ENTREVISTA UNIVERSIDAD
«Lo que pasa en Catalunya sería comparable a octubre de 1934»
Manuel Lladonosa, catedrático de Historia Contemporánea ya jubilado, es el primer miembro de la Universidad de Lleida (UdL) que recibe la Medalla de Honor de la Xarxa Vives d’Universitats, que aglutina a todas las universidades de territorios de habla catalana. Este galardón no solo valora la trayectoria académica, sino también la cultural y cívica. Lladonosa fue uno de los artífices de la creación de la UdL, fue fundador y presidente del Ateneu Popular de Ponent, presidió Creu Roja y tiene la Creu de Sant Jordi de la Generalitat.
¿Cómo valora ser el primer representante de la UdL que logra este galardón?
Cada universidad presenta sus candidatos y que sea el primero de la UdL me halaga.
En la concesión del premio se destaca su implicación en la creación de la UdL. ¿Cree que ha cumplido las expectativas que había entonces?
Creo que sí. Entonces, la meta era conseguir la universidad y no se pensaba mucho en cómo sería después. Sí que pensábamos que sería un factor muy importante para dinamizar el territorio y que ayudaría a democratizar la enseñanza. Creo que se ha conseguido porque ha hecho que la gente se quede en el territorio. Antes la gente iba a estudiar a Barcelona y no volvía. Fijar una intelligentsia ha sido muy importante.
¿Cómo surgió la idea de tener una universidad?
Siempre había como una nostalgia por la la antigua UdL. El mismo IEI la reivindicaba, y también la de Cervera. En los años sesenta cada vez más gente estudiaba en la universidad y en 1968, cuando se implantó Derecho en Lleida, se habló de que habría una nueva universidad en Catalunya, que acabó siendo la Autónoma, y hubo peticiones para hacerla en Lleida. Finalmente se crearon delegaciones de la UB y la escuela de Agrónomos. Nuestra generación, con personas como Víctor Siurana, Emili Junyent o Ramon Morell, tenía una idea de regeneración y creía que en la medida en que se cohesionaran o llegaran a ser una universidad renovarían la vida cultural y profesional.
¿Considera que la ciudad, el territorio y la sociedad de Lleida se han hecho suya la universidad?
Quizás la sociedad de Lleida no ha terminado de asumir todo lo que significa la universidad. Hay más colaboración de la que parece, pero también hechos como que a la hora de crear cátedras de economía son empresas de fuera o las instituciones las que las promueven. Esto refleja las características del modelo económico leridano, con un tejido extenso en el que hay muchas iniciativas, pero que a veces parece que le cuesta hacer suyos proyectos ambiciosos.
Usted ha participado en estudios sobre cómo debe ser la universidad en el siglo XXI. ¿Qué papel debe tener la UdL?
Estamos en una sociedad de las nuevas tecnologías con exigencias profesionales cada vez más exigentes y cambiantes, y la universidad debería ser un espacio que pensara más globalmente, no solamente en qué profesionales debe formar, porque esto podría hacerlo una entidad empresarial. Debe pensar en la sociedad en su conjunto y hacerse eco de los grandes problemas.
Una universidad que atienda bien esta globalidad en la formación humana y ciudadana generará un segmento social más creativo y con nuevas ideas.
Como historiador, ¿considera que se sigue manipulando la historia con finalidades políticas cuando ya han transcurrido tantos años desde el franquismo?
La creación de tantas universidades ha estimulado la investigación local, lo que ha supuesto una renovación muy importante de la historia de los territorios. Pero sigue existiendo un uso de la historia a un nivel más político que mantiene los tópicos. Cuando alguien habla de que la historia se manipula, lo que querría es que se siguiera imponiendo un discurso centralista. Los que preconizan la recentralización política lo querrían, pero la historia no muestra esta realidad, es como un periódico, donde hay de todo. Por ejemplo, ¿no es historia de España el reino de Granada, la cultura andalusí, Rosalía de Castro, Espriu o los jornaleros andaluces que se rebelaron contra la oligarquía?
¿Ve comparable la actual situación de Catalunya con otros momentos históricos?
Se podría comparar, aunque es diferente, con lo que pasó el 6 de octubre [de 1934, cuando Companys proclamó la República Catalana]. Aquello fue más duro. Algunos dicen que lo de ahora ha sido simbólico y la represión es menos dura que la de después del 6 de octubre. Pero sí que hemos tenido bastantes momentos en la historia de Catalunya en que los procesos no han acabado bien y quizás habría que estudiar cuándo un movimiento tiene éxito o fracasa.
El actual ¿puede tener éxito?
No lo sé, el futuro no está escrito, pero la historia muestra que cuando los catalanes han querido luchar solos contra el resto del Estado han fracasado, no ha salido bien. Pero cuando han optado por una estrategia al estilo de Prat de la Riba, paciente y tenaz, y sobre todo, cuando ha habido una coyuntura general favorable, como en 1931 o 1977-79, se han conseguido cosas. Algunos dirán que no es demasiado. En 1934 también decían que lo logrado en el Estatut de 1932 no era demasiado, pero el hecho es que el Estatut es una institución de autogobierno y ahora se está hablando de recuperar este autogobierno.
Usted participó en la comisión para informar sobre los nombres de calles de Lleida vinculados con el franquismo. Personalmente, ¿cree que hay que retirarlos?
La idea general es que los nombres franquistas se deben retirar, pero hay que mirar bien cada caso. Mi padre [Josep Lladonosa] creía que Luís Besa se merecía una calle por su trayectoria y porque no hay pruebas de que participara en el golpe de estado; o Nadal Gaya, que tiene un currículum suficiente para ello. Algunos protagonizaron la vida política leridana en épocas muy oscuras y está muy claro. Un ejemplo es el de los hermanos Recasens, que por otro lado fueron ejecutados, cuyo único mérito es haber participado en un golpe de estado contra la República. Que den el nombre a una calle no es adecuado.
¿Qué es lo que recuerda con más cariño de su trayectoria?
En su momento, participar en el Reagrupament de Josep Pallach en la época de democratización y recuperación del autogobierno. También en instituciones culturales y sociales como Òmnium, Creu Roja y, sobre todo, el Ateneu Popular de Ponent. Pero lo que me ha gustado más y me ha llenado más ha sido la enseñanza, el contacto con los estudiantes.