ESNOTICIA
El impacto de bonÀrea alcanza a todo el llano y es la primera fuente de empleo
Tiene 5.745 trabajadores y ha creado una ciudad que cubre todo el ciclo productivo
El impacto a nivel económico, laboral y social de bonÀrea en todo el llano de Lleida no tiene ningún precedente histórico ni comparación actual. Su actividad es clave para el crecimiento de las capitales de comarca, tanto como de los pueblos y que difícilmente hoy se podría entender el día a día de este territorio sin su aportación económica.
bonÀrea es la primera empresa generadora de empleo en el llano de Lleida y una de las claves del crecimiento económico de muchos de sus municipios. Con 5.745 trabajadores, tiene un capital humano que casi alcanza toda la población de Guissona, donde tiene su sede y donde viven 7.291 personas.
Sin embargo, su ámbito de influencia va mucho más allá, ya que bonÀrea es la empresa que más trabajo genera en Tàrrega, con 469 trabajadores directos (la segunda empresa tiene 352); y la primera en Cervera, con 452 (le sigue una compañía con 125 trabajadores). Estas cifras se multuplican si se suma el trabajo indirecto. Son, por ejemplo, más de 5.000 socios activos con granjas en contrato y agricultores, 3.200 empleados de las 540 tiendas del grupo o 60 trabajadores autónomos en las gasolineras, a los que hay que sumar un número largo de factorías como son talleres, empresas de manofactura y otros productores agroalimentarios cuyos bienes van dirigida en buena parte a abastecer bonÀrea.
El gigante del sector agroalimentario facturó en 2021 hasta 2.250 millones de euros y para este 2022 prevé invertir 140 millones, 25 en Guissona. De forma indirecta, bonÀrea genera una actividad productiva sin precedentes en muchos otros ámbitos. Por ejemplo, la construcción.
Guissona crece a un ritmo de 200 viviendas por año. Lo cierto es que desde hace años no puede absorber el aumento progresivo de la mano de obra local. Lo mismo pasa en su ámbito de influencia: ni en Tàrrega ni en Cervera hay suficientes viviendas para dar cabida a este colectivo laboral.
Solo la oficina de vivienda de Cervera tiene una demanda en espera de más de 200 familias, en su mayor parte, trabajadores de bonÀrea. Hace menos de una década bonÀrea se planteaba dar empleo únicamente a trabajadores que se estableciera en Guissona. A pesar de que la misma bonÀrea ha ido construyendo en la localidad a un ritmo anual más de 100 viviendas, el crecimiento de la empresa llevó a que los trabajadores tuvieran que encontrar su vivienda fuera de las murallas romanas de Guissona.
Si bien el mayor crecimiento lo han registrado las capitales vecinas, Tàrrega y Cervera, no es el único si se tiene en cuenta que en otras poblaciones más pequeñas como Massoteres, más de la mitad de sus vecinos, hasta 50, son trabajadores de bonÀrea. Lo mismo pasa en todas localidades del entorno de bonÀrea, que tiene 83 trabajadores directos que llegan desde Torà, 82 de Ponts, 53 de Solsona, o 32 de Sanaüja. Así, hasta 235 localidades, básicamente del llano de Lleida, pero también de la Anoia y de la Conca de Barberà, aportan trabajadores directos al grupo.Este movimiento es un reto al que deben responder los ayuntamientos y el resto de administraciones.
Las comunicaciones viarias de la zona han quedado obsoletas. La salida de 700 camiones al día, o los desplazamientos diarios de más de 2.500 trabajadores directos, sumados al tráfico habitual de carreteras como la L-310, que comunica con el puerto de Tarragona; o la L-311, vía de paso principal con las comarcas al sur de la Segarra y Barcelona; o la LV-3201, que une Guissona con el Eix Transversal, hacen que las carreteras del entorno soporten un rosario de vehículos y que durante muchas horas se descarte por imposible adelantar al tráfico pesado.Lo mismo pasa con el resto de servicios en la Segarra: a nivel sanitario, existe una gran demanda de servicios médicos, pero lo cierto es que resulta poco atractivo instalarse en una comarca dispersa con casi un centenar de pequeñas poblaciones. El resultado es un déficit crónico que en más de una ocasión ha llevado a los alcaldes dar voces de alerta, como es el caso de Tarroja, Els Plans de Sió o Torrefeta i Florejacs, y más recientemente, Biosca.
