SEGRE

PISOS NUEVOS EN LLEIDA 

Bajos salarios y subida de los alquileres impiden la emancipación de los jóvenes

La mayoría solo pueden dejar el hogar de sus padres optando por compartir piso

Baixos salaris i pujada dels lloguers impedeixen l’emancipació dels joves

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La subida de los precios de los alquileres, sumados a la escasa oferta que hay en Lleida ciudad y a los bajos salarios que predominan entre los menores de 30 años, ha comportado que sea casi imposible que estos puedan independizarse. Para dejar el hogar de sus padres, la mayoría solo tienen la opción de compartir piso con otros jóvenes.

Los jóvenes tienen grandes dificultades para poder acceder a una vivienda en todo el Estado, hasta el punto que solo un 16,6% de los de entre 18 y 29 años están emancipados, según el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. El alto precio de los alquileres, la precariedad laboral y sueldos que en Lleida no alcanzan los 20.000 euros brutos de media al año, comportan que no puedan independizarse o se vean obligados a compartir un piso. 

El vicepresidente del Consell Nacional de Joventut de Catalunya (CNJC), Carlos Cañas, afirma que la subida de los precios de los alquileres en los últimos años “derivada de la especulación” restringe aún más el derecho a la vivienda. También denuncia la “falta de un censo de pisos vacíos” y la “ausencia de una planificación adecuada de la vivienda pública”.

El Consell advierte de que las tasas de paro juvenil y de temporalidad en el Estado son de las más altas de Europa, y que el precio medio del alquiler en Catalunya era de 525 euros en 2014, mientras que diez años después alcanza los 850. “La vivienda es un derecho, no puede ser que haya personas haciendo negocio a costa de empobrecer a gran parte de la población”, lamenta Cañas. 

Añade que la “precarización” que sufren los jóvenes “condiciona su capacidad de desarrollar proyectos académicos, familiares o asociativos, y no deja de ser la punta del iceberg de todos los problemas de salud mental que están a la orden del día”, añade. En Lleida ciudad, el precio medio del alquiler es de 560 euros, y en los principales municipios de comarcas está entre los 400 y 500 euros, según datos del Incasòl. 

El presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Lleida, Josep Maria Esteve, señala que “un alquiler nunca debería suponer más del 30% de tus ingresos, por lo que si cuesta 600 euros deberías ganar unos 1.800, pero en el caso de Lleida ciudad se pueden encontrar a partir de los 400, y ahora también se buscan habitaciones por 150-200 euros”. 

Por este motivo, considera que la capital “no tiene unos precios elevados como para considerarla zona tensionada, la horquilla de precios es razonable. El problema es que no hay oferta y eso tiene que ver con que seamos una ciudad universitaria”, asegura Esteve. Estima que un tercio de los 10.000 estudiantes que tiene la Universitat de Lleida viven de alquiler y suponen el 20% del total de arrendamientos que hay en la capital al año. 

Para garantizar el derecho a la vivienda, el CNJC considera “imprescindible” disponer de un parque público “suficientemente grande para que tenga una incidencia significativa en el mercado”, así como aplicar la regulación de los precios del alquiler. “Veremos qué impacto tiene, pero ha llegado muy tarde, los precios han subido por encima de cualquier media de renta laboral”, valora su vicepresidente. 

Cañas destaca la necesidad de “movilizar todos los pisos vacíos para garantizar que no se especule” y plantea fomentar acciones comunitarias. “Es importante que el asociacionismo juvenil denuncie su situación y reivindique sus derechos”, afirma. Mientras, para Esteve la prioridad “es que la administración haga más vivienda protegida, porque es ridículo que en los últimos años solo se hayan construido medio centenar en Lleida”. 

También plantea descalificar bloques de protección oficial para que sus pisos puedan ser alquilados, para así “disponer de edificios enteros, pero el Estado no te lo permite porque deben pasar un mínimo de 50 años para ello”. Por todo ello, insta a las administraciones a ponerse las pilas para que haya “un equilibrio entre construcción pública y privada, ya que hasta ahora lo que ha hecho la administración ha sido pasar el marrón al sector privado”.

Por último, Esteve señaló que los jóvenes no pueden comprar vivienda por los altos tipos de interés de las hipotecas, por lo que considera que “el problema es económico. Antes había más poder adquisitivo, pero en los últimos 15 años la precariedad laboral en los jóvenes ha sido el pan de cada día”. “No carguemos toda la culpa al sector inmobiliario, tenemos un problema estructural”, concluye Esteve.

Èric Morros, soci fundador d'Obrint Portes

¿A qué se dedica la cooperativa?

Hacemos masovería urbana. Rehabilitamos y reformamos viviendas para facilitar el acceso a la vivienda a jóvenes.

