Ángel Viadero: «Ilusionar a la ciudad es el mayor éxito»

Ángel Viadero Odriozola (Santander, 3-1-1969) ha disfrutado como nunca estos días, primero en su ‘tierruca” como llaman cariñosamente los cántabros a su comunidad y después en Lleida, de la compañía de su mujer Laura y de su hija Paula, de 15 años, quien por cierto se decantó por el baloncesto y no por el fútbol y juega en el Kells College de Santander. Es un ‘lujo’ que no puede permitirse siempre un entrenador, siempre de aquí para allá cuando surge una oferta de trabajo.

¿Uno se llega a acostumbrar a vivir lejos de la familia?

Uff, no (se emociona). Sobre todo valoro poder tenerlas a mi lado cuando llego después de entrenar y veo que no hay nadie. La primera vez que me fui lejos a entrenar mi hija tenía solo 15 días y es lo más duro que hay tanto para ellas como para mí. Pero la vida del entrenador es así y eso que jamás pensé que sería entrenador.

Volvemos a la Liga tras el parón navideño y de entrada toca medirse primero contra segundo clasificado, el Hércules.

Así es. Nosotros hemos trabajado muy bien y, aunque el partido es muy difícil, te da esa tranquilidad. Luego en el fútbol puede pasar de todo. Estas fechas vienen bien para desconectar un poco del fútbol y estar con la familia, pero llegaremos bien a un partido de máxima igualdad. Nos enfrentaremos a uno de los equipos más fuertes de todos los grupos de la categoría, pero tengo la seguridad de que hemos trabajado bien y, además, en el Camp d’Esports tenemos mucha autoconfianza.

¿Qué importancia tiene para usted el aspecto mental?

El factor mental es fundamental. Somos lo que pensamos y este es uno de los puntos fuertes que tiene este equipo. Pero eso solo no vale porque tiene que haber una exigencia, no solo vaciándote en el día a día de los entrenamientos, sino cuidarte fuera del campo que es el entrenamiento invisible… Y todas esas cosas juntas son las que te hacen ser más fuerte y el aspecto mental es clave. La verdad es que tengo una plantilla muy responsable.

Creo que es un entrenador metódico, pero también muy intuitivo, de los que saben ponerse en la piel de cada jugador y sus circunstancias. La temporada pasada llegó a un equipo abatido y tras dos entrenadores.

Sí, es verdad. Un entrenador debe ser metódico y conocer lo que tiene para sacar el mejor rendimiento de su equipo. Pero también creo que hay que ser muy intuitivo. En el fútbol los entrenadores hemos querido controlar todo y eso es imposible. Me gusta ver cómo son los jugadores, qué necesitan de mí, qué idea de juego les puede venir mejor para que rindan bien…La temporada pasada era fundamental hacer las cosas sencillas. Había que cocinar el trabajo del equipo a fuego lento y no querer hacer alta cocina, por poner un símil gastronómico. Esta temporada ha venido gente nueva que nos está aportando muchas cosas, pero tanto en un caso como en otro creo mucho en los jugadores. Para mí es básico. Al final, el juego es de los jugadores.

¿Cómo está viendo la temporada?

Como locales hemos estado francamente bien, haciendo un juego valiente y divertido, imprimiendo un ritmo muy bueno y con un fútbol de mucha calidad que es difícil de ver en estas categorías. El equipo ha sabido superar dificultades con varias remontadas. En casa somos un equipo muy definido y es cierto que fuera es diferente, pero no porque nosotros cambiemos sino porque los campos que nos encontramos son diferentes. No obstante, antes de perder con el Europa éramos también el mejor equipo fuera, empatado con otros. Pocos peros se le pueden poner al equipo.

¿Y qué espera de la segunda vuelta?

Nosotros estamos creciendo cada jornada. Cada día llegamos más al área rival, somos más dominadores. Tenemos que mantener esa línea de trabajo y exigencia, pero eso no quita que va a ser una segunda vuelta muy dura.

¿Va a haber refuerzos?

Sí, estamos mirando en el mercado, sobre todo un recambio para Chuli pero hay que decir que estamos marcando goles con muchos jugadores. Somos muy peligrosos a balón parado. Tenemos recursos porque los jugadores de segunda línea están logrando marcar. Nuestros dos máximos goleadores son Chuli y Sergio Montero, pero hemos sido capaces de ganar también sin ellos. Lo que miramos en el mercado es que haya más competencia.

Ahora que habla de Chuli, él mismo ha reconocido que se ha reencontrado en Lleida como futbolista tras años de declive deportivo.

A Chuli lo conozco desde hace muchos años y es verdad que ha tenido años que le ha costado, pero es un lujo tremendo tenerlo en el Lleida. Tiene mucho talento e inteligencia. A los delanteros muchas veces solo se les juzga por los goles que marcan y eso afecta a la autoestima. Chuli tiene un don de cara al gol, pero además nos aporta muchas cosas al juego y es un futbolista de una categoría superior. Si nos fijamos, casi todos los goles que ha marcado solo los ves por calidad de ejecución en categorías más altas. Estoy encantado de tenerlo y es un ejemplo para los compañeros porque contagia su autoexigencia y hace que los demás no se duerman.

Además, Chuli es uno de los animadores de un vestuario alegre y unido, lo que siempre es fundamental en un equipo.

Con los años tengo clarísimo que me gusta rodearme de gente alegre y que contagie optimismo. Y eso Chuli lo hace a la perfección y todo el equipo disfruta con lo que hacemos. Cada día estamos deseando ir a entrenar.

¿Hablamos ya de que el objetivo es el ascenso?

Siempre he dicho que estoy viviendo la temporada con mucha ilusión, pero también quiero transmitir un poco de prudencia. En el club no se quería volver al sufrimiento de la pasada temporada. El equipo ya ha hecho cosas muy buenas, pero la Liga está muy abierta y no debemos estresarnos más de la cuenta. A veces poner objetivos muy ambiciosos y muy forzados provocan que salgas con miedo al campo. La situación en la que estamos tan privilegiada no la podía pensar nadie antes de comenzar la temporada y por eso quiero que lo que queda de Liga lo vivamos con exigencia, pero también con naturalidad.

¿Qué siente cuando ve el Camp d’Esports rendido al equipo?

Para mí la afición es el gran éxito de este Lleida. Cuando se me ha preguntado si quería hacer algún llamamiento a la afición, siempre me negué porque nunca me he considerado una persona de esas que mueven masas, sino de trabajar día a día. Cuando vine a Lleida percibía que la gente estaba apagada y, en cambio, ahora le gusta lo que hacemos y se siente identificada. Había aficionados que llevaban mucho tiempo sin venir al estadio. Es habitual ver hasta tres generaciones en la grada. Que la ciudad vuelva a ilusionarse lo considero el mayor éxito que estamos consiguiendo porque la gente no viene obligada, sino por lo que le damos en el campo.