ESNOTICIA
«He llorado por la soledad»
Los mayores de las residencias sufren las consecuencias emocionales de no poder ver a sus familiares
Las personas mayores que habitan en residencias han vivido un doble confinamiento: su aislamiento y la suspensión de las visitas. Estas solo estuvieron permitidas durante un mes y ahora hay una tímida reapertura. Los ancianos han mantenido el contacto con los familiares con videollamadas, pero algunos dicen que han “llorado por la soledad”.
Las personas mayores que habitan en residencias han vivido un doble confinamiento: por un lado, las salidas al exterior están limitadas debido a la pandemia y, por otro, sus familiares han estado meses sin poder ir a visitarlos porque los geriátricos se han blindado para evitar la entrada del coronavirus. Esto ha provocado que algunos ancianos aseguren que durante la crisis sanitaria han echado mucho de menos a sus seres queridos y que han “llorado por la soledad”.
La Generalitat volvió a permitir las visitas con la entrada a la fase 2 de la desescalada, pero solo estuvieron autorizadas durante aproximadamente un mes. Esto se debió a que los rebrotes obligaron a suspenderlas. Esta situación forzó ya desde el principio del estado de alarma a buscar otros métodos para que los mayores pudieran seguir viendo a sus más allegados. La gran mayoría de geriátricos han implementado las videollamadas para que pudieran verse e incluso algunos centros permiten que los familiares puedan saludar a sus seres queridos desde la calle.
Este aislamiento ha tenido consecuencias psicológicas para este colectivo, uno de los más vulnerables ante la pandemia. El secretario de Salud Pública de la Generalitat, Josep Maria Argimon, explicó la semana pasada en la presentación del nuevo protocolo que el objetivo de permitir abrir a visitas todas las residencias verdes (sin casos y sectorizadas) y naranjas (con positivos pero sectorizadas) es “balancear” la protección de los mayores que viven en residencias con “lo que supone no ver a la familia o a los seres queridos” y los “efectos secundarios de un confinamiento”.
En esta situación, Núria, una usuaria de la residencia El Carme de Tàrrega, explica que con la pandemia ha sentido mucha añoranza y soledad porque “no puedo ver a ningún familiar. Estos meses he llorado mucho”. Núria, de 92 años, es originaria de Barcelona y llegó a la capital del Urgell hace 3 años para estar más cerca de sus familiares. Reconoció que su entrada en el geriátrico le ha permitido hacer nuevas amistades y “aquí me siento muy bien atendida por los profesionales”. Señaló que entiende la soledad como “algo que es necesario pasar porque esta enfermedad se transmite con mucha facilidad y fuera de aquí sería mucho peor. Por suerte, en la residencia no hemos tenido ningún caso”. Esta usuaria señaló que espera con muchas ganas que la próxima semana la vayan a ver los familiares, ya que está previsto que puedan tener lugar las primeras visitas. Piensa que no podrá volver en mucho tiempo a casa “porque el virus está muy extendido”, y comenta que lo que mejor la ha acompañado han sido las llamadas por teléfono y las videollamadas con los familiares.
Este nuevo protocolo de la Generalitat permite la reapertura para las visitas de la gran mayoría de residencias, aunque hay algunas de las comarcas del llano que han optado por no recibir familiares debido al alto índice de riesgo de rebrote, que ayer se situaba en 226,69 en la región sanitaria de Lleida, según los datos de Salud. En el Pirineo están abiertos 10 de los 12 centros.