Lo mismo pasa con los servicios educativos, en los que Guissona siempre consigue las demandas para cubrirlos a toro pasado. De hecho, es la misma bonÀrea la que ha tomado cartas en el asunto y ha impulsado la formación de sus trabajadores con la creación pionera en Catalunya hace 10 años de grados educativos con la idea de formar personal cualificado
El volumen de trabajadores obliga a poner al día los servicios de forma constante
La actual bonÀrea surgió a raíz de una escisión del Sindicato Agrícola de Guissona a finales de los años 50 del siglo pasado. Jaume Alsina, un joven veterinario de 23 años, proponía la expansión del sindicato hacia nuevas vertientes del sector alimentario.
Su iniciativa no no fue bien recibida y optó por hacerse camino con la creación de una empresa propia, la Cooperativa Avícola de Guissona, inicialmente en unas instalaciones de la avenida Verge del Claustre. El nombre fue cambiando a medida que iba incorporando iniciativas. Así, pronto pasó a denominarse Cooperativa Agropecuaria de Guissona y el lema que rezaba entonces en los camiones era “Piensos, pollos, huevos, cerdos”.
Posteriormente fue Corporación Alimentaria Guissona, nombre que incluía toda una variedad de empresas mercantiles, y finalmente, bonÀrea.Toda esta actividad necesitaba mano de obra. Como explica el propio Alsina, en la década de los años 70 la mayoría optaban por ir a hacer fortuna a Barcelona, “aquí quedamos cuatro”. La falta de mano de obra en una zona alejada de los centros de población era un gran reto.
Es así como el propio Alsina se subió a un autocar y se trasladó a tierras andaluzas para buscar trabajadores. Allí llegó en autobús y, tras un pregón, se daba a los candidatos unas pocas horas para tomar una de las decisiones más trascendentales de sus vidas: dejar la tierra natal y trasladarse a Guissona. Así, llegaban con las manos en los bolsillos decenas de hombres y mujeres.
Mucho trabajo, otras costumbres, cultura e idioma. Solos en un lugar en el mundo que a partir de entonces sería su vida y su hogar y el de sus herederos. Siempre les quedará haberi sido protagonistas del nacimiento de la empresa más grande del sector agroalimentario de España.
Una de las peculiaridades de bonÀrea fue la consolidación del cuerpo técnico. A 100 kilómetros de los principales centros de estudios y de población no fue nada fácil. La cooperativa sentaría sus bases de forma diferente.
Jaume Alsina consiguió la fidelidad de sus trabajadores. En aquella época, muchos eran jugadores de fútbol que llegaban para jugar con el Guissona, equipo financiado por la propia CAG, y acababan entrando en la empresa. Ganas y capacidad de trabajo no les faltaban.
La actividad les ocupaba las 24 horas del día y su recompensa fue encabezar las nuevas secciones que dirigían la expasión de la actual bonÀrea. De hecho, aquellos jóvenes que aterrizaron en la década de los 70 hoy superan todos con creces los 70 años y muchos de ellos siguen como el primer día, llevando las mismas riendas que cuando llegaron hace 50 años. Sin duda, bonÀrea, es una empresa peculiar en la que la promoción interna de sus propios trabajadores es una de las claves que explican cómo se ha conseguido su crecimiento.
Otra nota diferencial de bonÀrea es su objetivo de integrar ciclos productivos completos, tanto a nivel de productos, como a nivel de necesidades de sus trabajadores. En el primer caso lo resume su lema “Del campo a la mesa”, y en el segundo, el hecho de que un trabajador de bonÀrea puede acceder y cubrir casi todas sus necesidades sin salir de la empresa: vivienda, comida, ropa, zapatos o coche. A nivel económico optó por un sistema ligado a la manera de ser de los agricultores de secano, mayoritarios en la zona: “tengo 5, invierto 3 y guardo 2 por si no llueve”.
Esta sería una de las bazas que explica el funcionamiento de Caixa Rural, entidad financiera que nace y crece paralela a bonÀrea. Lo cierto es que las crisis del sector financiero han afectado poco la capacidad del grupo para seguir invirtiendo. Guissona es un pueblo de acogida: inicialmente fueron vecinos de toda España y hoy son de 47 nacionalidades que suman el 52,6% de la población, la mayor tasa de inmigración de Catalunya.
Con bonÀrea su crecimiento ha sido constante, de los 1.919 habitantes de los años 50 a los 7.600 actuales. La última ola es la de refugiados de Ucrania, que ya son 282, según el balance de los 100 días del inicio del conflicto. Entre ellos se han recogido 56 currículums y el 31% ha encontrado empleo en servicios y fruta.
