ESNOTICIA
Nueve de cada diez fallecidos por la Covid en Lleida tenían más de 70 años
Hoy hace un año que Salud notificó el primer muerto por la Covid en Lleida. Desde entonces, han fallecido 729 personas, de las que casi un 90% tenían más de 70 años. Las limitaciones provocadas por la pandemia han provocado que muchas familias no hayan podido acompañar a los seres queridos en sus últimos momentos de vida.
El 17 de marzo de 2020, hoy hace un año, el departamento de Salud notificó el primer fallecido por la Covid-19 en Lleida y, hasta ayer, el virus ha segado la vida de otras 729 personas, según la página web Dadescovid de Salud. De estas, 588 corresponden a la región sanitaria de Lleida y 141, a la del Pirineo. El 87%, casi 9 de cada 10, tenía más de 70 años.
El departamento de Salud dispone de otro registro de fallecidos en la web de la Agència de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya (AQuAS), donde constan 740 muertos (593 en el llano y 147 en el Pirineo). Un desfase que, en su momento, justificó porque en esta web se registra a la persona en el lugar donde murió y no donde está empadronada.
Según Dadescovid, un total de 311 de los 729 fallecidos eran usuarios de residencias, el 43%. En Catalunya han muerto 21.045 personas, de los que 8.736 eran usuarios de estos centros, el 41,5%. Del total de decesos en Catalunya, los registrados en Lleida son el 3,5%.
Por otro lado, según AQuAS, de los fallecidos en Lleida, 400 eran hombres y 340, mujeres. Un total de 206 tenían más de 90 años (27,8%); 314, entre 80 y 89 (42,4%); 130, entre 70 y 79 (17,5%); 55, entre 60 y 69 (7,4%); 25, entre 50 y 59 (3,37%); ocho, entre 40 y 49 (1%), una persona tenía entre 30 y 39 años y otra, entre 20 y 29. En concreto, un vecino de 24 años de Bellpuig.
La primera ola de la pandemia, hasta el 30 de junio, fue la que causó más fallecidos, 240; en la segunda, hasta el 11 de octubre, hubo 120; en la tercera, 159 hasta el 4 de diciembre; y 221 en la cuarta. El último deceso se registró el pasado 14 de marzo en la región sanitaria del Pirineo. Fue el de una mujer de entre 40 y 49 años.
La limitación en cuanto al contacto social provocado por la pandemia ha afectado notablemente a los familiares de personas traspasadas en este último año, sobre todo las que murieron solas en una habitación de un hospital o de una residencia.
Montse Robles, enfermera y responsable asistencial del Servei de Suport al Dol de Ponent, explicó que “lo más duro” es que “ha faltado el acompañamiento en el final de vida a un ser querido” y esto se suma a que las familias no han podido compartir entre los suyos dicha pérdida, ya que los entierros y las despedidas en los tanatorios casi no se han podido hacer. La entidad atendió en 2020 a 135 personas, el doble que el año anterior (65), y en lo que va de este a 88, “por lo que la necesidad de un acompañamiento en el duelo es más que evidente”, dijo.
“Lo que hacemos es ayudar a los afectados a hablar de los últimos momentos vividos con esa persona, diseñar una despedida colectiva y crear un espacio virtual con otras personas por videoconferencia, como si fuese un tanatorio”, señaló. Robles dijo que es muy importante decir lo que se siente, porque ayuda a la persona a integrarse en la realidad que está viviendo conectando el corazón con la mente. “Una persona que está en duelo es como un equilibrista, ya que lucha entre sus sentimientos y sus pensamientos”. Eso sí, valoró que la pandemia ha motivado que el duelo haya recuperado un espacio social que antes parecía estar escondido.
“Un año después es cuando estamos empezando a digerirlo”
Un año después de su partida, en la familia estamos empezando a digerir que mi padre se fue solo, sin la compañía de sus seres queridos, sin saber si sufrió y sin poder enterrarlo hasta pasados 40 días de su muerte”. Son declaraciones de Toni Plana, uno de los tres hijos de Fidel Plana Moles, vecino de Oliana, que hoy hace un año que murió en el hospital Arnau de Vilanova siendo, según hizo público entonces el departamento de Salud, la primera víctima por el coronavirus en Lleida. Fidel falleció a los 79 años después de contagiarse en el Anaru, tras ingresar el 8 de marzo del 2020 para ser tratado de una anemia derivada de una patología previa. Su hijo recordaba ayer que él fue la última persona que lo pudo ver por última vez. “Fue cinco días antes de fallecer, en el hospital y, al ser positivo de Covid, ya no pudimos volver. Fue muy duro, porque no pudimos despedirnos, ya que durante los últimos cinco días ingresado no pudimos tener contacto con él ni por teléfono. Lo mantuvieron solo y en ningún momento pensábamos que el desenlace fuera el que acabó siendo”. Todos sus familiares se tuvieron que aislar, ya que eran contactos estrechos. “La muerte de un familiar es dura, pero en las condiciones en que nos ha tocado vivirla, todavía más”, explicó Plana. “Las cosas las hicimos como nos obligaron a hacerlas y no como a nosotros nos hubiera gustado”, concluyó. Aparte de su padre, Plana afirmó que durante este año de pandemia ningún otro familiar se ha contagiado del virus. “Solo se infectó mi padre y con la mala suerte de que le acabó provocando la muerte, porque a él todavía no le tocaba irse”.
Una familia recibió las cenizas por un mensajero
El Servei de Suport al Dol de Ponent se ha encontrado con situaciones “inéditas” durante la pandemia. “Una familia recibió las cenizas de un fallecido a través de una empresa de transporte”, afirmó una de las responsables de la entidad, Montse Robles, que dijo que “esto demuestra el colapso que hubo, también en el sistema sanitario, que no podía atender a familiares de fallecidos y les recetaba directamente antidepresivos”. Asimismo, destacó que es una necesidad formar a los profesionales sanitarios en el acompañamiento en el final de vida “para ayudarnos entre todos”.