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Ciudadanos del circo

Por muchas veces que uno vaya al circo, no deja de preguntarse de qué pasta están hechos los artistas que trabajan en él y que les permite ser nómadas y felices en el sacrificio. Aprovechando la visita del Circo Histórico Raluy a Lleida, nos hemos acercado a conocer cómo son los ciudadanos que viven bajo una carpa, que huyen de las etiquetas.

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"La gente da demasiada importancia a tener raíces, los ciudadanos del circo no tenemos y no importa. Nos sentimos cómodos considerándonos personas y artistas sin más etiquetas”. Lo dice William Giribaldi, el segundo de a bordo del Circo Histórico Raluy que hace un espectáculo de malabares y que nos acompaña una mañana de febrero por el circo museo creado por Carlos Raluy, maestro de ceremonias del espectáculo de dos horas en el cual participan unas 40 personas.

William es italiano de nacimiento, pero siempre ha vivido en el circo, que dice que es “como un pueblo de medio centenar de personas. Cada uno tiene su casa y se organiza cómo quiere, lo que pasa es que tenemos en común el trabajo, que es también nuestra pasión”, explica con un buen castellano salpicado de palabras inglesas, alemanas y expresiones italianas. Estas son algunas de las lenguas que se pueden escuchar en este pequeño pueblo de origen catalán (la familia Raluy es de Sant Adrià del Besòs) de 14 nacionalidades, entre las cuales destacan la catalana, rusa, ucraniana, rumana, italiana e inglesa. Aunque la declaración sobre la consideración de ciudadanos de circo desarraigados de William es, seguramente, la que compartirían muchos artistas circenses lo cierto es que ha habido un cambio en la población.

DETRÁS DEL ESCENARIO. El circo funciona como un engranaje perfecto en el cual todo tiene su tempo.

“El Circ du Soleil ha contribuido a cambiar el chip de la gente, que en buena parte de España todavía considera el circo un espectáculo infantil por falta de conocimiento. En Catalunya no pasa tanto. El cambio de visión sobre esta disciplina artística ha hecho que cada vez más gente sin tradición circense familiar se dedique. Estos sí que quizás tienen más necesidad de volver a casa, considerándola allí donde ha "crecido”, dice William sentado en una de las mesas de la cafetería del circo.

La caravana que funciona de bar y cafetería, como el resto de viviendas del Circo Histórico Raluy, es original de los primeros circos de la historia que ha recuperado y restaurado Carlos Raluy. “Mi padre ya empezó a comprar alguna y yo seguí la afición que se acabó convirtiendo en el actual circo histórico y museo con el cual pretendemos hacer un homenaje al circo antiguo, de antes,” nos explica Carlos. La mayoría de caravanas son alemanas, aunque muchas de las que existieron, al ser de madera, las aprovecharon para hacer fuego y calentarse durante la Segunda Guerra Mundial, según explica Carlos.

Después de hablar con él, nos dirigimos a la carpa, donde están ensayando las hermanas Kimberley y Jillian Giribaldi Raluy, la cuarta generación Raluy, que hacen un número de juegos de Ícaro único en el mundo, ya que son las únicas chicas que lo representan. Su singularidad y profesionalidad las ha llevado a ser el próximo fichaje del circo de invierno de París, donde actuarán con tan solo 19 y 17 años. “Es un sueño para muchos artistas de circo y ellas lo han conseguido muy jóvenes. Es un orgullo para mí y una recompensa para ellas, que trabajan duro desde los siete años,” explica Rosa Raluy, madre de las chicas. Kimberley y Jillian se compenetran tan bien que durante el entrenamiento no tienen necesidad de intercambiar ni una palabra y, a pesar del riesgo de sus ejercicios, que pueden tener consecuencias fatales al mínimo error, lo llevan tan dentro que se pueden permitir incluso tararear las canciones que ambientan el entrenamiento. Mientras ellas ensayan, Álex repasa la pintura de las letras Raluy, las primeras que se iluminan cuando empieza el espectáculo.

EXPERIENCIA. UN HOTEL PARA VIVIR EL CIRCO Inspirado en las constantes peticiones del público de conocer cómo es la vida en el circo, Carlos Raluy creó el hotel Raluy hace cinco años. Por 200 euros, hasta cinco personas pueden pasar dos días compartiendo el día a día del circo. El precio incluye el espectáculo, así como un pase para estar detrás del escenario compartiendo el tempo del circo con los artistas protagonistas. Durante el día, los usuarios del hotel pueden entrar en la carpa para presenciar los ensayos. Carlos Raluy explica que “muchos de los que han venido al hotel repiten cuando estamos en su ciudad de nuevo”. La caravana del hotel es, como el resto que traslada el circo de un lugar al otro, una original hecha de madera y restaurada. Quizás porque en Lleida nos ha venido de nuevo, no se ha atrevido nadie a pasar la noche en el circo... esta vez. NIÑOS. En el circo Raluy hay cuatro niños, dos hijos de Sandro Raluy y dos más del hombre forzudo, Artur Robin.

HISTORIA. UN SUEÑO HECHO REALIDAD El Circo Histórico Raluy, que ha visitado Lleida en febrero, tiene los inicios en el Circo Ringland, de Lluís Raluy Iglesias. Lluís trabajaba en una fábrica en Sant Adrià del Besòs, pero tenía un sueño, ser hombre de circo. Un día, uno de los trapecistas del cuarteto que actuaba en la ciudad abandonó el espectáculo y les hablaron de él, que no dudó en enrolarse en el circo. Desde 1930 hasta 1960, él, su mujer, Marina Tomás, y sus cuatro hijos, Lluís, Carlos, Eduardo y Francis, fueron familia de circo hasta que en 1973 crearon su propio circo, Ringland, que daría paso al Raluy de aire vintage. El año pasado, la familia se divide dejando paso al Histórico Raluy, de Carlos, y el Legacy, de las hijas de Lluís, el hermano mayor. CARLOS RALUY. Ideólogo y creador del Circo Histórico Raluy.

HOMBRE BALA. Lluís Raluy, padre del propietario del Circo Raluy, protagonizó atracciones como el hombre bala y el increíble salto mortal en automóvil. Podéis ver una actuación en Chipperfield (Inglaterra) del año 1951.

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