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Aleix Porras, ayer cerca de la estación de autobuses donde repartió las mascarillas.

Aleix Porras, ayer cerca de la estación de autobuses donde repartió las mascarillas.MAITE MONNÉ

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El leridano Aleix Porras Cantons, uno de los mejores jóvenes del atletismo español, se organiza entre sus estudios online de administración de empresas en la UCAM de Murcia, los entrenamientos en el jardín de su casa en Alpicat debido al confinamiento, sus actos solidarios que le han llevado hasta Nepal y voluntariado en la Cruz Roja. Ayer, en la llegada del primer envío de mascarillas por parte del gobierno español, se levantó a las cinco de la mañana para repartirlas entre las 6.00 y las 10.00 en la estación de autobuses que, junto a la de Renfe, fueron los dos puntos de entrega. “Desde muy joven me ha gustado ayudar en proyectos sociales. Ayudar a las personas que lo necesitan es muy satisfactorio. Es algo íntimo que te reconforta más que cualquier medalla. Ante esta situación tan surrealista que nos toca vivir todo lo que no sea cuidar de la salud pasa a un segundo plano”, explica Aleix.

El atleta leridano, que fue recordman juvenil europeo de 400 metros vallas, reflexiona sobre el entorno que suele ver en su labor de voluntariado. “Hay familias e incluso chicos como yo, de 20 años, que viven al día y sucede aquí en Lleida. El virus no tiene miramientos de lugares ni clases sociales, pero la gente más vulnerable está mucho más expuesta”, señala Aleix, que dedica tres días a la semana a repartir comida a las personas sin techo de la ciudad. Todo ello siguiendo unas medidas higiénicas muy estrictas: “Tenemos guantes, mascarillas, geles antisépticos y toallitas húmedas para limpiar los bolígrafos. Estamos siempre limpiándolo todo”, subraya.

“Reconforta más que una medalla”, dice Aleix, que da clases a internos de la cárcel y niños de primera acogida

Desde hace casi dos años va todos los martes a practicar ejercicio físico con los internos que quieren hacer deporte de forma voluntaria en el centro penitenciario de Ponent, labor que ha visto interrumpida por el confinamiento. Y también desde hace dos años se dedica a enseñar castellano a niños inmigrantes de primera acogida en la Cruz Roja.

El verano de 2018 pasó sus vacaciones dio dando clases de inglés a niños de 4 a 14 años en un monasterio budista de Katmandú, en Nepal. Y planea en septiembre ir a Senegal y de ahí cruzar a Gambia para otro proyecto solidario.

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