¿A cuántos han ayudado?

Hemos acogido a 43 personas que viven en los 13 pisos que nos han cedido (5 son municipales y 8 privados), y tenemos a más de 55 en lista de espera.

¿Todos son jóvenes?

El 95%. También acogemos a alguna familia vulnerable y a personas extuteladas de origen migrante. Por motivos raciales, no se les alquila pisos pese a tener contratos indefinidos.

¿Cómo funciona la masovería?

Contactamos con propietarios que tienen pisos en desuso y acordamos una cesión de la vivienda durante unos años a cambio de una renovación de la cocina, el baño y las instalaciones de suministros, sobre todo. El alquiler que pagan los inquilinos se calcula en función de la inversión en las reformas que haya podido hacer el propietario. También hacemos de “inmobiliaria ética”, como intermediarios entre inquilinos y propietarios.

¿Qué beneficios proporciona?

Dos de las personas que trabajan con nosotros también viven en nuestros pisos. Recibieron formación para rehabilitar su casa, y ahora forman a otros jóvenes que también quieren emanciparse.

¿Tienen proyectos de futuro?

Hemos comprado un edificio de cuatro plantas en la Travessera del Carme en el que rehabilitaremos las viviendas y las destinaremos a jóvenes extutelados y a mujeres que tengan hijos a cargo en situación monoparental.

Albert y Paola: «Con estos precios te obligan a compartir para poder ahorrar»

Albert y Paola entraron en un piso de alquiler el pasado enero para empezar a vivir como pareja. “Comenzamos a buscar en noviembre y al principio nos marcamos 550 euros como gasto máximo solo en el alquiler, pero al ver los precios nos dimos cuenta que debíamos aumentar el tope hasta que encontramos uno por 600 euros con parking y trastero”, detalla la pareja, que consideran que no hay facilidades para que alguien de su edad viva solo. “Somos dos personas con dos nóminas y eso facilita asumir el gasto del alquiler, pero una sola es difícil que llegue a todo, aunque depende de sus exigencias a la hora de buscar piso y de sus posibilidades económicas” señalan. Dada su experiencia, creen que Lleida “es una ciudad con unos alquileres asequibles para estudiantes que busquen compartir piso, pero no para los que queremos vivir aquí. Los precios actuales te obligan a compartir, es decir, te limitan tu libertad de vivir solo y sin tener que compartir gastos”, aseguran, por lo que están a favor de limitar precios de los arrendamientos. “Entendemos que Lleida es ciudad universitaria con gran demanda de pisos para estudiantes, pero hay mucha gente que trabaja y tiene una vida aquí, tenemos amigos que han de compartir para tener un margen mínimo de ahorro para el futuro”.

Josep: «Vi un piso en el que una ventana no tenía persiana ni cristal»

Josep es de Massalcoreig, pero trabaja en Lleida y vive en la ciudad porque le resulta más barato que coger el coche cada día. Encontró su piso gracias a un grupo de Whatsapp de estudiantes que buscan alquilar habitaciones. En el chat hay 1.023 miembros, por lo que el sistema ya no acepta más. “Me costó mucho encontrar un piso con posibilidades de entrar, porque en casi todos piden dos o tres meses de fianza, una nómina y un aval, muchos requisitos difíciles de cumplir para una persona joven.” Explica que “comparto el piso con tres personas y pago 180 euros de alquiler por mi habitación, que con los gastos de suministros suman unos 210 al mes. La mayoría de viviendas que he visto cuestan entre 250 y 300 euros mensuales, dependiendo de su estado y de la cantidad de personas con las que se comparte”. Valora que los precios en Lleida son más asequibles que en otras ciudades como Barcelona, pero “estoy trabajando a media jornada y no puedo permitirme pagar más de 250”. El joven afirma que “hay algún piso más barato en la ciudad, pero suelen estar en muy mal estado” y asegura que “antes de encontrar el que vivo ahora, visité uno en Balàfia en el que las ventanas no tenían persianas y una de ellas no tenía ni cristal”.

Laura, Meri, Carme y Ares: «No nos podríamos permitir ser una persona menos»

