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Dos semanas encerrados en la habitación de la 'resi'

Ares Falcó

Maria Sans, Nil Pasqual, Ares Falcó, Anna Domingo i Pau Jorge

Maria Sans, Nil Pasqual, Ares Falcó, Anna Domingo i Pau Jorge

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El curso no ha hecho más que empezar, pero para decenas de leridanos la habitación del colegio mayor Penyafor-Montserrat de la Universitat de Barcelona ya es su casa. Y es que un brote de coronavirus con sesenta positivos confirmados por PCR ha obligado a aislar dos semanas a 200 estudiantes, de los 400 que tiene el centro. Hasta el martes nadie podrá moverse de su cuarto. Aunque la mayoría no están enfermos, reconocen que psicológicamente, es complicado. Nil Pasqual se encontró mal el pasado día 7. “Tenía malestar y aunque sabía que ya había una persona confinada en el centro no le di más importancia”. Pero el jueves seguía enfermo. “Me encontraba fatal y en el CAP de Les Corts una enfermera me dijo que los síntomas eran de coronavirus. Me hicieron una PCR y me aislaron”. Este leridano, estudiante de International Business, explica que ya se encuentra bien, pero hasta el día 20 no podrá dejar el colegio mayor, como el resto de sus compañeros. “Por suerte, había ido a comprar algunas cosas que necesitaba antes de sentirme mal”, asegura. Le llevan a la habitación el desayuno, la comida y la cena. “Si algo no te gusta y no tienes comida, te quedas sin comer, porque no nos podemos mover”. Al principio, los positivos se aislaban en una planta del centro destinada a hotel para padres y profesores invitados de la UB, “pero allí solo fueron los primeros, porque luego se llenó y nos hemos quedado en nuestras habitaciones”. En su caso, el problema es que no tiene baño. “Hay dos servicios en cada pasillo y lo que hacemos es que los positivos utilizamos uno y los confinados por ser contactos directos pero que han salido negativos en la PCR van al otro”. Asegura que no conoce a nadie que se haya contagiado en una fiesta. “Es injusto que por lo que pasó en Valencia parezca que todos los universitarios somos unos irresponsables. Aquí no ha habido ninguna fiesta, está todo muy vigilado. Pero hay que tener en cuenta que vamos a clase, cada uno a su facultad, y que compartimos baño y espacios comunes como el comedor o la biblioteca… tarde o temprano tenía que pasar”.

Pau Jorge, también de Lleida, está a la espera de los resultados de una prueba PCR. “En realidad, da igual si soy positivo o negativo: tendré estar confinado igualmente”. Este estudiante de segundo de Historia asegura que es una suerte que le gusten los juegos de ordenador “porque el día se hace largo en la habitación”. Pero lo peor, a su modo de ver, “es estar solo en un lugar en el que habitualmente hay 400 personas: es una sensación muy extraña”.

El confinamiento de la pasada primavera les ha servido de entrenamiento psicológico

En el colegio mayor Penyafort-Montserrat hay dos grandes grupos de alumnos, según coinciden en destacar ellos mismos: “los de Lleida y los de Mallorca”. Ares Falcó es otra de las universitarias de Ponent. Ella fue una de las primeras en ser diagnosticadas como positivas, por lo que se encuentra aislada en el hotel de la residencia. “No he tenido fiebre, ni he perdido el gusto ni el olfato, pero los primeros días tuve mocos y tos”. No le parecieron síntomas de coronavirus y, de hecho, fue al médico y le diagnosticaron faringitis. “Pero luego supe que había positivos en el Penyafort y pedí una PCR en el CAP de Les Corts, que salió positiva”. La joven, que estudia Medicina, explica que sigue las clases teóricas online. Para las prácticas y seminarios, que son presenciales, contactó con sus profesores “que han puesto facilidades”. Habla con sus familiares tres veces al día, “porque están un poco intranquilos con la situación”. Para no sentirse sola ha ideado un sistema con otros amigos confinados. “Nos hacemos una videollamada a la hora del almuerzo y de la cena y así, aunque cada uno está en su habitación, es como si comiéramos juntos”.

La leridana Anna Domingo, estudiante de primero de Química, ha dado negativo en la PCR, pero está confinada desde el día 8 por ser un contacto directo de una persona positiva. En su caso, la cuarentena se hace más llevadera porque comparte habitación con Gemma Gòdia, también de Lleida. “Se hace un poco largo. Lo más emocionante que nos pasa cada día es que nos llevan la comida”, bromean. Pero ellas se organizan para hacer un poco de deporte, avanzar trabajo de la universidad y o ver series. Domingo asegura que su familia “respiró tranquila cuando supieron que era negativa”, aunque a la práctica, las dos jóvenes seguirán confinadas. Maria Sans, de Les Borges Blanques, también es negativa, pero le toca hacer cuarentena como contacto directo de una persona que está infectada. “Tengo ganas de salir a la calle porque me encuentro bien y es pesado estar todo el día encerrada”, pero dice que el confinamiento de la pasada primavera le sirvió de entrenamiento psicológico. “Hay que adaptarse”, asegura con resignación esta estudiante de Ingeniería Industrial que sigue el curso online con normalidad.

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