LLEIDA
Consternación en el Belver de Cinca por la muerte de su jugador de fútbol Erick Luján en un accidente
“Era un chico educado, muy alegre y muy trabajador”
“Estamos destrozados. Era un chico que hacía mucha piña en el vestuario. Siempre se estaba riendo, y era el primero que, cuando las cosas iban mal, levantaba el ánimo del grupo. Con toda la alegría que nos aportaba, la verdad es que es imposible describir y explicar estos momentos”. Así se expresaba ayer en declaraciones a SEGRE David Huerta, el presidente del CD Belver de Cinca, en el que jugaba el joven leridano Erick Luján, fallecido el martes en accidente de tráfico cuando se dirigía al entrenamiento del equipo aragonés, como avanzó ayer este diario. Su compañero de equipo víctima asimismo del accidente, el también leridano Arnau Reguant, que resultó herido grave, se encuentra ingresado en planta en el Arnau de Vilanova y está fuera de peligro, según pudo saber SEGRE.
El presidente del CD Belver explicó que “Erick y Arnau siempre llegaban los primeros” a los entrenamientos. “El martes, cuando no nos cogían el teléfono, nos temíamos lo peor”, reconoció David Huerta, que espera que se aplace el partido del domingo: “No creemos que el Boltaña vaya a poner impedimento alguno”. En cuanto a un posible homenaje al futbolista fallecido, Huerta dijo que “es algo que tenemos que decidir. Aún estamos en shock”.Erick Orlando Luján Saucedo había nacido en Bolivia y el 17 de octubre hubiera cumplido 25 años. “Formal, educado, muy trabajador y con planes de futuro”, le describen en la empresa del polígono dels Frares de Lleida donde trabajaba como mecánico. Se había formado entre 2015 y 2019 en la escuela de automoción Centre Tècnic Ilerdense (CTI), donde su director Miguel Cruz le describe como “muy buen estudiante y responsable, el alumno que recomiendas a cualquier empresa”. Vivía en la partida Marimunt de Lleida con su padrastro Joel, su madre Leo y su hermanastro Joel, que es de su misma quinta. “Muy buena familia”, coinciden todas las personas consultadas que les conocían. Empezó a jugar al fútbol en el Mig Segrià y después en el Torrefarrera B. “Era la alegría del equipo. Siempre traía música al vestuario”, recuerda Xavi, compañero suyo. Hacía tres años y medio que jugaba en el Belver, donde dicen que “ha dejado un gran vacío”.