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Rocaviva es una red de senderos en el municipio de Lles de Cerdanya bordeados por más de 600 rocas graníticas de medidas diversas que han sido trabajadas desde el pequeño bajorrelieve en la talla profunda. Una obra inacabada, realizada a lo largo de 27 años por el artista y escultor Climent Olm. Predominan las caras, las figuras abstractas, los símbolos y los ojos que miran a todas las direcciones intentando comunicarse con el entorno.

Declarada ya hace un tiempo como Bien de Interés Cultural por los consejos comarcales de la Cerdanya y del Alt Urgell, la filosofía de Rocaviva se inspira, entre otras cosas, en los Derechos Humanos y la Carta de la Tierra, “cimientos para una sociedad global sostenible, capaz de conducir a una vida personal más satisfactoria y hacia un país y un mundo mejores. Se trata de cultivar valores, de potenciar una conciencia pacífica, ecológica, solidaria... y plenamente humana”. Este ha sido y es el motor de Rocaviva según su creador.

Es un lugar especial, lleno de energía. Lúdico y al mismo tiempo propicio para reflexionar y contemplar. Un espacio sorprendente en medio de la naturaleza que estimula la imaginación y facilita vivencias positivas y relajantes que ayudan a vivir con más autenticidad, salud, armonía y plenitud. Un museo sin puertas y sin medidas de seguridad.

De hecho, el planeta entero es una especie de laberinto inmenso. “También lo es la mente y la existencia humana. ¿Cuántas vueltas ha hecho la vida, la historia y cada uno de nosotros para llegar hasta donde estamos ahora”? Efectivamente, el pasado ha pasado y el futuro no ha llegado, existimos justo en el cruce. “Por eso el centro siempre está en uno mismo, cada instante, cada día, toda la vida.”

Si en un tótem, roca o tronco, se esculpen semblanzas humanas y si –sobre todo– estas tienen los ojos abiertos, la sensación de presencia se da todavía mucho más evidente. La materia despierta cobra vida, personalidad... Así, alzando tótems, el artista evoca el despertar y esculpiendo figuras dotadas de ojos, convoca una presencia que, por resonancia, activa la propia sensación de presencia. Contemplar largamente un tótem animado hace que el objeto se vuelva sujeto, deja de ser una cosa observada y se convierte en observador: te mira, y si con paciencia y desde el silencio escuchas con atención, a través de los propios pensamientos te habla. De esta manera se puede producir un intercambio de energía. Pueden surgir recuerdos, reflexiones, sentimientos... Es una experiencia que estimula el autoconocimiento. ¿Y como paso eso? El artista Climent Olm se ha servido de la simbología para estimular al visitante. Los ojos abiertos de muchas de las figuras, por ejemplo, indican vida y conciencia... A lo largo de los senderos se encuentran muchas miradas. El ojo es el espejo del alma, un portal mágico. El ojo fuera de contexto, en solitario, al centro de un triángulo o de uno mandala, representa el principio creador, la conciencia omnipresente. Es la mirada que todo lo ve. Inscrito dentro de un corazón, simboliza armonizar inteligencia y sentimientos: despertar, valorar, cuidar, amar...

Pero también los ojos cerrados invitan a reflexionar y meditar: a mirar adentro..., analizar y sentir la propia vida, a viajar hasta la raíz del pensamiento, para comprender y poder superar los obstáculos: inconsciencia, ignorancia, miedos. “solemos quejarnos de aquello que nos falta y valoramos poco aquello que tenemos y que, si prestamos atención, veremos que es mucho. Son muchas las cosas para agradecer y compartir en este mundo tan lleno de carencias, miseria y sufrimiento.”

También hay figuras con tres ojos. El tercer ojo, el centro energético situado en el entrecejo, es conocido desde tiempos pretéritos, especialmente en las tradiciones orientales. Simboliza la sabiduría que se genera observando adentro y afuera. Se asocia al despertar, al conocimiento, a la intuición... Se puede decir del tercer ojo que es la mirada del espíritu. “Todo tiene un fundamento científico, ya que la ubicación del tercer ojo se corresponde con la glándula pituitaria o hipófisis que, según la medicina, equivale a un potente ordenador principal que coordina el sistema endocrino y metabólico, reguladores de las principales funciones del cuerpo y del psiquismo,” explica al artista.

En el laberinto mágico también se puede reflexionar sobre la vida y la muerte. “Consecuencia directa de haber nacido, la muerte es la disgregación del organismo psicofísico. Identificados como estamos con el cuerpo, la certeza de tener que morir nos genera una inquietud considerable y mucho miedo. De hecho es la madre de todos los miedos y el origen de sectas y religiones, que prometen el paraíso o la reencarnación. Pero de hecho, la muerte es un interrogante, un misterio. Quien realmente ha muerto no vuelve para explicarlo.” Todo principio compuerta un final.

Si asumimos la evidencia de que el pasado no volverá y el futuro no ha llegado, veremos que la vida sucede ahora. Sabremos que vivir y morir son aspectos del mismo fenómeno vital, expresión constante de creación-mantenimiento-destrucción: condición básica de toda existencia en este planeta y seguramente en el universo.

La certeza de tener que morir lleva a reflexionar sobre la precariedad de la existencia y la vanidad de tanto egoísmo y pretensiones humanas. Eso ayuda a relativizar, da empatía, sabiduría, bondad..., y por lo tanto un respeto mayor por todo y para todos. “Porque no sabemos si mañana todavía estaremos, la muerte valoriza la vida, cada día, cada momento. Nada ayuda tanto a oír, a vivir intensamente la vida, como ser conscientes de la muerte”. También hay mandalas. “Son configuraciones geométricas centradas que delimitan un espacio equilibrado. Figuran el cosmos y la psique humana. Contemplar largamente uno mandala sirve para centrarse, equilibrarse, armonizarse con el Universo.”

Pero dos años después de abrirse al público este laberinto mágico, el espacio ha quedado abandonado. Un litigio familiar por la propiedad de la finca deja incierto el futuro de este espacio inédito en Cataluña y ha obligado el escultor a interrumpir su proyecto creativo en el cual ha invertido cerca de treinta años y a marcharse de su casa, llevándose, sólo, algunas de las obras de tamaño más pequeño. Climent Olm acompañaba a los visitantes y les hacía una visita guiada, que se podía alargar tanto como ellos quisieran. Cobraba una entrada de siete euros con la cual financiaba el mantenimiento del espacio. Ahora ha cedido las obras. Las de tamaño mayor, que continúan en el bosque de Mussa, son ahora de la Generalitat, y las más pequeñas, que se llevó en el momento de marcharse, quedarán depositadas en el ayuntamiento de la Seu, que se ha comprometido a conservarlas y a promocionarlas.

El artista cede también su casa a quien quiera hacer alguna estancia de unos o más días para conocer a fondo el museo. Es una cabaña de medida|tamaño pequeña escondida entre la vegetación, adosada a una roca. Privarse permite explorar a fondo Rocaviva, vivir el laberinto de día y de noche y, si se quiere, adentrarse en su extensa parte inexplorada.

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