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OpinióITMAR FABREGAT

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Hay un buen manojo|puñado de moléculas de interés médico que han saltado a las conversaciones cotidianas de todo el mundo. Si tuviéramos que escoger un podio, un lugar sería sin duda para el colesterol. ¿Sin embargo, qué es concretamente el colesterol?

Es un esterol, un lípido fundamental en las membranas de las células animales. Es, por función, material de construcción para nuestros tejidos, indispensable para la vida. Su disponibilidad en sangre resulta tan esencial que los animales en general y los humanos en particular disponemos de un intrincado sistema metabólico para gestionarlo. Almacenado en el hígado, el cuerpo regula la cantidad disponible en sangre a través de dos complejas moléculas de transporte. Por una parte, el HDL: una lipoproteína encargada de atrapar el exceso en sangre y guardarlo en la despensa del hígado. Por otra, la LDL: otra lipoproteína que saca del hígado y el volca en la sangre si carece. Mal denominados colesteroles bono (HDL) y malo (LDL), en realidad, no son más que transportistas.

Está bien estudiado el efecto obstructivo por los vasos sanguíneos del exceso de grasas y su participación en la formación de placas de ateroma, responsables de infartos e ictus. Una auténtica plaga. Pero quizás es menos conocido que sin colesterol la vida es sencillamente, imposible. La industria, la cultura y el saber popular han hecho suyos algunos de estos conocimientos para edificar su negocio y sus dogmas.

Estudios recientes, a pesar de confirmar el exceso de colesterol como un factor de riesgo cardiovascular, insinúan que este peligro puede haberse sobrevalorado al mismo tiempo que se habría despreciado el riesgo del exceso de azúcares. La tergiversación de los estudios de Harvard de los años 60, que son la base de nuestras creencias en el riesgo cardiovascular, parece haber ido en dirección culpar por exceso el colesterol, mientras que al mismo tiempo minimizaba la influencia de los triglicéridos y los azúcares, obedeciendo a los intereses de la industria azucarera. El escándalo, en términos científicos, es mayúsculo y hay que prever que poco a poco, se corregirán los cálculos de riesgo. La ciencia, a pesar de todos los intereses y obstáculos, avanza.

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