Laura, Meri, Carme y Ares han vivido en diferentes tiempos en un piso céntrico por el que pagan 700 euros al mes. “Lo encontramos asequible y nos podemos permitir otros gastos, pero es nuestro presupuesto máximo”, afirman. Explican que “el resto de pisos que visitamos tenían unos precios demasiado altos, y los que eran más baratos no tenían muebles, eran de antigua construcción o estaban en zonas con menos demanda, como las afueras o el Centro Histórico. No tenemos ningún inconveniente en vivir en estos barrios, pero buscábamos estar cerca del trabajo.” Las jóvenes añaden que “también nos encontramos con pisos por los que pedían mucho dinero por muy pocos metros cuadrados, con la excusa de la subida de precios por la inflación” y valoran que “hay una moda de convertir el derecho a la vivienda en un beneficio más para los propietarios”. Ares, Carme y Laura explican que “nos es indispensable trabajar para poder vivir independizadas, lo que supone no poder disfrutar de muchos ratos juntas como nos imaginábamos, ya que tenemos horarios muy diversos”, y aseguran que “dados los precios existentes, no podríamos permitirnos vivir solas porque destinaríamos más de la mitad de nuestro sueldo en el alquiler”. Añaden que “vivimos juntas por decisión, queríamos probar la experiencia, pero si no fuéramos cuatro no nos lo podríamos permitir. Además, muchas viviendas de alquiler están pensadas para varias personas, sobre todo los pisos de estudiantes, por lo que ir a vivir solas o con pareja supondría disponer de muy pocos metros cuadrados o un precio que no podríamos asumir.” Finalmente, Laura valora que “en una ciudad más grande, como Barcelona o Madrid, deberíamos cambiar de trabajo y dejar los estudios para afrontar los precios más elevados”.

Ana y Guille «Nos han negado algún alquiler porque somos jóvenes»

“Nos mudamos a la ciudad desde Seròs hace un año y medio porque queríamos estar más cerca del trabajo y de la universidad. Estuvimos casi un año buscando piso, pero solo cuatro propietarios aceptaron una visita. Siempre hemos tenido que insistir mucho para que contesten y demostrar que tenemos estabilidad económica. En un caso, un propietario nos dijo directamente que no nos alquilaba su piso porque somos jóvenes y no somos responsables. Otra vez quedamos para ver un piso en el que ya había gente viviendo. Pagamos 500 euros al mes, lo que nos parece exagerado para una vivienda de 50 metros cuadrados, pero no teníamos otra opción. Unos amigos entraron hace poco en un piso igual del mismo edificio y pagan 600 euros, es triste”.

Eloy Rami: «No puede ser que una cosa tan básica sea tan inaccesible»

Este joven de Mequinensa comparte piso con dos amigos desde hace dos años y pagan 750 euros de alquiler. “Desde los 19 años que vivo en Lleida de alquiler y en 2018 pagábamos 450 euros, los precios han subido tanto porque estamos en una ciudad universitaria con mucha demanda por la gran cantidad de estudiantes de fuera”, dice este técnico de carreteras. Por ahora prefiere vivir compartiendo, ya que “un piso de dos habitaciones sale por 500-600 euros, para mí solo lo encontraría caro, pero si lo compartes la situación es muy diferente”. En este sentido, Rami apunta que “ahora un joven de 25 años que gane 1.500 euros no podría asumir un alquiler así si se le suman gastos básicos o el coche”, por lo que “debería ser obligatorio poner topes en el alquiler, no puede ser que una cosa tan básica sea tan inaccesible”. Concluye admitiendo que “ahora mismo si vives en Lleida y trabajas no vale la pena irse de casa de los padres para pagar 600 euros por un alquiler”.

Raquel: «Puedes vivir solo si únicamente aspiras a sobrevivir»

Raquel decidió vivir de alquiler hace 4 años tras lograr un trabajo fijo en Lleida. “Buscaba un piso de dos habitaciones por 400 euros, pero por este precio solo había de una y tras 4 meses buscando encontré uno por 430, pero ahora estoy pagando 475”, dice Raquel. Considera que, a día de hoy, “es prácticamente imposible independizarte solo y, si encuentras un piso de alquiler debes destinar la mitad de tu sueldo, ya que también está la luz, agua, gas e internet, por lo que para alimentación y gastos básicos no te queda ni la mitad del sueldo. Puedes independizarte, pero solo optas a sobrevivir, por lo que casi te obligan casi a compartir piso”, asegura. No se planteó comprar porque “si no tienes una entrada de mínimo el 20% del precio ni te lo planteas”. Por ello que vería con buenos ojos limitar el precio de los alquileres, pero “buscando un equilibrio entre el derecho a la vivienda digna y la libertad de mercado que requeriría algo más elaborado que un baremo genérico”.

El turismo reduce la oferta asequible en el Pirineo

El turismo creciente en el Pirineo supone una dificultad añadida para los jóvenes que buscan piso. El CNJC asegura que en las zonas turísticas hay especulación, las viviendas tienen precios más elevados y cuentan con un mercado de trabajo que precariza los sueldos, en especial los de la población más joven. Esta entidad considera que el hecho de que cerca de las pistas de esquí suela haber urbanizaciones o que se rehabiliten casas para que sean segundas residencias disminuye la oferta disponible. Además, añade que contratos son por temporadas, lo que hace que los jóvenes tengan difícil acceder a una vivienda.

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