La asesina de Sant Ruf se niega a seguir tratamientos de reinserción

Ángeles Sala se presentó el 21 de noviembre del año 2012 en el CAP de Rambla Ferran y explicó a su asistenta social que la habían secuestrado y que sus captores le habían hecho tocar un cadáver. No era verdad. Horas después, los Mossos hallaron en el piso que tenía alquilado en la calle Sant Ruf el cuerpo sin vida de José Millás, el anciano de 83 años natural de Igualada al que cuidaba y que había sido brutalmente asesinado. Tenía una pierna amputada, multitud de golpes y le habían hasta sacado las vísceras. Ángeles Sala fue detenida como presunta autora y acabó siendo condenada a 20 años y cinco meses de prisión por asesinato y profanación de cadáver. Siempre negó ser la autora.

Cuando se acaban de cumplir ocho años del crimen, Ángeles Sala sigue encarcelada en el Centre Penitenciari Ponent. Ya ha cumplido más de un tercio de la condena pero el centro no le ha concedido permisos ni tiene previsto hacerlo ya que no sigue las indicaciones del equipo de tratamiento y no quiere participar en los programas específicos para su rehibilitación y posterior reinserción, según explican fuentes cercanas al caso. Un jurado popular la consideró por unanimidad autora del asesinato, en un juicio que se celebró en la Audiencia de Lleida. En una de las sesiones, la hija de la acusada declaró contra su madre y afirmó que “me dijo que pensaba extraerle capas de piel al cadáver y sacarlo en bolsas de basura”. El jurado ratificó que la acusada sabía que la víctima tenía en propiedad un piso en Igualada e ideó un plan para que se lo dejase en herencia. Después de ganarse su confianza se trasladó a vivir con Josep Millàs a un piso de la calle Sant Ruf de Lleida. Y allí, entre el 15 y el 17 de noviembre, acabó con la vida del anciano, “sin que la víctima pudiera defenderse”.

Ángeles Sala fue condenada a 20 años y cinco meses de prisión por asesinato y profanación

En cuanto a su versión sobre un supuesto secuestro, la procesada fue vista por varios vecinos en los días en que decía estar raptada. Además, envió mensajes y habló por teléfono. Los Mossos determinaron que la acusada intentó primero quemar el cadáver. Introdujo papeles en sus vísceras y prendió fuego. Pero no logró calcinar el cuerpo y optó por descuartizarlo y sacarlo del piso en bolsas. En unos guantes había ADN de la víctima en la parte sucia y de la acusada en la limpia.