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GRÁFICO | El bajón de la segunda parte de la liga del Lleida Esportiu

Lleida

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El Lleida Esportiu ha sabido devolver la ilusión a gran parte de la afición azul. Lo ha hecho con una primera vuelta brillante y con un gran juego. Los de Viadero volaban, y hacían soñar con un ascenso directo y matemático lejos del barro del play-off, en el cual se premia más la inercia de los equipos que la trayectoria durante la temporada.

Lo explicaba perfectamente Miquel Pascual en la, desgraciadamente, ultima de crónica de la temporada.

Primera vuelta brillante

La gran primera parte del campeonato regular empezó con un pleno de victorias en las primeras jornadas, con un equipo que divertía y que hacía pasarlo bien a los aficionados, que poco a poco iban llenando más las gradas. El Lleida ganaba tanto en el Camp d'Esports como a domicilio. La primera vuelta se convirtió en un roce a roce con el finalmente campeón de liga, Hércules. Leridanos y alicantinos se iban disputando el liderato, un día uno, después el otro, y parecía que esta sería la inercia hasta el final de liga. Pero las ligas son muy largas.

Mientras tanto, mientras Lleida y Hércules se lo disputaban arriba de todo, el Sant Andreu, el  Europa y sobre todo el Badalona Futur se lo miraban desde la distancia corta, sin disputar frontalmente, pero sin perder el rastro. Iban haciendo.

La mejor racha del Lleida vino al final de la primera vuelta, y todo indicaba que acabaría como campeón de invierno. Los malos presagios empezaron cuando Hércules le quitó este título honorífico a última hora. Primera pequeña decepción. No pasaba nada.

Porque a media liga el Lleida ya sabía que disputaría el play-off de ascenso, ya que el sexto clasificado, que entonces era el Alzira, estaba a diez puntos de los azules. El Lleida era segundo. Estaba pletórico y todo el mundo eufórico. Chuli hacía el pingüino en cada una de las victorias del equipo. Y la liga todavía seguía siendo muy larga.

Segunda vuelta decepcionante

Y llegó la bajada -aka pájara-, también desfallecimiento, o bajón. Que cualquier equipo tiene a lo largo de la temporada y que puede marcar el devenir y el final de cada campeonato. Un ejemplo es el Hércules: A falta de diez jornadas sufría una racha de una derrota y cinco empates consecutivos. Y cuando parecía fuera de cualquier opción por el título acabó consiguiendo el ascenso directo.

Otro ejemplo es el Badalona Futur, pretendido por un grupo de empresarios de Lleida: A quince jornadas del final consiguió seis victorias consecutivas, líder indiscutible, intratable. Hasta que el Andorra le tomó el entrenador, y después la racha fue de cuatro derrotas y de un empate. Y adiós ascenso directo, que tenía en sus manos. Y eliminado de todo.

El bajón del Lleida vino después del ecuador del campeonato. Después de presentar candidatura, por juego y ambición, empezó una inercia irregular, que traqueteaba. Ya no eran rachas victoriosas, sino que ahora eran victoria en casa y derrota a domicilio, victoria y derrota. Y aún así llegó a depender de él mismo para conseguir el ascenso matemático a 1ª RFEF. Pero perdió todos los partidos importantes y contra los rivales que había que ganar.

El final de todo eso ya lo sabemos de memoria. Mala racha, mala inercia y juego confuso para acceder a las eliminatorias como quinto, con los peores pronósticos y condiciones, contra los rivales más fuertes y, finalmente, la eliminación sin paliativos contra el Yeclano.

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