El juzgado perdona una deuda de más de 32.000 euros a una leridana afectada por la crisis del coronavirus
Su pareja se quedó sin trabajo y a ella le redujeron la jornada laboral, lo que provocó que no pudiera hacer frente a los préstamos bancarios
El juzgado de primera instancia número 6 de Lleida ha perdonado una deuda de 32.326 euros a una vecina de Vilanova de Bellpuig, en Lleida, que se vio envuelta en una situación de insolvencia a raíz de la pandemia del coronavirus, ya que su pareja perdió el trabajo y a ella le redujeron la jornada laboral. De este modo, en el correspondiente auto el juez aplica a la mujer la Ley de la Segunda Oportunidad y le exonera del pasivo insatisfecho, según han explicado este lunes sus abogados, de Bergadà Asociados. Los problemas económicos surgieron en el año 2018, cuando la empresa donde trabajaba su pareja cerró las puertas y el hombre se quedó en el paro y sin haber cobrado las últimas nóminas. Por su parte, ella trabajaba a jornada parcial y con un salario escaso, teniendo que recurrir a préstamos rápidos para poder cumplir con sus obligaciones, tales como la alimentación de sus hijas.
La situación se estabilizó al año siguiente, ya que la mujer pasó a trabajar a jornada completa, lo que les animó a pedir un préstamos para arreglar la casa familiar. Tanto éste como el anterior se fueron atendiendo regularmente hasta la llegada de la pandemia. "Mi pareja se volvió a quedar sin trabajo por el Covid-19 y a mí me redujeron la jornada laboral. Esta circunstancia personal nos llevó a un sobreendeudamiento, ya que pasamos de cobrar unos 3.000 euros mensuales entre los dos a menos de 1.000 euros al mes", recuerda la mujer. Por su parte, la abogada y socia fundadora de Bergadà Asociados, Marta Bergadà, quien ha llevado el caso, también explica que "nuestra clienta estaba en una situación límite, ya que, como tantas otras personas, se vio envuelta en una situación completamente adversa por unas circunstancias ajenas a su voluntad".
Asimismo, sus familiares le intentaron ayudar económicamente, pero tampoco tenían grandes ingresos, "por lo que no le fue posible cumplir con todas las obligaciones económicas que había asumido", añade Bergadà. Paralelamente, también empezó la presión de los bancos para que hiciera frente a las deudas que había acumulado. "Llegué a recibir hasta 50 llamadas diarias, provocándome una situación de estrés constante. Me llamaban desde diferentes números de teléfono e, incluso, me llamaron a mi trabajo para hacer más presión, pero mis jefes sabían de mi situación y fueron totalmente comprensibles conmigo. También enviaron alguna carta a casa de mis padres", lamenta. De hecho, Bergadà comenta que "ante esta situación los bancos ejercen una presión muy grande, sin pensar en las repercusiones psicológicas que pueden tener y que, a su vez, tampoco les benefician, ya que los clientes no pueden hacer frente a esas deudas".