Los niños no se han matriculado para el próximo curso. bonÀrea proyecta su futuro consolidando su activo en la Segarra y diseñando su expansión con la planta de Épila. Estudiantes de la escuela técnica de arquitectura del Vallès presentaron un trabajo en 2021 y concluyeron que un hipotético cierre sería a nivel económico uno de los mayores golpes en Lleida.
Mantener el espiritu de la empresa es seguramente el último gran reto de Jaume Alsina.
«Me han dado una oportunidad y seré un buen trabajador»
Ramon es de Verdú y estudia y trabaja en bonÀrea. Para evitar la lista de espera para trabajar optó por formarse junto con otros 22 jóvenes dentro de la propia empresa.
Por la mañana trabaja 4 horas y por la tarde estudia otras 4. “Entramos como peones pero mi objetivo es promocionarme con una formación de grado medio o superior para ir escalando en la empresa. Además, cuando llevas un año trabajando te hacen fijo”.
“Nos dan una oportunidad y conseguirán un trabajador preparado”.
«El propio Alsina vino a buscarme para trabajar en Guissona»
Inocencio Gómez originario de Pinofranqueado, en Extremadura, llegó con 17 años a Guissona. bonÀrea estaba construyendo una granja en su pueblo y el propio Jaume Alsina le pidió trasladarse a trabajar a la Segarra.
“No tenía nada claro mi futuro y aposté por probar. Cuando llegué a Guissona, al día siguiente ya estaba trabajando en el taller de Verge del Claustre y hasta hoy. Comencé como oficial de tercera y llegué a ser jefe de taller.
Ahora soy un extremeño que habla en catalán”.
«Somos únicos en cerrar todo el ciclo de los alimentos»
Para Antonio Condal, uno de los momentos claves de bonÀrea fue en 1994 cuando se abrió la primera tienda. “Cerrábamos el ciclo de producir, transformar y comercializar nuestros productos.
Esto nos hace únicos”. Sostiene que no fue un camino de rosas: “Los supermecados cerraron la puerta a nuestros productos, fue un reto difícil”. Hoy las 540 tiendas de bonÀrea dan salida al 80 por ciento de la producción del grupo, además, con el certificado de confianza AENOR.
«Mi objetivo es promocionarme en la propia bonÀrea»
Cuando Ilham llegó a Espanya hace 4 años estuvo trabajando en Málaga. Allí supo de la existencia de bonÀrea y optó por trasladarse a Guissona para presentar el currículum. “Me habían dicho que aquí había más calidad de vida y ahora estoy contenta de haber venido.
Llevo 3 años trabajando, somos 17 cajeras y hay muy buen ambiente de trabajo. Yo ya me quedo en Catalunya”. Explica que se sacó el bachillerato en Marruecos y quiere formarse en la empresa para mejorar su puesto de trabajo.
«La gente no sabía el DNI pero sí el número de socio de la CAG»
Ramon Augé asegura que bonÀrea es para los agricultores una cuestión de seguridad. “Tenemos las fincas cerca de la fábrica y vendemos el producto al precio más alto que hay en Catalunya. Tienes la cosecha ‘colocada’ y el dinero en una entidad bancaria segura, Caixa Rural”.
Para Augé, esta situación de seguridad ha perdurado a lo largo del tiempo: “Piensa que antes la gente no se sabía el número del DNI de memoria pero todos recordaban el número de socio de la cooperativa”.
«La empresa ha hecho ricas a muchas familias»
Josep Maria Pedrós lleva desde los 16 años trabajando para bonÀrea. Recuerda que de pequeño en el corral de casa se pasaban los días diseñando nuevos espacios y levantando paredes para poder dar cabida a unas pocas gallinas más y cerdos.
En la actualidad es el propietario de diversas explotaciones de terneros, cerdos y pollos. Manifiesta abiertamente que “en la Segarra Jaume Alsina ha hecho rica a mucha gente”. Reconoce que el esfuerzo es ingente: “Trabajar para bonÀrea no es para tirar coetes pero el resultado siempre recompensa.
Para mí siempre ha sido una cuestión de confianza y con bonÀrea nunca la perdí, especialmente con Salvador Puig, un hombre que miraba por la empresa y por el socio”. Para Josep Maria Pedrós esta es la principal diferencia con otras propuestas de negocio: “Mientras que en muchas empresas hay un solo bolsillo grande para dar cabida a los ingresos, en bonÀrea se lo montan para repartir la riqueza con la gente”.