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La guerra tensiona aún más a una cadena alimentaria que urge soluciones

El estante de un supermercado.

El estante de un supermercado.Magdalena Altisent

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La alerta por la dependencia de cereales de Rusia y Ucrania, la industria buscando soluciones ante la carestía del aceite de girasol y los precios de la energía y del gasóleo marcando récord históricos: la guerra añade tensión a una cadena alimentaria que urge soluciones por parte de las administraciones. La sequía y el escenario inflacionista que centraban las preocupaciones de la cadena se suman al efecto de la guerra en el sector agroalimentario cuyos actores insisten en pedir soluciones y mercados alternativos ante una realidad que ya es grave en aspectos concretos y que puede alargarse en el tiempo. La radiografía que deja casi 20 días de conflicto armado en Ucrania resulta preocupante; el Gobierno insiste en que el abastecimiento de alimentos está asegurado, si bien este mismo lunes ha anunciado que busca nuevos mercados para conseguir algunas de las materias primas que se necesitan, como el maíz.

Argentina ha puesto los ojos en España, que trabaja en levantar las restricciones técnicas para importar maíz de este país, ha avanzado este lunes el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas.

Y es que el resto de las soluciones dirigidas a aumentar la producción, aunque se acuerden con urgencia, no aliviarían la situación de inmediato que se deriva de una realidad: España compra a Ucrania el 27 % de sus importaciones de maíz y el 62 % de sus adquisiciones de girasol. Además, la falta de suministro tiene como consecuencia la subida de precios de hasta un 27 % en algunas referencia desde que arrancó el conflicto y con costes nunca vistos en estos días en los mercados internacionales.

La UE, que debate sobre el uso de tierras de barbecho para disminuir el déficit de materias primas, abordará esta situación en una semana al igual que usar la reserva de crisis.

El MAPA no tiene datos definitivos sobre las hectáreas de barbecho que hay en España para aprovecharlas para cultivo, de modo que no se puede calcular en qué medida podría solucionar el problema. Otros insumos fundamentales para el desarrollo de la actividad agrícola como los fertilizantes también están afectados y ya hay plantas paradas, como la de Fertiberia en Huelva.

La ganadería ha encendido el botón de emergencia: los precios de la luz y el gasóleo siguen subiendo y reduciendo sus márgenes, al tiempo que los fabricantes de los piensos para alimentar a sus animales llevan pidiendo soluciones urgentes desde el inicio del conflicto para evitar tener que adelantar sacrificios que anuncian para dentro de pocas semanas. En el mar la situación no es mejor debido al auge del precio del gasóleo, que corre el riesgo de colapsar a un sector que mañana se reunirá con el Gobierno para ver soluciones y que ya ha anunciado amarres además de los que ya se produjeron la semana pasada.

EL ACEITE DE GIRASOL

La posible carestía de aceite de girasol se ha convertido en un problema añadido para la industria alimentaria, que comparte con el resto de la economía el efecto de la subida del precio de otros insumos como la luz y el gasóleo. Las conservas, los dulces o los "snacks" requieren de esta grasa en sus transformaciones y, de momento, sólo tienen abastecimiento asegurado para un mes mientras buscan fórmulas alternativas par sus elaboraciones con otras grasas. También en los supermercados se ha puesto el foco en este producto y el comportamiento "anómalo" de la demanda que ha provocado que se limite la compra en algunas de las cadenas de supermercados.

Las organizaciones de consumidores han criticado esta reacción e incluso una de ellas, Facua, ha denunciado a cinco cadenas de supermercados e hipermercados por limitar a los consumidores el número de unidades de aceite de girasol que pueden adquirir en cada compra. Así la cosas, el gasto en llenar la nevera sigue subiendo mes a mes, según confirman los indicadores oficiales como el IPC (+5,6 %) y los estudios de todas las consultoras, cuyos expertos ya atisban cambios en los hábitos de compra para adaptarse a la nueva situación.

La guerra de Ucrania complica así la realidad de un cadena alimentaria que, pese a todas las incertidumbres, sigue trabajando para poder llevar alimentos a un precio asequible a todas las mesas.

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