Las secuelas de la mascarilla

El fin de la mascarilla obligatoria en espacios interiores desde el pasado miércoles no ha comportado su supresión generalizada, porque muchas personas prefieren seguir utilizándola, pero los expertos prevén que progresivamente -salvo que el coronavirus repunte- acabará siendo residual. Esta es la opinión de Joan Marc Dolcet, psicólogo del hospital Santa Maria, que detalla que los motivos de los que siguen usándola dependen de diversos factores. “A veces puede ser el miedo a contagiarse, porque la verdad es que la mascarilla protege y el virus no ha desaparecido, o también por inseguridad, por ejemplo en adolescentes que llevan una ortodoncia que hasta ahora no se veía”, indica.

Dolcet vaticina que el síndrome de la cara vacía, del que tanto se habla ahora, “será temporal, podrá quedar alguien que de forma aislada tenga fobia a quitarse la mascarilla, igual que puede tener fobia a otra cosa”. Maria Victòria Gómez, vicepresidenta del Colegio Oficial de Pedagogía de Catalunya, señala que la mascarilla “ha servido para disfrazar las emociones e inseguridades” en el caso de los adolescentes, y pone como ejemplo que escondía el acné o los brackets. Ambos coinciden en que no hay que presionar a los que la siguen llevando para que se la quiten.

Gómez aboga por “actuar con naturalidad, darles tiempo, y a base de que vayan viendo que a sus compañeros no les pasa nada se la irán quitando”. Añade que “si hiciéramos lo contrario, podría haber un efecto rebote, que como más se lo dices más se la pone”. Dolcet también recomienda “darles tiempo, que se la saquen primero cuando están solos, seguir en sitios donde nadie les conoce y después en pequeños grupos”.

Destaca que “todas las personas tenemos ritmos diferentes, por eso el miércoles en cualquier establecimiento había gente que llevaba mascarilla y otra que no”.Otra cuestión en la que coinciden es que la mascarilla ha afectado negativamente a la comunicación, al reducir drásticamente el lenguaje no verbal. Gómez cree que ha tenido consecuencias negativas en el aprendizaje escolar precisamente por esta y otras circunstancias. “Los niños con alguna deficiencia auditiva han tenido más problemas al no poder leer los labios, aspecto que también ha dificultado la enseñanza de idiomas a nivel general”.

Además, dice que “para los docentes ha sido complicado y ha supuesto un esfuerzo añadido que su voz y dicción llegaran a todos los rincones de un aula en la que hay muchos alumnos, y ha sido más difícil poder interactuar”Tanto Dolcet como Gómez opinan que la pandemia ha disparado el uso de las redes sociales, aunque en este caso más por los confinamientos y restricciones que por la mascarilla en sí. “Las redes fueron la salvación de los adolescentes durante el confinamiento y a veces también han preferido comunicarse a través de ellas en vez de ir a un lugar en el que había restricciones”, explica la segunda, que subraya que “es un tema de comunicación importante a trabajar en el aula”. “A veces decir una cosa cara a cara cuesta más que hacerlo por vía digital, pero hay que enseñar que lo que se dice por esta vía permanece y se puede interpretar de distintas maneras, mientras que el lenguaje oral es volátil”, explica.

“Tendremos que instruir y hacer pedagogía del uso de las redes, para que sea racional y no perjudicial”, apunta por su parte Dolcet. Este también alerta que los confinamientos, restricciones y medidas aplicadas para contener la pandemia provocan ahora “una pandemia en la salud mental”.

La escuela Els Til·lers como símbolo de las sonrisas

La escuela Els Til·lers de Artesa de Lleida, con 97 alumnos, hizo un fotomontaje con sonrisas de alumnos cuando se levantó la obligación de llevar la mascarilla en el patio.

Ahora, abolida en interiores, todos los alumnos y docentes muestran su mejor cara. Y es que como explica Olga Teixidó, secretaria de dirección, “podernos quitar la mascarilla ha sido una alegría”. Además, los niños han podido al fin ver la cara a los maestros que llegaron en los dos últimos cursos.