SEGRE

ESNOTICIA

¿Un mundo sin besos?

Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia ha comportado cambios sociales que pueden llegar a ser permanentes || Entre el miedo al rebrote y la falsa sensación de invulnerabilidad cuando se cumplen cien días del confinamiento

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.COMUNIDAD CORREGIDOR ESCOFET 72-74

Creado:

Actualizado:

U n vídeo del programa Supervivientes se ha convertido en viral porque hasta quienes no habían visto ni un minuto de este reality se han sentido identificados con la estupefacción de la concursante a la que resumieron con imágenes qué había pasado desde que ella se fuera a una remota playa de Honduras y perdiera el contacto con la actualidad. Recintos feriales convertidos en hospitales de campaña, sanitarios ataviados con equipos de protección que solo habíamos visto en las películas de ciencia ficción, las calles de las grandes ciudades desiertas, comunidades de vecinos que habían pasado de no saludarse a organizar coreografías en los balcones, aplausos a quienes recibían el alta en unos centros sanitarios al borde del colapso, parques infantiles precintados, el retorno a las calles con mascarillas... En cien días, el mundo había cambiado. Y nosotros con él. La psicóloga Rosa Maria Pérez no se atreve a hablar de cicatrices porque “todo dependerá de cuánto tiempo dure esta situación”. Olvidar se le da bien al ser humano. “Por eso nos quedan tan lejos los días del confinamiento más estricto, y aunque hasta el 2 de mayo no pudimos salir a la calle parace que haga mucho más tiempo”, subraya. Pero si la vacuna se retrasa o la crisis económica en la que ha derivado la sanitaria se alarga en el tiempo, todo será diferente. Para una parte de la sociedad, el miedo al rebrote es una espada de Damocles que pende sobre su cotidianeidad y les hace estar excesivamente alerta. Para otros, haber salido indemnes de la pandemia les da una falsa seguridad que hace que se sientan invulnerables. Sin término medio.

El antropólogo y profesor de la universidad Pompeu Fabra Carles Feixa subraya que los jóvenes se han llevado la peor parte y serán quienes podrían quedar marcados por la que será su particular Guerra Civil generacional. No cree, sin embargo, que lleguemos a vivir en un mundo aséptico sin besos ni abrazos. “De hecho, los saludos con beso son muy recientes”, recuerda. “En los años sesenta y setenta hubo un cambio cultural de rechazo al puritanismo que nos empujó a tocarnos más, a besarnos más, pero hasta entonces los besos eran algo restringido a personas de mucha confianza, como padres, hijos o novios”. Por eso considera que más que hablarse de distancia social tendría que hablarse de distancia física. “No es lo mismo”. Feixa, que coincidiendo con la pandemia publicó Adolescentes confinad@s (ver desglose), considera que se perderá la proximidad corporal con desconocidos, desaparecerán las clases masificadas o las macrodiscotecas, “pero no el contacto físico”, aunque el teletrabajo y la enseñanza en línea hayan venido para quedarse.

Los expertos coinciden en señalar que el coronavirus será la particular Guerra Civil de los jóvenes de hoy

El lento retorno a la normalidad también deja sinsabores. “Habíamos hecho muchos planes, pero lo cierto es que a partir de que nos dejaron salir a la calle no hemos vuelto a hacer nada”, se lamenta una vecina de la comunidad de propietarios de Corregidor Escofet 72-74. Fue uno de los muchos bloques de Lleida en los que se hizo piña y se organizaron actividades de todo tipo. “Creo que en 16 años que llevo en mi casa, no había salido tanto al balcón como esas semanas”. Pero esa energía “se ha diluido”. Y da vértigo mirar atrás y comprobar que el el fin de semana del 8 de marzo se hacía vida normal. Los campos en flor del Baix Segre se llenaron de turistas y se reivindicó en las calles el Día Internacional de la Mujer. Hubo fútbol, cine... Ese mismo domingo se confinó Castellserà durante doce horas al activarse el protocolo por coronavirus tras fallecer una mujer con problemas respiratorios. Dio la alerta una amiga que había viajado con ella a Benidorm con un grupo del Imserso y tenía dolor de garganta. La difunta dio negativo, pero su amiga se convirtió al día siguiente en el primer caso confirmado de Covid-19 en las comarcas leridanas. Empezaba una película de catástrofes de la que seríamos protagonistas involuntarios y que ya se ha cobrado 239 víctimas solo en las comarcas de Lleida.

