margen para el conformismo. Le presionó al Barça la salida de la pelota, se la arrebató con cierta premura en unas cuantas ocasiones y le propuso un jeroglífico inicial que el equipo azulgrana no acertó a controlar. Para entonces, con Júnior desbordado por la izquierda, el Barça había sobrevivido entre el poste y, otra vez, Ter Stegen. El palo repelió la primera ocasión, en un centro de Mario Hermoso que tomó camino a la portería por el despeje fallido de Júnior, y en la segunda, el portero surgió con otra parada increíble con el talón cuando el remate también de Hermoso parecía gol.
Fue crucial para sostener al Barça en un momento más que comprometido, del que salió de repente, casi sin intuirlo, en una acción que Rakitic pudo haber marcado. Fue un punto de inflexión. Ya no se sintió el Atlético tan certero con su plan. Ni táctica ni ofensivamente. Y el Barça recuperó algo de su figura con la posesión, pero también con la profundidad, de las apariciones de Messi y del reencuentro con el remate: Luis Suárez voleó fuera primero y Piqué cabeceó al larguero después.
Y, entre medias, Ter Stegen lo salvó otra vez, a un testarazo de Morata. Su intervención, de nuevo decisiva, reafirmó unos reflejos al alcance de muy pocos, de casi nadie, cuando el partido era un vaivén sin ninguna certeza y cuando Griezmann, abroncado cada vez que contactaba con la pelota, pasaba inadvertido.
En la segunda mitad, la posesión y las ocasiones, aún esporádicas, eran del Barça; y la resistencia del Atlético, ya más incrustado atrás. Lo intentó Messi y lo paró Oblak, con más apuros de los que le proponía el tiro del argentino. También atajó un contragolpe del uruguayo.
Más expuesto el Atlético y más ofensivo el Barcelona, el partido había cambiado. Simeone recurrió a Vitolo, pero reemplazó a Joao Félix, cuando el encuentro y la amarilla de Correa presuponían otra elección. El técnico recibió pitos del público, que estalló de verdad cuando Mateu Lahoz entendió que una falta de Piqué con pinta de amarilla –ya tenía una– no merecía tal sanción. Luego, quizá, compensó cuando no amonestó a Vitolo por una entrada sobre el azulgrana, que tuvo que dejar el campo lesionado. Aún quedaba un cuarto de hora. Un mundo en un partido que podía ganar cualquiera. Lo demostró de nuevo con otra ocasión de Morata, a punto del 1-0, cuando ya todo se movía en el filo de un error o de un acierto. Y no hay nadie que acierte más en el fútbol mundial que Messi, que conectó con Luis Suárez en la pared y definió el choque, como tantas y tantas veces. Es el líder del Barça y de la Liga.