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Lleida tiene la segunda Guardia Urbana más antigua de Catalunya y la cuarta del Estado. Fue creada el 20 de marzo de 1846, de modo que ayer cumplió 175 años. Estaba formada por un cabo y 8 agentes, ubicados en los bajos de la Paeria, mientras que ahora consta de 220 efectivos y dispone de un cuartel que el día 18 celebró el décimo aniversario.

LLa Guardia Urbana de Lleida cumplió ayer 175 años. Fue creada el 20 de marzo de 1846 por orden del alcalde Joaquim de Gomar y el cuerpo estaba formado por un cabo (Manuel Minuesa, un sargento retirado del Ejército) y ocho agentes.

Es la segunda más antigua de Catalunya (la de Barcelona data de 1843) y la cuarta de todo el Estado. La de Madrid es la decana (1839) y la de Bilbao gana a Lleida por un año, ya que se creó en 1845.

Entonces se denominaba Guardia Municipal y estaba ubicada en los bajos del Palau de la Paeria. A lo largo de su historia, la Policía Local ha tenido siete sedes distintas (ver desglose), contando con el actual cuartel de la calle Salmerón, que el pasado día 18 cumplió su décimo aniversario.

Ahora, el cuerpo está formado por 220 efectivos y el intendente desde 2007, Josep Ramon Ibarz, considera que la cifra ideal sería de 250. Recuerda que llegaron a ser 247, pero la plantilla se ha visto reducida por el adelanto a los 59 años de la jubilación anticipada en este sector.

En sus inicios, el principal cometido de la Guardia Municipal era velar por el cumplimiento del orden cotidiano y la higiene de la población, y la Guardia Civil y el Ejército intervenían en casos de conflictos graves. Por ejemplo, en 1860 las principales infracciones por las que impusieron multas los guardias municipales fueron por el poco cuidado en la ubicación del ganado y los medios de transporte.

En 1911, para la selección de personal se tenía en cuenta “una ejemplar honradez, hábitos de cortesía, tesoros de prudencia e indomable energía de carácter” y en 1917 se confeccionaron por primera vez uniformes para los veinte agentes que formaban entonces el cuerpo. En 1936 ya existía una unidad ciclista para recorrer l’Horta y en la década de los cuarenta había la sección montada, que iba a caballo.

En los cincuenta, la ciudad había crecido considerablemente y con ella el tráfico, por lo que ya era habitual ver agentes regulando circulación en los cruces. En 1955 se compraron las primeras motocicletas y por aquel entonces los agentes disponían de un (rudimentario) alcoholímetro “de precisión”.

A principios del siglo XX, los agentes debían tener “honradez, cortesía, prudencia y carácter”

Tras varios emplazamientos, el cuerpo se instaló en 1976 en el edificio de Regiones Devastadas de la calle Salmerón hasta 2009, estuvo en módulos prefabricados en Gardeny y regresó a Salmerón en 2011, pero a una comisaría nueva. El intendente apunta que ha trabajado en la modernización del cuerpo, creando la unidades como la de investigación de la policía administrativa (los urbanos de paisano).

Ibarz destaca que en los últimos años Lleida se ha erradicado la prostitución “descarada” en las calles y no hay grandes zonas de botellón ni top manta de productos falsificados, como sí ocurre en otras ciudades. Asimismo, ve “más difícil de combatir el incivismo que la delincuencia porque por un acto incívico se impone una multa y si son insolventes, no hay nada que hacer”.

Recuerda también que en sus inicios había más accidentes de tráfico en la ciudad con víctimas mortales y añade que ahora “se ha pacificado” la ciudad. Asimismo, prevé la incorporación de motos o bicicletas eléctricas.

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Xavier Ribelles, subinspector jubilado recientemente después de 36 años y 7 meses de servicio, destaca que entró en la Urbana en 1984 no por vocación, sino huyendo de la crisis económica. En ese momento, parte de plantilla tenía segunda actividad porque sueldo no llegaba para mantener a la familia, indica, pero remarca que “el cuerpo ya estaba profesionalizado” y asegura que “no cambiaría ningún día vivido (en la Urbana) por nada”.

