Mariví Chacón: 'Me gusta escuchar y dar voz a historias que pasan desapercibidas'

A razón de cuatro entrevistas diarias, Mariví calcula que hace unas ochocientas por temporada. Este año celebra la decena al frente del Cafeína, el magazín de tarde de Lleida Televisió, y a pesar de la larga experiencia en el arte de la conversación pública, confiesa que está un poco nerviosa cuando concretamos la entrevista para el suplemento Lectura.

Se ha convertido en una de las caras más visibles de Lleida Televisió, pero sus orígenes están en el mundo de la radio.

Concretamente en Ràdio Corbins. Era el año 91 y les pregunté si podía colaborar. Les grabé una cinta de casete en casa como si fuera un programa y al cabo de un tiempo me llamaron por si quería poner música los sábados por la tarde. Como era muy joven me acompañaba mi padre en coche. Después pasé a trabajar entre semana y al poco tiempo me propusieron entrar en plantilla en Cadena Dial.

¿Cómo funcionaba, entonces, una radiofórmula generalista?

Las franjas horarias estaban dividas en franjas de colores, cada media hora en punto se conectaba en directo con la central de Madrid y sonaba la canción que ellos marcaban, que era la misma para toda España. Nosotros teníamos que poner música en español y en catalán, y las canciones se clasificaban por colores en función de diferentes criterios que marcaba la cadena. A mí, como la música de entonces me gustaba, no me supuso muchos poblemes adaptarme al nuevo estilo. Con el tiempo pasé a ser coordinadora de Cadena Dial.

¿Tuvo siempre claro que se convertiría en su trabajo?

Cuando empecé en Corbins estudiaba para administrativa, aunque no acabé los estudios. Fue todo tan natural que tampoco era consciente de que estaba haciendo carrera a la radio. Con internet y el digital han proliferado las radios amateurs y además puedes escuchar emisoras de todo el mundo, pero al mismo tiempo se ha perdido un tejido de radios locales y de barrio que en los años ochenta y noventa daban mucha vida. Corbins era semiprofesional y en Lleida había emisoras en Pardinyes o Cappont con una programación muy estable. De estos planteles han salido muchos profesionales que ahora están a primera línea de la radio o la televisión.

Parte de mi trabajo es que los invitados se sientan cómodos porque es la primera vez que salen a la tele

Ahora parece impensable que nadie pueda aspirar a trabajar en un medio de comunicación si no tiene un grado y dos master.

Yo soy muy inquieta, no he dejado nunca de formarme por mi cuenta y de leer mucho cada día, no sé ir a dormir si no es con un libro en las manos. Quizás no lo parece, pero tengo muchas dudas y los retos me hacen mucho respeto, pero siempre he sido muy curiosa y de cualquier tema he buscado siempre información para estar al día y poder hacer preguntas pertinentes. Cuando ya llevaba unos años a Cadena Dial me ofrecieron un programa semana que se llamaba Empresaris. De sopetón tenía que conducir un espacio de una hora en el cual se daba voz al tejido productivo de Lleida y se debatía sobre los retos y las problemáticas de los sectores económicos de las comarcas de Ponent. ¿Qué sabía yo de economía? Podía declinar la oferta o tirarme en la piscina, buscar mucha información, absorber el máximo de conocimiento posible y arriesgar.

¿Le propusieron alguna vez dar el salto a Barcelona o Madrid?

Un verano fui un par de meses a Cadena Dial en Barcelona. Ahora quizás sería diferente porque con el tren de alta velocidad se puede subir y bajar de Barcelona cada día, pero entonces era inviable y me tenía que quedar en dormir allí. El trabajo no estaba mal, pero yo soy una chica de barrio y aquella ciudad la veía demasiado grande y anónima. Parecerá una tontería: pensé que si me pasaba nada en medio del paseo de Gracia nadie me ayudaría. También coincidió en que empezaba a salir y no me gustaba pasar tantas horas sola en Barcelona. Lo comparaba con el Secà de Sant Pere- y me daba cuenta de que yo estoy más a gusto en una ciudad y un barrio que me siento mío y que tengo la sensación que conozco a la gente que me rodea.

Hace diez años que es una cara conocida de Lleida Televisió. ¿Dónde está la frontera entre conocer a la gente del barrio o ser conocida porque sale a la tele?

Hay gente que me saluda y a veces no sé quiénes son (río), supongo que lo hacen por inercia sin saber si me tienen vista del horno de pan o porque salgo a la tele. Una vez un señor me paró en un supermercado y me preguntó, todo extrañado, si yo también compraba como el resto de la gente. La mayoría, si te reconocen, no dicen nada. Somos un país de gente muy discreta. Lo que después pasa es que hay mucha gente que siempre acaba pasando por Lleida Televisió a ver qué hacen, y cuando una persona sale al Cafeína después se encuentra mucha gente que lo para para decirle que lo han visto.

¿Diez años no los aguantan muchos programas, cuál es el secreto?

Yo me lo paso muy bien y eso diría que se nota, y con los años también aprendes a tratar a la gente y darles aquella confianza que necesitan para enfrentarse a una entrevista en un plató. Cuando hacía radio era más íntimo, dentro de la pecera estás muy sola y eres sientes cómoda porque no tienes que estar pendiente de la imagen. Muchos invitados del Cafeína es la primera vez que hablan delante de una cámara; parte de mi trabajo es hacerlos sentir cómodos, y si yo no estuviera realmente interesada por aquello en que me tienen que explicar al final se notaría. Cuando ves que hay gente que baja del Pallars por una entrevista de un cuarto de hora, te das cuenta de que hacemos bien el trabajo y que Lleida Televisió la mira mucha gente.

Me siento mucho barrio, me gusta tener la sensación que conozco a la gente que me rodea y que encuentro cada día

¿Y usted quién escucha o mira? ¿Cuáles son sus referentes profesionales ante un micro?

A mí me gusta mucho Gabilondo, durante muchos años era la voz que se me hacía compañía en casa, con la típica radio que siempre había en la cocina.

¿Ya ha pasado a mejor vida?

Pues la verdad es que en casa todavía está, es el único aparato que resiste a la era digital.

Usted también ha sobrevivido.

En los noventa en las radios se pinchaba en vinilo y los anuncios se grababan en cintas abiertas que después cortábamos y enganchábamos a mano. Un día nos trajeron unos ordenadores de Madrid y nos dijeron que todo estaría informatizado. Con internet y los nuevos dispostivos han cambiado las maneras de consumir contenido. Los más jóvenes buscan en múltiples plataformas y miran lo que quieren y cuando quieren. Ya no están pendientes de la programación y eso es un reto para todos los medios, sean locales o nacionales. Fidelizar audiencias no es nada fácil, nosotros podemos aportar el valor añadido del hecho local.

¿Ha entrevistado miles de personas, tiene alguna pendiente?

La verdad es que hace muchos años que voy detrás de una señora que vive en Mollerussa y que tiene un pasado muy interesante, aunque de momento se me resiste. Esta mujer en los años sesenta era conocida como Gelu, una cantante yeyé que llegó a ganar varios discos de oro y a hacer giras por América. A mí lo que me gusta es escuchar y dar voz a historias que muchas veces pasan desapercibidas.