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ENTREVISTA

Lluís Llach: “Si la izquierda hace de derecha se pierde la fe en la democracia y crece el populismo”

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"Cuándo cantaba no tenía tanto éxito”. Lluís Llach bromea al ver la sala de Torrefarrera tan llena, con gente de pie. Una semana antes también había llenado el Espai Orfeó de Lleida. Tiene el público ganado antes y todo de empezar a hablar. Es diputado de Junts pel Sí en el Parlament sin embargo, sobre todo, es un mito.

Dejó los escenarios por sorpresa...

Conste que había avisado. ¡Lo dije tres años antes!

Quizás es que los fans no se lo querían acabar de creer. En todo caso, no ha dejado de hacer bolos, aunque sea sin piano.

Yo lo llamo prédicas a este otro tipo de bolos.

Confieso que el 11 de septiembre, viendo cómo lo paraba la gente en los Camps Elísis de Lleida, cuántas solicitudes de fotos le hacían a cada paso, los apretones de manos de manos y besos... pensé que tenía que ser duro ser un mito.

Estoy entrenado, porque eso viene de lejos. Cuando supe que se montaba Junts pel Sí y que eso quería decir que habría una oferta transversal que aglutinara la gente que estaba para la autodeterminación de nuestro país quise estar. Lo que no me esperaba era encabezar la lista de Girona. Después, ya en el Parlament, me reivindico como florero.

¿Y por eso hace prédicas?

Junts pel Sí hizo una cosa muy interesante, que no se había hecho nunca: conseguir una candidatura que en pocas semanas tuvo 115.000 nombres. Esta es nuestra fuerza. Pero no nos podíamos comunicar directamente, porque ya vimos la multa de cerca de 400.000 euros que le metieron por utilizar datos personales. A mí me supo muy mal, porque yo me sentía uno de los 115.000, por eso me ofrecí a la dirección de Junts pel Sí para explicar qué hacemos, las dudas que tenemos, las soluciones, los proyectos.. y tratar de constatar los anhelos de la gente, las inquietudes... Desde el mes de enero que hago una media de 4-5 prédicas a la semana. ¡Es espantoso! Pero también es muy interesante este contacto directo con la gente, ver cómo evolucionan sus sentimientos...

¿Eso ayuda a empujar en momentos de incertidumbre en que no parece muy claro que este proyecto pueda llegar en buen puerto?

Eso la gente se lo mira de una manera clásica. Y no: nosotros luchamos por llegar a puerto, pero porque somos el resultado de la gente. Es decir, lo que ha pasado en Catalunya los últimos años es impresionante. Todos los partidos se han quedado descolocados y se han tenido que readaptar, algunos mejor, de otros con un fracaso absoluto y alguna desaparición y todo. De sopetón la realidad social dice hacia dónde tenemos que ir. Y no es que empujemos, es que vamos juntos. Y, posiblemente, es la gente la que va en frente.

Hace cuarenta años usted también era un mito en el resto del Estado. ¿Dónde está esta gente que en los años setenta podía ir a un concierto de Nova Cançó en Madrid?

La manipulación que se ha hecho ha sido extraordinaria. No es que esta gente ya no esté, sino que percibe la realidad española leyendo diarios como La Razón, El Mundo, el ABC o El País, con lo que eso representa de semántica y de deficiencia democrática y de información sobre la complejidad territorial del estado español. Aquello que para nosotros es reivindicar derechos, a ellos les parece que es una reivindicación del egoísmo. Este trabajo hace muchos años que funciona, no es nuevo. Empezó en los años noventa. Y eso hace que la gente del estado español piense que somos unos insolidarios que queremos ser catalanes para hacer la puñeta. Que hablamos el catalán para amargarles la vida. Tenemos una justicia totalmente perentoria. Aznar empezó una operación de anti-Montesquieu que ha acabado manipulando tribunales como el Constitucional.

O sea que viene de lejos.

He dicho desde los noventa, pero en realidad eso se empieza a gestar en los ochenta, cuando Felipe González hace una traición al proyecto de futuro de Estado del 78.

¿Será posible llegar a grandes entendidas ya no sólo entre los socios de Junts pel Sí, sino sumando a la CUP, una parte del PSC o de Catalunya Sí que es Pot?

No sé si con los dirigentes será posible llegar a un gran acuerdo, pero creo sinceramente que con los electores, sí. Porque queremos la independencia para hacer a un país mejor. Queremos herramientas para poder gestionar mejor los bienes que nos pertenecen, sin renunciar a la solidaridad. Queremos hacer a una sociedad más justa, más equitativa. Una república. Marcharse de este concepto de Estado español –no digo de España– de una fragilidad democrática bestial. Lo estamos viendo estos días en el Congreso: que se le haya buscado un cargo a Fernández Díaz es espectacular. Y lo que ha pasado al PSOE es una vergüenza. Tenemos motivos históricos para marcharse pero, sobre todo, tenemos motivos de futuro...

El mundo parece que cambia y no sólo en nuestra casa. Gran Bretaña ha salido de la Unión Europea, Trump ha ganado las elecciones americanas, Marine Le Pen tiene posibilidades de llegar a la presidencia francesa... ¿Qué pasa?

Está pasando que cuando la izquierda ha dejado de hacer su función, y se ha convertido en gestora de objetivos de derechas, la gente pierde la confianza en la política y entonces es víctima de populismos. Mientras el PSOE se comporte como se comporta, la gente perderá la fe. Incluso en la democracia. Para qué sirve votar si después se traiciona aquello que se ha jurado, el contrato social que son las elecciones... Por eso llevé González a los tribunales por la OTAN. El PSOE de estos últimos meses ha hecho una exhibición de genocidio democrático: ¡ha matado sus bases!

¿Llevó a Felipe González a los tribunales para incumplir el programa electoral del PSOE?

Pues sí. El juez dijo que tenía la razón social pero que no se me podía dar la razón jurídica. Eso se estudió a la Sorbona durante quince años. Y lo que está pasando ahora no diré que es peor, pero casi. Es la destrucción del sentido democrático. Y ante esta realidad la gente coge situaciones semánticas primarias: el populismo. Y no hemos acabado. Yo soy de la opinión que si Le Pen gana a França Europa se ha acabado. Me lo miro con mucha trascendencia. Europa como proyecto de futuro se ha acabado. Y eso es muy grave, aunque el proyecto de futuro que tenemos es bien miserable, dejando morir a la gente en el mar o haciendo colaboraciones vergonzosas con estados totalmente corruptos y antidemocráticos.

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