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Los trapos sucios ya no (sólo) se lavan en casa
En un año han abierto a Lleida tres lavanderías de autoservicio y coinciden en que la cosa les va mejor de lo que esperaban. Los establecimientos están ubicados a cinco minutos los unos de los otros creando una especie de triángulo bermudeño entre el Clot de les Granotes, paseo de Ronda i Prado de la Riba en qué deben vivir los habitantes que hacen más lavadoras por cápita de la ciudad o bien dónde hay menos lavadoras en casa por familia.
Sea como sea, es un negocio que funciona. "Abrimos Dit i Fet con la idea de sacarme un sueldo mensual, era autoempleo, pero nos hemos sorprendido gratamente con la respuesta de la gente. Se ve que se necesitaba un servicio de lavandería de calidad y ahora ya somos tres personas trabajando a jornada completa”, explica la propietaria del local de Prat de la Riba, Judit Manresa.
La Isabel Guzman, que gestiona en solitario el Safareig de Ronda, cree que “Lleida era, quizás, la única capital donde no había un servicio de lavandería. En casa nos planteábamos alquilar este local y les propuse probar suerte con este negocio que me permite conciliar la vida familiar y laboral”. En el lavadero de la Isa, como la llaman sus clientes, todo funciona con domótica: luces, lavadoras, las persianas... todo menos poner la ropa en el tambor. “Un día me llamó un cliente que estaba todavía a dentro y se le habían empezado a apagar las luces y a bajar la persiana de la lavandería. Lo solucioné desde el móvil, desde donde puedo mirar lo que está pasando en el local. Estoy disponible todo el día, aunque no esté”, dice a Isabel. Igual que ella, el Julián Pérez, de Colada Exprés, en la calle Pallars, está siempre disponible en el teléfono de nuevo de la mañana en diez de la noche, pero pocas veces se lo ve en la lavandería.
El modelo de Dit i Fet es diferente ya que, aunque está el autoservicio, se centran en el servicio de lavado, secado y doblado por 10 euros, por un poco más hasta todo te llevan a casa. “Hay familias con hijos que nos traen la ropa cada semana. Es un ahorro de tiempo. Piensa que les doblamos la ropa y la distribuimos por tallas, prácticamente es llegar a casa y colocarla en el armario”, explica Judit, que apunta que el autoservicio se incrementa la cabeza de semana. “Vienen aquí con su ordenador, porque tenemos wifi gratuito, y se esperan cómodamente la media hora de la lavadora”, explica.
En la calle Pallars, los clientes no se esperan en el local. Justo cuando llegamos sale por la puerta el Sam, un fisioterapeuta que tiene la consulta en el Clot de les Granotes, que conoceremos 15 minutos después, justo cuando vuelva a entrar para sacar la ropa de la secadora. “empecé llevando las toallas de la consulta y viendo que era tan práctico, añadí la ropa de deporte, y ahora ya no pongo ni una lavadora en casa”, explica. Reconoce que es una inversión importante de dinero, unos 10 o 15 euros semanales aproximadamente, pero le compensa. “no tengo que esperar en casa que acabe la lavadora y extenderla y que se seque, tener en medio la ropa, ya que hoy día la mayoría vivimos en pisos pequeños y en invierno la ropa la tienes que extender dentro de casa... Así que yo ahorro tiempo en lavadoras que prefiero destinar a mis amigos, a hacer deporte y a cualquier otra cosa que me aporte más”.
Isabel del Safareig señala que “aunque hay clientes de todo tipo, es verdad que hay un poco más de hombres solteros. Separados también”. Otro perfil es el de los estudiantes. Anna estudia un master en Lleida y comparte piso en la zona de paseo de Ronda. “se nos ha estropeado la lavadora y lo pruebo hoy por primera vez”, nos dice. La Isa, que lo está enseñando a hacer ir la central de pago a través de la cual se activa la lavadora, explica que tiene una cliente que empezó así, por una avería, pero que no se ha vuelto a comprar lavadora.
En las películas norteamericanas nos tienen habituados a la escena en que el protagonista lleva la ropa en la lavandería, donde a menudo pasa que se enamora o conoce gente interesante. Quizás los fines de semana, las lavanderías de Lleida se acercan en la imagen americana, sobre todo en la Colada Exprés se hacen colas y es necesario pedir turno. Para evitar problemas, los mismos usuarios han establecido normas como no sacar la ropa de una lavadora que ha acabado si no es tuya. Así, Ana Ramírez me explica que ha tenido que poner una lavadora de más kilos de los que necesitaba porque alguien se había despistado y no estaba allí cuando había acabado la de los 12 kilos. Ana ha llevado los edredones porque en la lavadora de casa no le caben y en la tintorería le sale más caro.
Por lo visto, los leridanos se encuentran bien haciendo la colada fuera de casa. Aunque aquí tenemos muy arraigado el sentido de la propiedad, quien sabe si este triángulo bermudeño que se ha creado en un año es el inicio de un movimiento cultural que acabará, como pasa al resto de países europeos, con la construcción de promociones de viviendas con lavandería comunitaria.