Boris Izaguirre: 'En la televisión se ha reducido el espacio para improvisar y decir nada políticamente incorrecto'

Antes de inaugurar el ciclo de conferencias Universos literarios en el CaixaForum, Boris Izaguirre se avino a hablar un rato con los medios. Con la naturalidad que lo caracteriza, explicó que no había venido nunca a Lleida y que su hombre, Rubén, que sí que conoce un poco la ciudad, le ha dado una lista de cosas imprescindibles que tiene que comprar. Cuando le preguntamos si se puede hacer público, confiesa que todo son productos cárnicos.

¿Aquí viene como escritor, cómo vive este tipo de encuentros?

Me hacen muy feliz, siempre es muy agradable tener oportunidades para conversar con los lectores. Es un diálogo bastante próximo y personal. Es maravilloso tener un poco de intimidad. Vivimos un tiempo en que nada es íntimo. Es como la nieve, que se ha convertido en un privilegio porque está desapareciendo. Creo que cada vez son más pequeños los espacios en los cuales realmente puedes estar tú mismo y expresarte sinceramente y naturalmente. Por eso me encantan estas conferencias, porque nadie me interrumpe y me puedo mostrar tal como soy.

Pues usted siempre transmite sensación de naturalidad, sea aquí o en la televisión.

Eso es una de las cosas más importantes que me transmitió mi madre y que siempre he procurado hacer: ella siempre me decía que no disimulara nunca quien soy ni como soy. Ella tenía miedo de que la sociedad me obligara a engañarme a mí mismo. Ahora, yo que vengo del mundo analógico, puedo confirmar que la tecnología no hace más que dominarnos y restarnos veracidad.

¿Es la parodia de las nuevas tecnologías y las redes sociales?

Jeff Bezos, fundador de Amazon, comunicó su divorcio con un texto tan sofisticado que era aterrador. Era perfecto, cada palabra utililtzada era tan increíblemente calculada y bien puesta, que te hacía pensar que sólo una máquina era capaz de escribirlo.

Su hábitat es la televisión. ¿Cómo ha cambiado?

Ana Pastor me invitó a un programa especial que hace sobre la televisión de los noventa. ¡Acepté porque era en directo, hacía tanto tiempo que no hacía! Cuando empecé en Crónicas Marcianas hace veinte años trabajábamos sin promter, ni micrófono ni estábamos obligados a quedarnos sentados todo el rato en una silla que nos dominara. Todo aquello ha desaparecido. Cuando menos a los programas que voy yo todo está guionizado, el espacio para la improvisación y el margen para poder decir cosas inesperadas y políticamente incorrectas se ha reducido enormemente. Ha desaparecido. También es verdad que muchos formatos han evolucionado y tienen un poder muy bestia. La televisión sigue siendo un medio muy potente.

El próximo proyecto es presentar Prodigios, uno talent show para Televisión Española.

Es un programa que ha tenido mucho éxito en países como Francia. Es un formato que la productora Shine Iberia quería hacer y ahora será realidad. Es verdad que es un concurso de talento, pero esta vez las disciplinas son un poco más rigurosas que en otros programas. Danza artística, lírica e instrumentos de orquesta. Todos tienen entre siete y diecisiete años. Se llamará Prodigios porque buscamos niños y adolescentes que destaquen de una manera excepcional. Esperamos que el programa los pueda ayudar en su carrera. El jurado es muy bueno, tenemos Nacho Duato a danza, Ainhoa Arteta a la lírica y Andrés Salado, que es un director de orquesta muy reconocido y terriblemente guapo, en los instrumentos.

De momento está de gira presentando Tiempo de tormenta. Todas sus novelas son muy personales, en esta ocasión incluso ha explicado un hecho, una violación, que sufrió cuándo era adolescente. ¿Por qué ahora hace pública esta historia?

Fue un hecho que marcó mucho la relación que tenía con mi madre y la novela va de eso, de nuestra relación. Era una cosa que me apetecía compartir con mucha gente. Al principio no tenía previsto explicarlo, el motivo de la novela era pensar que hay muchas madres como la mía y muchos hijos como yo. Eso me impulsó a escribir. Entonces se hizo evidente que saldrían a la luz episodios que fueron muy trascendentales dentro de una relación tan intensa. También fue muy peculiar. Como yo vivía en España la mitad fueron vía telefónica. A partir de esta distancia, la novela también se convirtió en una reflexión sobre Venezuela, que es la auténtica historia de la novela. Fue un verdadero striptease de lo que pienso de mi país de origen.

De la actualidad [hablamos poco antes de que Guadió se autoproclamara presidente] cada vez habla menos.

Es que ya no sé qué decir cuando me preguntan sobre mi país de origen cuando hace veintisiete años que no vivo allí. No me parece ético opinar sobre un lugar en el cual no vives y es fácil de criticar. Porque es verdad, hace más años que vivo fuera que dentro. Me marché porque se me hizo insoportable, no tenía futuro, no tenía trabajo y me pareció que si me quedaba en Venezuela no podría crecer.

Aquí, con el auge de partidos como Vox, parece que volvemos atrás. ¿Qué piensa de esta corriente que amenaza derechos conquistados?

Son la expresión de una realidad. Eso pasa porque los políticos no han tenido la madurez de enfréntate a cosas que pasan y nos afectan a todos. Me molesta que utilicen el color verde porque es mi color preferido y no me gustaría que nadie se confundiera si lo visto.