SUCESOS INVESTIGACIÓN
Las pruebas de ADN incriminan al encarcelado por el crimen de Acadèmia
La funcionaria tenía restos del operario de fibra óptica en una mano y el pantalón
Las pruebas de ADN han incriminado al encarcelado por el asesinato de la funcionaria de Enseñanza Amparo Soler Betés en un piso de la calle Acadèmia de Lleida. Según ha podido saber este diario, los análisis han determinado que la víctima tenía restos biológicos del sospechoso, un operario de fibra óptica, en una mano y el pantalón.
Amparo Soler Betés, la funcionaria de Enseñanza asesinada en su vivienda de la calle Acadèmia el 17 de febrero del año pasado, tenía restos biológicos de Jordi Lanuza Rubinat, el instalador de fibra óptica de 43 años encarcelado desde junio del año pasado como presunto autor del crimen. Así lo han determinado las pruebas de ADN que se han practidao en la investigación del caso, según han informado fuentes solventes a este periódico. Cabe recordar que agentes de la Policía Científica de los Mossos d’Esquadra hallaron perfiles genéticos masculinos en la mano izquierda y en la parte trasera del pantalón de la víctima. Los Mossos también cogieron, con su permiso, una muestra de ADN del investigado que fue enviada al Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid para cruzarla con los restos hallados en el cuerpo de la víctima. Los resultados han sido positivos, según han revelado estas mismas fuentes.
De esta forma, las pruebas del ADN se convierten en otro indicio que incrimina al instalador de fibra óptica, que siempre ha negado ser autor de un crimen del que el próximo miércoles se va a cumplir un año. Lanuza no fue detenido hasta meses después pese a que siempre fue el principal sospechoso para los Mossos, que ya lo interrogaron horas después del homicidio.
El próximo miércoles se cumplirá un año del crimen aunque el acusado no fue detenido hasta junio
La compleja investigación policial arrojó un alud de indicios contra Lanuza, que incurrió en varias contradicciones. Los investigadores determinaron que el detenido acudió a casa de la víctima, de 61 años, situada en el número 12 de la calle Acadèmia, un mes antes del crimen (13 de enero) para instalarle la fibra óptica. En ese momento, el acusado se ofreció a la víctima para configurarle el ordenador que la mujer tenía previsto comprarse. Un mes después, la víctima le llamó para pedirle que fuera a su casa a configurar el portátil y quedaron para el día 17 de febrero.
Las cámaras de seguridad revelaron que la víctima llegó a su casa a las 14.16 horas y que solo un minuto después el acusado aparecía en el portal, pese a que él afirmó que acudió al piso hasta las 14.30 horas y que, como nadie le contestó al interfono, se fue, llamó a la víctima desde el coche y le dijo que no había podido localizarla. Sin embargo, un vecino señaló a los Mossos que vio cómo el acusado entraba en la vivienda, por lo que se deduce que esta le estaba esperando, lo que explicaría que la puerta no estuviera forzada. Lanuza salió a las 15.04 horas, por lo que estuvo unos 34 minutos dentro del piso. Además, un testigo declaró que hacia las tres de la tarde escuchó un golpe seco y un gemido proveniente del piso de la víctima Según el informe forense, la muerte de la funcionaria se produjo entre las 14 y las 18 horas. Otra contradicción es que el acusado fue al lugar con la furgoneta de empresa y no con su coche particular como declaró ante la policía. De hecho, en el primer vehículo es donde se encontraron posibles restos de sangre en la puerta y en el asiento del conductor. Otro indicio es que Lanuza dio a los agentes una chaqueta que no llevaba el día del crimen. En cambio, no se han encontrado ni el ordenador ni el arma homicida.