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COVID PERSISTENTE

A los tres años del confinamiento, Joan Bové relata que: "Hasta subir escaleras me cuesta"

“A nivel físico me canso y me ahogo un poco menos, pero a veces depende del tiempo que hace”

Joan Bové

Joan BovéGerard Hoyas

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Alrededor de un 10% de las personas que se han infectado de la Covid todavía sufren secuelas por la infección, como fatiga, dolores musculares o dificultades para recordar, lo que se conoce como Covid persistente. Uno de ellos es Joan Bové, de 58 años, y que se contagió en julio de 2020. “A nivel físico me canso y me ahogo un poco menos, pero a veces depende del tiempo que hace. La mejora física es lenta y si hace un año solo podía caminar 200 metros, ahora he avanzado hacia los 500, pero subir pendientes o escaleras me provoca un gran cansancio y esfuerzo”.

Bové tenía la baja laboral hasta febrero del año pasado, cuando pidió el alta voluntaria. “Trabajo en el Museu de la Noguera en despachos”. Asegura que mentalmente está fuerte, pero que la mejora física es lenta. “Soy consciente de lo que puedo hacer y que no”, zanjó.

Por otro lado, Violeta Craviotto trabaja en una residencia de discapacitados y vuelve a estar de baja por los problemas que le genera la Covid persistente tras haber podido trabajar durante un año. “Tengo los pulmones delicados y cogí dos bronquitis en 20 días, y el cansancio y el estrés del trabajo me afectan más que antes”, indica.

Sufre dolores musculares, pérdida de audición y dolor de oído, también ha perdido visión y ha conseguido superar la “niebla” mental que sufría después de “trabajar mucho la memoria”. “Tengo achaques que por edad no debería tener”, señala.

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