¿Nos ha cambiado la Covid-19?

Es inevitable. Pero es pronto para saber si será una marca permanente. Ahora, por ejemplo, estamos en un tiempo de incertidumbre que hace que una parte de la sociedad viva con mucho miedo por el temido rebrote, como si fuera una espada de Damocles pendiendo sobre sus vidas. En cambio, en el otro extremo están las personas que se sienten invulnerables pese a que no tenemos vacuna y programan cenas, vacaciones y encuentros con amigos y familiares como si no hubiera un mañana. Los primeros, además, criminalizan a quienes no son cautos y están muy pendientes de si se llenan las playas o de señalar a quienes no llevan mascarilla.

Dice que es pronto para saber si la pandemia pasará factura social.

Todo dependerá de lo que se tarde en disponer de una vacuna o en salir de la crisis económica. Los humanos olvidamos muy rápido. Cuando estás conduciendo y ves que ha habido un accidente instintitavamente levantas el pie del acelerador, pero a los pocos kilómetros recuperas velocidad. Si volvemos pronto a la normalidad en poco tiempo 2020 será el año que se suspendieron los Juegos Olímpicos en una pregunta de Trivial. Desde que salimos a la calle, el confinamiento nos queda muy lejos.

¿Y eso es bueno o es malo?

El coronavirus ya no es el centro de nuestras vidas. Nos lavamos más las manos, usamos mascarilla, pero ya no gira todo en torno a la enfermedad y vamos volviendo a la normalidad. Ya no somos tan solidarios como antes [ríe]. Además, que haya contradicciones entre los científicos tampoco ayuda porque te distancias.

‘Los vecinos seguimos unidos, pero dejamos de hacer cosas cuando pudimos salir a la calle’ La Covid-19 “tiene todos los elementos para convertirse en un referente generacional como lo fue la Guerra Civil o el Mayo del 68”, asegura Carles Feixa, antropólogo y catedrático de la universidad Pompeu Fabra. A su modo de ver, dejará huella, especialmente, en quienes se hayan hecho mayores de edad en este contexto o lo hayan vivido siendo muy jóvenes. “Han sido los grandes olvidados. Han tenido que hacer un sacrificio colectivo para salvar a los mayores”. Prueba de ello es que la educación “será lo último que se reactive” o que niños y jóvenes fueran los últimos en poder salir a la calle tras el confinamiento. “Se nota que no votan”. Además, subraya que serán los más desfavorecidos por la crisis económica derivada de la pandemia, “como ya ocurrió en la de 2008”, ya que empeorarán sus condiciones laborales y crecerá el paro juvenil. De hecho, subraya que la brecha salarial de edad es peor que la de género. “Los jóvenes cobran tres o cuatro veces menos que las personas que tienen veinte años más que ellos y ya no pueden aspirar ni a ser mileuristas, lo que les impide la emancipación”. Para este investigador leridano, es contradictorio que quienes se han adaptado mejor a la situación sean los más castigados. “Los jóvenes estaban más preparados y por eso lo han sobrellevado mejor”. En este sentido, destaca que se ha acelerado la transición hacia una sociedad digital que deberían liderar las nuevas generaciones. “Se han adaptado mejor porque tenían cultura digital y cultura de habitación”, sostiene. Herramientas imprescindibles para cumplir con el distanciamiento social que ha impuesto la pandemia, aunque eso no signifique que los jóvenes vayan a vivir en un mundo sin besos ni contacto físico. Feixa cree que no hará más que acelerar lo que ya era una tendencia, la desaparición de las macrodiscotecas, los macrofestivales y el ocio masivo. “Era un modelo que ya estaba en crisis porque los precios habían expulsado a los jóvenes”. A su modo de ver, esto propiciará un ocio slow, en detrimento del “acelerado” que consistía en viajar mucho y consumir más. Lo que ha llegado para quedarse es la digitalización de la enseñanza, que obligará a replantear la universidad, a invertir más en los trabajos de tutoría y a reinventar los campus.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.COMUNIDAD CORREGIDOR ESCOFET 72-74

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.COMUNIDAD CORREGIDOR ESCOFET 72-74

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.COMUNIDAD CORREGIDOR ESCOFET 72-74

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.COMUNIDAD CORREGIDOR ESCOFET 72-74

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.

Detalle del célebre fotomosaico de Fontcuberta.COMUNIDAD CORREGIDOR ESCOFET 72-74

tracking