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PARECE QUE FUE AYER

35 años de “A la ville de... Barcelona”

Juan Antonio Samaranch haciendo oficial el sueño.

Juan Antonio Samaranch haciendo oficial el sueño.SEGRE

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Próximamente van a cumplirse los 35 años de la efeméride. Exactamente a las 13.30 del 17 de octubre de 1986, Juan Antonio Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, abrió el sobre que contenía el nombre de la sede de los XXV Juegos Olímpicos y pronunció una frase para la historia: “A la ville de... Barcelona”.

Barcelona siempre fue favorita de cara a la 91 Sesión del Comité Olímpico Internacional, que se celebraba en el Palois Beaulieu de Lausana, aunque los responsables de la candidatura no acababan de fiarse después de haber fracasado en los intentos anteriores de 1924, 1928, 1936 - Berlín se la arrebató y la Guerra Civil truncó la innovadora Olimpiada Popular -  1940 y 1972. París, la otra gran candidata, daba respeto con la maquinaria de la “grandeur” francesa capitalizada por Jacques Chirac.

El sueño olímpico comenzó a forjarse inmediatamente después del 3 de abril de 1979, fecha de la celebración de las primeras elecciones municipales de la democracia. El triunfo socialista en Barcelona, con Narcís Serra como alcalde, unido al posterior, ya en 1982, con Felipe González como inquilino en la Moncloa, provocó un entendimiento total entre todas las administraciones (estatal, autonómica y municipal) en la que jugó también un papel relevante la Casa Real.

En el pleno municipal del 30 de junio de 1981, Narcís Serra –que tras ser nombrado ministro fue sustituido por Pasqual Maragall–, se aprobó por unanimidad la presentación de una candidatura para los Juegos de 1992. El Mundial del 82, pese al fiasco de la selección española, dejó buenas sensaciones a los organizadores que, en un hecho que actualmente sería imposible de conseguir, trabajaron unidos y sin fisuras, persiguiendo un único objetivo.

A través del Comité Organizador Olímpico de Barcelona 92 (COOB92) se canalizaron todos los esfuerzos, hasta elaborar un programa, con todas las innovaciones tecnológicas de la época, que rompieron moldes ante las presentaciones más clásicas y tradicionales de el resto de candidaturas: París, Brisbane, Birmingham, Belgrado y Amsterdam.

Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, se implicó personalmente en el proyecto moviendo hilos e influencias para que Barcelona 92 fuese una realidad.

Convencidos de que económicamente sería un éxito, pese al fracaso de Montreal 76, y de que los JJOO pondrían a Barcelona en el mundo, se planificó de manera paralela una profunda transformación de la ciudad. De entrada, se abrió al mar, superando la teóricamente invencible vía férrea que ejercía de insuperable frontera; se mejoró la circulación con las dos rondas (la del Litoral y la de Dalt), se cambió la cara a la Barceloneta suprimiendo los tradicionales chiringuitos y creando el Paseo Marítimo, se recuperaron edificios emblemáticos y se diseñó un Anillo Olímpica con el Estadio de Montjuïc, recuperando también la montaña para la ciudad, y el Palau Sant Jordi y la Villa Olímpica del Poble Nou.

Confirmada ya la candidatura de Barcelona tras una primera sesión del COI en 1985 y la entrega del dossier final de 1.200 páginas (el 28 de febrero de 1986), la dirección de SEGRE decidió que había que estar presentes en Lausana.

Y para allá que nos fuimos, en el Citroën GS de Jesús Bartolomé, representante territorial de Deportes de la Generalitat en Lleida; Pere Miró, ahora director general adjunto del Comité Olímpico Internacional (COI) y por aquel entonces director del recién creado INEF Lleida y el arriba firmante. La presencia de SEGRE, que también siguió en 1992 el día a día de los Juegos desde la Villa de Prensa de la Vall d’Hebron (edificio 3-B, séptima planta, apartamento 22) estaba justificada.

No solo por si Barcelona tenía o no éxito, si no porque, en caso de tenerlo, La Seu d’Urgell también alcanzaría el estatus de subsede olímpica.

Y allí, en el Palais de Beaulieu, también estaba una amplia representación de la capital del Alt Urgell encabezada por su alcalde, Joan Ganyet. Durante los próximos años, con el compañero Lleonard Delshams, nos convertiríamos en unos asiduos visitantes de La Seu para seguir in situ el avance de las obras del Parc del Segre.

Horas antes de las votaciones, la sala central, donde se agrupaban los estands de las diferentes candidaturas –de los Juegos de Invierno y los de Verano–, era un hervidero de VIPS con medidas de seguridad mucho más relajadas y se podía caminar sin problemas junto a, por ejemplo, Felipe González, Jordi Pujol, Josep Lluís Vilaseca, Alfonso de Borbón e incluso ‘Manolo el del bombo’, cuyo repique de tambor, ahora hará 35 años, ya sonaba anacrónico en el recinto. Luego, las votaciones hasta que llegó la tercera y definitiva. Barcelona ganó.

Los enviados especiales catalanes lo celebramos con un improvisado almuerzo, invitados por la dirección general de Deportes de la Generalitat, en un restaurante argentino de Lausana. Y después de enviar la crónica (“Hem guanyat”, tituló SEGRE en primera página) hubo que trasladarse a la sede de la macrofiesta en la que, siguiendo la tradición, las dos candidaturas ganadoras invitaban al resto a una multitudinaria cena elaborada por los mejores chefs de cada ciudad.

Barcelona sirvió paellas gigantescas que fueron devoradas en un santiamén. Los periodistas catalanes decidimos visitar la zona de Albertville (sede de los Juegos de Invierno) para disfrutar de los quesos, patés y vinos franceses. Y a la mañana siguiente, el regreso. Estábamos cansados sí, pero contentos y orgullosos.

La designación convirtió en sede a La Seu d’Urgell Nada más hacerse oficial que Barcelona iba a acoger la organización de los Juegos Olímpicos de 1992 la fiesta en el stand catalán fue espectacular.

Y entre todos los asistentes que se intercambiaban abrazos y parabienes había una persona especialmente feliz: Joan Ganyet, el alcalde de La Seu d’Urgell que, en una arriesgada apuesta, respaldada por el COOB 92, se convertía en subsede olímpica acogiendo, entre el 30 de julio y el 2 de agosto, las pruebas de piragüismo en aguas bravas. Un hecho histórico porque era la primera vez que este deporte adquiría la condición de olímpico después de ser considerado de exhibición en Munich 72.

La Seu inició rápidamente una impresionante transformación en todos los aspectos, recuperando zonas desaprovechadas hasta entonces, creando nuevos equipamientos y sobre todo, construyendo el Parc del Segre, la instalación más amortizadas de la historia de Barcelona 1992..

Seis años después fueron “los mejores Juegos de la historia” Del 25 de julio al 9 de agosto de 1992 fueron los que el propio Samaranch calificó como “los mejores Juegos de la historia”. Modélicos e innovadores (las ceremonias de inauguración y clausura, el encendido del pebetero, el “Barcelona” de Freddy Mercury y Montserrat Caballé y el “Amigos para siempre” aún se recuerdan). España pulverizó récords, con 22 medallas (13 de oro).

Juan Antonio Samaranch haciendo oficial el sueño.

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