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Una reforma que acabó con uno de los últimos monumentos franquistas de Lleida
La plaza Cervantes está ubicada en el lugar donde se encontraba la puerta de Boters de la muralla medieval, demolida en la segunda mitad del siglo XIX. Y a finales de ese mismo siglo, en esa zona se edificó la prisión provincial, un gran edificio de piedra que entró en servicio en 1895. Funcionó casi 70 años, ya que fue derribada en 1964 para dejar paso a la actual sede de la delegación de Hacienda. Poco después fue urbanizada la plaza Cervantes, que durante un tiempo acogió las atracciones de las Firetes.
Fue estrenada en 1974, cuando ya hacía cuatro años que se había construido un gran monolito en memoria de “los caídos por España” en la Guerra Civil.
El proyecto, redactado por el arquitecto municipal Lluís Doménech Torres, pretendía reflejar las ideas de calvario, sacrificio y de gloria para el vencedor, lo que deja claro su carácter franquista.
Tres décadas después, la Paeria planteó remodelar la plaza, inicialmente con la intención de construir un parking subterráneo. Este equipamiento no salió adelante, pero sí la reforma de la plaza para ampliar el área peatonal hacia la Rambla d’Aragó y derribar el monolito.
Las obras comenzaron en noviembre de 2008 y la nueva plaza, con casi el doble de superficie, fue inaugurada a finales de 2009. Uno de sus elementos característicos es la hilera de palmeras junto a la confluencia de Balmes y Rambla d’Aragó.