LLEIDA
Sin trabajo y sin techo
La llegada de inmigrantes sin empleo ni alojamiento que acampan en la calle complican la convivencia en el Barri Antic || Los vecinos lamentan que nadie soluciona un problema endémico
Nueve de la mañana en la Casa de Fusta de la calle Cavallers, en el Centro Histórico. Mali, un senegalés de 33 años, sostiene un café mientras el resto de sus compañeros hacen cola para cargar sus teléfonos móviles en un enchufe cercano que sobresale de un edificio. Él es una de las miles de personas que han venido a en busca de trabajo en la campaña de la fruta de Lleida, pero, al igual que un centenar, se encuentra sin trabajo y durmiendo en la calle. “Llegué el 11 de mayo junto con otros cinco amigos desde Andalucía y no ha habido manera de encontrar trabajo”, lamenta Mali mientras se acaba el café sentado en una de las repisas de la Casa de Fusta, junto con cuatro amigos. Su principal obstáculo para encontrar un trabajo es muy simple: no tiene papeles. “Sabía que sería un problema, pero no imaginé que fuera tan grande porque al final siempre encuentras algo, nos dijeron que aquí se necesitaría mucha mano de obra, pero vemos que lo exageraron, nos engañaron y ahora estamos aquí sin nada y en la calle, ojalá pudiera pagarme una habitación, pero ahora mismo no me queda otra”, asegura. Su situación es la misma que muchos de sus compañeros, que vinieron desde otros puntos del Estado, a pesar de que teóricamente el estado de alarma les impedía hacerlo, convencidos de que aquí podrían trabajar.
“Lo cierto es que las patronales agrarias fueron muy alarmistas e incluso algunas entidades aseguraron ante los medios que si venían se regularizaría la situación de los temporeros”, señala Gemma Casal, de la plataforma Fruita Amb Justícia Social. “Ahora vemos las consecuencias, pero no todos los que están en la calle están desempleados o no tienen papeles”.
“He sido padre hace poco y necesito trabajar de lo que sea, dormiré donde pueda”, dice un temporero
Los asentamientos de personas sin techo en las calles del Barri Antic se han convertido en una constante verano tras verano y los vecinos los ven con tristeza e indignación. “Es una vergüenza y es denigrante lo que cada año sucede en Lleida”, critica Oscar Lanza, de la plataforma vecinal Som Veïns. “Necesitan un espacio digno porque esta situación les perjudica a ellos y a los vecinos, que ya tenemos muchos problemas en el barrio”, afirma. Y es que subraya que la suciedad, el tráfico de drogas y la exclusión social reinan en el Barri Antic, que antaño era un centro de actividad comercial, por lo que los vecinos se están movilizando tanto para mejorar la vida de los acampados en la calle como la de los residentes en el barrio. “Necesitan un alojamiento en condiciones y nosotros una serie de actuaciones, porque al final acabará siendo insoportable vivir aquí”, añade Lanza.
El descenso a los infiernos del Barri Antic es un problema que se arrastra desde hace años sin que los sucesivos gobiernos municipales hayan logrado remediarlo, a pesar de todos han proclamado que era uno de sus objetivos. Lo mismo dice el actual, a pesar de que los vecinos que se manifestaron el viernes denuncian su inacción. “Queremos recuperar el Barri Antic, pero las cosas no se solucionan de un año para otro”, justifica la teniente de alcalde y portavoz municipal, Jordina Freixanet, que añade que “estamos descentralizando los servicios sociales como la oficina de temporeros, que hemos puesto en el pabellón 3 de la Fira, en Cappont”. Este pabellón no convence a muchos de estos aspirantes a temporeros que actualmente solo son “sin techo”. “Yo pasé una noche allí y no volví, solo utilizo la consigna y las duchas y prefiero descansar con conocidos en la Casa de Fusta”, dice Mali. Y es que también es un hecho que algunos temporeros prefieren dormir al raso para enviar todo el dinero a sus familias antes que pagarse una habitación, explican algunos temporeros y corroboran fuentes del sector agrario.
A las seis de la tarde abre la oficina de temporeros de Cappont y Ahmed, un marroquí de 41 años, espera en la puerta. Ha encontrado trabajo a través de una empresa de trabajo temporal (ETT), que le da un sueldo pero no un techo, y tiene que pernoctar en el pabellón hasta cobrar y encontrar una habitación. “Estuve en Andalucía y vine en tren a Lleida porque necesito trabajar como sea, mi familia está en Tarragona y he sido padre hace poco, trabajaré de lo que sea y dormiré donde pueda por ella”, comenta entre lágrimas. “Ojalá hubiera un albergue, pero por ahora tendré que dormir en el pabellón”, añade instantes antes de entrar. La historia de Mali y Ahmed no es, por desgracia, ni nueva ni sorprendente en Lleida. Desafortunadamente, es el calvario de cada temporada.