BALONMANO REPORTAJE
Jugadoras del balonmano de élite y madres
Cuatro jugadoras del Lleida Handbol siguen en activo tras su maternidad y haber tenido que interrumpir sus carreras, en algún caso hasta 10 años | Han entrenado y viajado junto a sus hijos
Conciliar el rendimiento deportivo de alto nivel y la maternidad no es una tarea fácil, pero lo que era hace unos años un deseo inalcanzable ya no lo es. Cuatro jugadoras del Lleida Handbol, que todavía continúan en activo, se decidieron un día a derribar esa barrera sin renunciar a seguir compitiendo en su deporte aunque, eso sí, con interrupciones de hasta diez años en algún caso. Eli Martínez (Lleida, 40 años), Montse Escala (Gavà, 37 años), Emma Precup (Bistrita, Rumanía, 37 años) y Carmen Martínez (Binaced, 37 años) llevan toda una vida en la entidad, desde que antes de la fusión con el Handbol Pardinyes formaban parte de la Associació Lleidatana d’Handbol, a la que ascendieron hasta la máxima categoría estatal.
Todas ellas coinciden en que fue su pasión por el deporte la que les llevó a volver a la competición, aunque admiten que falta “más apoyo social” y que sin el respaldo de la familia hubiera sido imposible. “Seguimos poniéndonos la autoexigencia de competir y queremos jugar el máximo de tiempo posible”, señala Montse Escala, enfermera de quirófano y madre de Biel (7 años), que llegó a Lleida con 14 años y que en 2013 tuvo que dejar el balonmano por motivos de trabajo y, sobre todo, para poder ser madre. Cinco años después volvió “solo para entrenar y mantener la forma física, pero me quedé”. Su pasión por el balonmano también la tiene su hijo. “Está deseando venir al pabellón para ponerse a jugar con otros compañeros”, apunta Montse, que recuerda una graciosa anécdota. “Un día mientras entrenaba, Biel que todavía era muy pequeño me gritó ‘mamá, caca’ que resonó en todo el pabellón. Lógicamente, salí del entrenamiento para cambiarle el pañal”.
“Es que siempre han ido al pabellón nuestros hijos”, interviene Emma Precup. “Hemos regresado a veces a las 4 de la mañana de un desplazamiento largo y siempre con nuestros hijos”, prosigue Precup, que trabaja como administrativa y es madre de Ivet (9 años) y Max (5 años), que llegó a Lleida en 2002 y que tuvo que parar dos temporadas enteras, la 2013-14 y la 2017-18. Para cumplir su deseo de ser mamá. Y lo notó. “Tras quedarme embarazada de la pequeña, quise volver antes de tiempo y me encontré más débil físicamente”, dice Emma, que recuerda que cuando una foto de una excompañera suya en la Associació Lleidatana, Irina Pop, se hizo viral porque estaba dando el pecho a su hijo Theo durante el descanso de un torneo, ella estaba a pocos metros haciendo lo mismo con uno de sus hijos. “Es una forma de vida la que hemos elegido”, asegura Eli Martínez, que ejerce como profesora y es madre de Ainara, de 15 años, y Noa, de 8.
“Me quedé embarazada por primera vez con 24 años y estuve diez sin poder jugar porque trabajaba a una hora de casa. Me iba a las 7 de la mañana y volvía a las 7 de la tarde. Era imposible la conciliación familiar. Antes de ser madre me llevaba los apuntes al bus del equipo y ahora que trabajo me llevo el portátil. Entrenamos 3 días a la semana y nos pasamos los fines de semana viajando, pero es nuestra manera de vivir y lo vemos normal”.
“Tuve que venir durante cinco años desde Binéfar con los niños a entrenar porque mi marido trabajaba y tenía que llevármelos conmigo”, dice Carme Martínez, oficinista en una empresa de autocaravanas y madre de Noa (9 años) e Izan (12 años), el único de todos los hijos de las cuatro que no juega al balonmano en el club, sino que es futbolista del FiF Lleida. Carmen, que juega en el sénior B, tuvo que parar por maternidad en 2010 y después entre 2013 y 2015. El pasado año quedó tercera en el Europeo con la selección catalana másters. “Cuando entreno y cuando juego soy Emma. Aquí no pienso en las muchas cosas que tengo que hacer a lo largo del día. Aquí soy yo. Y nos va bien entrenar tarde (a las 21.00) para conciliar el balonmano con la vida familiar”, afirma Precup. “Pero cuando aún son pequeños nuestros hijos se ponen a llorar y cuesta dejarles. Por eso algún viernes nos juntamos todos durante el entrenamiento y hacemos un pequeño picnic en el pabellón”, concluye Montse Escala.