ENTREVISTA HISTORIA
«En 1759, gran parte de Catalunya se había reconciliado con los Borbones»
El leridano, Premio Nacional de Historia de 2015, publica la exhaustiva biografía “Carlos III. Un monarca reformista” coincidiendo con el 300 aniversario del nacimiento de este rey, clave en la historia de España
Algunas tendencias historiográficas priman la historia colectiva frente a la de los grandes personajes. En cambio, usted en este libro analiza incluso los aspectos más íntimos de Carlos III.
La historiografía inglesa siempre ha hecho grandes biografías, y la francesa, quizás más reticente, se dio cuenta de que la historia de la economía o la demografía es compatible con la de los grandes personajes. No se puede escribir solo la historia desde los hechos de masas, hay que hacerlo también desde la individualidad. En los reyes absolutistas, estudiar su figura es básico, porque sobre ellos recaía una parte sustancial del poder.
Este año se ha cumplido el tricentenario del nacimiento de Carlos III. ¿A qué atribuye que no haya habido grandes actos institucionales para conmemorarlo?
Ha habido un cierto letargo y de pronto, sociedad e instituciones se han despertado y organizan congresos y exposiciones. Es verdad que frente al bicentenario de su muerte en 1989, en que el Gobierno socialista se implicó para reivindicar que eran los herederos del proyecto reformador e ilustrado de Carlos III, ahora la posición institucional ha sido mucho más tibia.
¿Y por qué cree que ahora hay este despertar?
Porque por parte de algunos se ha tomado conciencia de que estaba pasando desapercibido el tricentenario del nacimiento de uno de los reyes más importantes de la historia de España..
¿Es comparable Carlos III con algún político actual?
No es comparable con nadie. Sí hay un concepto que se podría comparar, que es la reforma de España. Carlos III vino a significar, como ya habían hecho Felipe V y Fernando VI, la necesidad de mirar hacia dentro tras el fracaso del Tratado de Utrech, de regenerar la monarquía, reformar la sociedad y fomentar la economía. Ahora, algunos, entre los que estoy yo, piensan que es un momento para emprender la tarea de reformar España. La tesis fundamental del libro es un intento ecléctico de aunar las dos grandes posiciones historiográficas: la de raíz marxista, que sostiene que el rey y sus ministros solo querían reformar el Antiguo Régimen para que siguiera vivo; y la liberal, que enfatiza lo positivo como el crecimiento económico y cultural o la regeneración social. Creo que Carlos III representa las dos cosas al mismo tiempo. No quería cambiar el Antiguo Régimen, pero quería reformar España e hizo cosas positivas.
Al volver a España para ser coronado, Carlos III entró por Barcelona y tuvo una gran acogida. ¿Cree que los primeros Borbones están peor vistos en Catalunya ahora que 45 años después de 1714?
Entrar por Barcelona fue una decisión política, pero su madre, la reina regente Isabel de Farnesio, mandó apostar 20.000 soldados en Catalunya. No obstante, es verdad que la Catalunya y la Barcelona de 1759 habían hecho un proceso de olvidarse del austriacismo, la burguesía había pactado con los Borbones los Tres Cuerpos de Comercio de Barcelona, el recuerdo de la guerra era cada vez más vago y había una Catalunya que progresaba económicamente y que veía en los gobiernos borbónicos un signo de modernidad y de progreso para sus negocios. El recibimiento fue espectacular y creo que sincero. Eso no supone que la sociedad catalana olvidara que tenía una lengua, cultura e historia propias. Sin abandonar la identidad catalana, en buena parte de Catalunya se había producido un proceso de reconciliación con los Borbones.
Parece que el actual proceso soberanista lo ve de otra forma.
Hablar con los políticos sobre este asunto es dificilísimo, porque hacen unas interpretaciones a veces incomprensibles para los científicos. Cuando hablamos los científicos nos solemos entender. Creo que lo que se debería imponer para entender la Catalunya del XVIII es la ciencia, y decir que fue un gran siglo para Catalunya económica, social y culturalmente me parece una obviedad que han demostrado muchos historiadores. Y junto a ello decir que el austriacismo dejó de tener presencia en la sociedad catalana,también.
En la única reunión de las Cortes con Carlos III, los representantes de la Corona de Aragón le presentaron un “memorial de greuges” al que hizo caso omiso.
El memorial de 1760 lo presentan autoridades catalanas borbónicas sin ninguna gana de que acabe el absolutismo. Lo primero que dicen es que si Felipe V unificó los reinos para que catalanes y castellanos pudieran disfrutar de los cargos públicos en igualdad, constatan que eso no pasa y piden al Rey que se cumpla que los catalanes tengan acceso a los puestos centrales y los demás españoles, a cargos catalanes. Lo segundo que dicen es que el poder que se atribuye a los municipios no es suficiente y se deteriora la figura de los regidores nobles, y lo que piden es que se haga caso a las antiguas formas de gobernar el municipio catalán, que para ellos son más efectivas. Por eso dicen: en una única monarquía no pasa nada si tiene unas reglas municipales distintas para gobernarse.
Se ha dicho que es una prueba de que no había tanta paz social.
Disiento de esa interpretación. Son unas Cortes en medio del absolutismo ilustrado pujante, son gente borbónica y lo que piden es que les dejen participar más en los órganos de la monarquía y un gobierno municipal quizás más acorde a las leyes antiguas de Catalunya porque será más eficaz, pero no estaban en contra del rey y del absolutismo.