“Ha sido una aventura extraordinaria, me ha permitido estar cerca de la gente, dar apoyo y consejo, y me he sentido especialmente necesario”, subraya. Recuerda momentos duros como acudir accidentes en los que las víctimas eran hijos o otros familiares de conocidos o la comitiva de féretros de los fallecidos, varios niños, en un paso a nivel sin barreras en Juneda, pero también tiene anécdotas “para llenar un libro”.

En este sentido, Ramon Enfont, a punto de jubilarse, destaca que en sus inicios, en los ochenta, los coches patrulla no tenían la mampara que separa a los detenidos y los patrulleros eran siempre la misma pareja, de modo que los delincuentes habituales “eran casi de la familia”. Afirma que se saludaban por la calle y que “si cuando los ibas a detener, te decían que no habían comido en todo el día, les comprábamos un bocadillo y un café con leche”.

Rememora también que durante la riada de 1982 trabajó “tres días seguidos controlando el puente de los institutos y sobrevivimos gracias a que los vecinos de los edificios militares nos daban comida y bebida “.

Por su parte, el alcalde, Miquel Pueyo, señala que, aunque muchas personas asocian a la Urbana con las multas de tráfico, las actuaciones de auxilio a los ciudadanos son las más frecuentes (más de 2.400 al año), seguidas por las de mediación. Destaca que han equipado a la división de tráfico con PDA (ordenadores de bolsillo) que les facilitan los trámites y quieren que todos los agentes tengan una.

Afirma, que tienen el objetivo “clarísimo de feminizar el cuerpo” porque ahora solo hay 19 mujeres de 220 agentes (las primeras entraron en los ochenta), por lo que a partir del próximo año en las convocatorias “se aplicará una normativa de la Generalitat que permite una cierta discriminación positiva en favor de las mujeres”..

Siete sedes distintas en toda su historia, 3 en los últimos 40 años La Guardia Urbana ha pasado por siete sedes desde su creación hace 175 años, tres de ellas en los últimos veinte. Cuando fue creada como Guardia Municipal en 1846 y solo constaba de nueve personas fue ubicada en los bajos del Palau de la Paeria.

Después, en 1878, fue trasladada al antiguo convento de los Capuchinos y en los años veinte del siglo pasado se instaló en un edificio maternoinfantil denominado La Gota de la Llet que estaba situado en Blondel. Los guardias también estuvieron en el Asilo Borràs, que estaba emplazado en la actual plaza Pau Casals y en 1976, cuando fue derribado, se trasladaron al edificio de Regiones Devastadas de la calle Salmerón donde el cuerpo permaneció hasta que el inmueble también fue demolido en 2009.

Entonces, la Urbana fue ubicada provisionalmente en módulos prefabricados en Gardeny, hasta que volvió de nuevo a Salmerón, pero a un cuartel de nueva edificación. El intendente, Josep Ramon Ibar, destaca las virtudes de estar “en el corazón de la ciudad” y subraya que las instalaciones son “idóneas”.

De hecho, recuerda que aportó sugerencias antes de la construcción del equipamiento para que se adaptara totalmente a las necesidades policiales. .

Porras ‘caseras’ fabricadas con barras de cortinas A principios de los años ochenta del siglo pasado, los agentes se tenían que comprar sus propias pistolas y se fabricaban las porras con materiales caseros, como barras de cortina, que pintaban de negro y a las que acoplaban cuero para crear una empuñadura. Ramon Enfont, a punto de jubilarse, recuerda que sus primeras esposas se las regaló un integrante de los denominados “Grises”. Explica que cuando acudían a manifestaciones, se protegían con periódicos colocados debajo de la ropa y del casco, para amortiguar posibles golpes por lanzamientos de objetos.

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