Competir aprendiendo

Cada vez se intenta proteger más a los niños de ‘palizas’ humillantes en el deporte formativo y hasta se sopesa suprimir los resultados. Los detractores de la medida subrayan que el carácter se forja en la derrota y es algo que pasa en todos los deportes. Este fin de semana se viralizó un tuit en el que un usuario se preguntaba si tenía algún tipo de sentido la abultada derrota que había sufrido un equipo infantil femenino leridano ante uno de Barcelona y abundaba en que era “una pérdida de tiempo”.

Las reacciones no se hicieron esperar y este caso ni es aislado ni ocurre solo en este deporte. En categorías provinciales el baloncesto acota los marcadores cuando un equipo llega a los 50 puntos en un partido, pero en categorías catalanas ya no es así. Les pasa y les ha pasado a varios clubes leridanos cuando salen fuera de la provincia.

En uno de estos clubes son de la opinión que “en Lleida no tenemos suficientes equipos para competir a un nivel que se ajuste a lo que nos gustaría. Por ejemplo, tenemos un equipo que venía de una buena dinámica la temporada anterior y pensamos en inscribirlo para que las jugadoras pudieran mejorar en una categoría superior. Pero cuando salieron los grupos vimos que nos había tocado un grupo con rivales muy fuertes y si a esto le añadimos las lesiones no ha permitido que nuestras jugadoras puedan competir en cada partido y mejorar como era nuestra intención.

Aun así, las chicas lo llevan bien”.Esta situación, con grupos a veces demasiado desequilibrados en cuanto al nivel de los equipos, no pasa desapercibida para la Federació Catalana de Basquetbol. El presidente de la representación territorial de Lleida de la FCBQ, Javier Calles, admitió que “estamos estudiando a nivel de toda Catalunya qué podemos hacer para que no haya estos resultados tan abultados, pero no es fácil la solución”.Por su parte, Àlex Gordillo, psicólogo deportivo y profesor de Inefc Lleida, que además fue jugador de baloncesto en la élite, aboga por “una competición que sea lo más equilibrada posible. La competición bien entendida es sana y es una herramienta educativa porque es como la vida, pero debe cumplir dos premisas: los niños deben divertirse y, a la vez, aprender”.