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Dos décadas de los Mossos d'Esquadra en Lleida, un modelo para Catalunya

Mandos explican que Ponent fue “un banco de pruebas” para el despliegue integral

Los cuatro mandos policiales ante la comisaría de los Mossos.

Los cuatro mandos policiales ante la comisaría de los Mossos.AMADO FORROLLA

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En el año 1983 salió la primera promoción de los Mossos d’Esquadra, aunque su despliegue en Catalunya no se completó hasta 2008. En la Regió Policial de Ponent, la llegada se produjo en 1999. La experiencia en Lleida fue “un banco de pruebas” para la evolución del cuerpo, aseguran mandos policiales leridanos dos décadas después.

Este año se cumplen 20 del despliegue integral de los Mossos d’Esquadra en Lleida. El traspaso de competencias de la Guardia Civil y Policía Nacional se formalizó el 31 de octubre de 1999 con la inauguración de la comisaría de la capital del Segrià. Dos décadas después, cuatro de los mandos actuales del cuerpo en Lleida, que en aquel momento también ocupaban cargos de responsabilidad, afirman a SEGRE que la experiencia en Ponent fue “un banco de pruebas” y “un modelo” para el despliegue integral de los Mossos d’Esquadra en el resto de Catalunya, que no se completó hasta 2008 en las regiones policiales del Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre. Cabe señalar que las comarcas de Lleida están divididas en dos regiones: Ponent (Segrià, Noguera, Urgell, Segarra, Pla d’Urgell, Les Garrigues) y Pirineu Occidental (Val d’Aran, Alta Ribagorça, Pallars Sobirà, Pallars Jussà, Alt Urgell y Cerdanya). El Solsonès forma parte de la Regió Central, con sede en Manresa.

“La gran mayoría de agentes teníamos experiencia previa en lugares como Ripoll u Osona, pero aquello era volver a trabajar con competencias plenas en nuestra casa, eso fue el gran hecho diferencial”, explica el actual comisario y jefe la Regió Policial de Ponent, Xavier Monclús. Él fue el primer jefe del Àrea Policial Bàsica (ABP) Segrià-Garrigues-Pla d’Urgell y recuerda que “uno de los aspectos más positivos era el conocimiento del territorio por parte de los agentes, ya que alrededor del 80% eran originarios de las comarcas de Lleida. La ilusión era máxima”. Uno de los grandes retos era el de velar por la seguridad de la capital del Segrià, que entonces contaba con más de 112.000 habitantes. Los Mossos solo tenían la experiencia de Girona como gran ciudad, pero con unos 40.000 ciudadanos menos. “Lleida es la capital de referencia de la Catalunya interior con gran entorno rural y era un gran desafío”, recuerda Monclús. Por su parte, Roderic Moreno añade que “hay que tener en cuenta que todo estaba por hacer, no había modelos a copiar, implantamos muchos de los recursos y métodos antes que nadie”. En el 99, Moreno era el subjefe de la ABP. El inspector Benedicte Castilla explica que “dividimos la ciudad de Lleida en sectores junto con la Guardia Urbana, con la que hubo una gran coordinación”. Precisamente esta colaboración “fue un modelo que se aplicó en el despliegue posterior en el área metropolitana de Barcelona”, añade Monclús. En investigación, por ejemplo, trabajaron codo a codo con la Policía Nacional un año para hacer la transición, lo que el comisario afirma que “también se repitió posteriormente en el resto de Catalunya”. Otra de las competencias que asumieron fue el control de tráfico. El actual jefe de esta unidad en Ponent, el inspector Jordi Batista, afirma que “era una gran responsabilidad y fue difícil”. Hace dos décadas, en la provincia se registraban casi un centenar de muertes de accidente de tráfico al año por las 40 de media que se dan actualmente. “Un agosto hubo unos 15 fallecidos, fue tremendo” añade Batista. También innovaron. Los Mossos fueron, por ejemplo, la primera policía en España en hacer controles de drogas.

En dos décadas, se ha pasado de casi un centenar de víctimas al año a menos de la mitad

La experiencia previa en otras zonas de los agentes, la gran mayoría leridanos, fue fundamental

El despliegue generó expectación entre la ciudadanía. “Nos miraban con lupa”, afirman. Los mandos ponen de ejemplo, como gran prueba de fuego, la resolución del primer crimen en el que trabajaron. Se produjo en marzo del 2000, apenas unos meses después de su llegada a Lleida. La víctima era el jubilado Llorenç Solbes y detuvieron a Albert Calderó, que fue condenado a 30 años de cárcel. “Inicialmente fue una desaparición. La víctima estaba enterrada en cal viva”, asegura el inspector Moreno. En orden público, el trabajo fue complejo. “Recuerdo un año en el que se juntaron Aplec del Caragol y un partido Lleida-Atlético de Madrid, que llevaba a aficionados radicales”, comenta Castilla. A nivel judicial hubo cambios como las diligencias en catalán o la aplicación de nuevos protocolos y, aunque se registraron reticencias, aseguran que el resultado fue positivo con creces.

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