LLEIDA/LA SEU
La figura del ama de casa está desapareciendo de Lleida: solo uno de cada 16 leridanos en edad laboral se dedica en exclusiva al hogar
El acceso de la mujer al trabajo y los nuevos modelos familiares impulsan el cambio
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Tina Dawson / Unsplash
La figura del ama de casa está desapareciendo paulatinamente en Lleida tras haberse reducido a menos de la tercera parte en apenas medio siglo el número de personas que declaran dedicarse en exclusiva a los trabajos domésticos para convertirse en una ocupación en vías de extinción que a fecha de hoy ya no existe en seis de cada siete hogares.
“Cuesta llevar la vida laboral y tener la casa limpia y la comida en el plato”, explica Joan Ganau, profesor de Geografía de la UdL, quien se refiere a las transformaciones que se han dado en las últimas décadas en el día a día de los hogares como “el principal cambio social de los últimos años. Se trata de algo estructural, producto a su vez de otros cambios sociales y que la mismo tiempo genera más”.
Una de las principales transformaciones ha sido la tendencia a la desaparición de las amas de casa, una ocupación que en 47 años, de 1977 a 2024, ha pasado de ser desempeñada en exclusiva por el 30% de las personas en edad de trabajar a solo por el 6,2%.
En ese proceso que reflejan los datos de la EPA (Encuesta de Población Activa) el número de personas en edad laboral que declaran dedicarse en exclusiva a las labores del hogar en la demarcación de Lleida ha pasado de 77.000 a 23.700, en una evolución que no solo ha sido cuantitativa sino también cualitativa, con una creciente masculinización: esa ocupación ha pasado de ser exclusivamente desempeñada por mujeres a incluir más de una octava parte de hombres (12,9% en el Estado, 13,7% en Catalunya).
“Hay un aumento del número de hombres que se encargan de las labores del hogar, especialmente en el grupo de los de 55 a 64 años”, anota Ganau, que señala como causa el crecimiento del desempleo en esa franja de edad y el impacto de las prejubilaciones.
Junto con los cambios en las estructuras familiares y la extensión de nuevas formas de convivencia, uno de los principales motivos de la desaparición de esa figura es la incorporación de la mujer al mercado laboral: en 1977 trabajaban menos de 40.000 que no llegaban a suponer un tercio de los 135.000 ocupados, mientras el pasado diciembre sumaban 91.427, casi el 45% del total de 206.492.
“A partir del los años 60, en las generaciones más jóvenes, la mujer se incorpora con fuerza al mercado laboral, mientras las más mayores, que tenían como ocupación mayoritaria las labores del hogar, van envejeciendo y muriendo sin que se produzca su reemplazo”, explica el geógrafo.
Sin embargo, a la hora de analizar la menguante evolución del número de amas de casa es recomendable no obviar un factor como la tendencia a desvalorizar las tareas del hogar y las de los cuidados, es decir, del trabajo reproductivo, a pesar de que algunos estudios señalan que puede llegar a suponer casi el 40% del PIB.
“La economía no internaliza los costes de producción de esas tareas porque no se considera trabajo”, anota Ganau, que llama la atención sobre otro aspecto: “el trabajo doméstico tiene la situación más precaria del mundo laboral, algo que replica la desvalorización del trabajo en el hogar”. Eso ocurre pese a la creciente demanda por el aumento de la esperanza de vida, que hace que más gente requiera cuidados, y por haberse añadido la clase media-alta a la alta como empleadora.
Y a eso hay que añadir factores de método como el que hace que la clasificación como miembro de la población inactiva con las labores del hogar como dedicación fundamental se haga “por exclusión: si trabajas o cobras el desempleo no te dedicas a las tareas del hogar”. Eso no deja de ser otro síntoma de la desvalorización: “dos personas que se encargan de su casa y su nevera se consideran inactivas, pero si cada una se ocupa de las de la otra ambas pasan a ser activas. Hay una desvalorización de esa actividad”, remarca.
En Lleida hay, según el INE (Instituto Nacional de Estadística), 176.350 hogares y 23.700 amas y amos de casa: ¿qué pasa en seis de cada uno? ¿quién atiende los 152.650 en los que no existe esa figura? “Nos han engañado: cada hogar es distinto, pero, por lo general, para subsistir han de trabajar los dos miembros de la pareja, y después han de encargarse de la casa”, señala Joan Ganau.
«Ser ama de casa no es ser esclava de la limpieza»
Carmen Esau
56 años. Ama de casa
Carmen Esau es vecina de La Seu y con 56 años de edad y ella y su esposo, Óscar Rosell, tienne siete hijos de entre 13 y 25 años de edad. La mujer decidió dejar su carrera profesional como profesora de inglés cuando nació la primera de sus hijas. “Tuvimos los hijos muy seguidos, unos son adoptados, otros biológicos y también en acogida y para mí, lo de estar en casa para dedicarme a ellos ha sido siempre una vocación”, explica. “Lo viví en mi infancia con mi madre, una mujer muy creativa y que dedicó su vida a los hijos, y yo tenía claro que quería hacer lo mismo”, recuerda. Pero Carmen da mucha importancia al concepto que ella tiene de ama de casa, que difiere mucho de lo que habitualmente piensa la gente. “Yo no soy una esclava de la limpieza y no tengo intención alguna de dejar la casa como los chorros del oro, no”, “para mí, ser ama de casa tiene un sentido de creatividad, de manera de educar y de dedicar tiempo de calidad a la familia”. Añade que no es “una madre atada al 100% a mis hijos, sinó que también me permito mis momentos y si un día desaparezco y no estoy, no pasa nada, no me siento culpable”. “Esto lo hacía más antes cuando mis hijas mayores vivían en casa, pero ahora, con la pequeña, es más complicado”, reconoce. “Ahora solo viven con nosotros dos de los siete hijos pero la pequeña padece una gran discapacidad y nos necesitará siempre. Nos lleva mucho tiempo, por lo que tampoco sería viable volver a trabajar”, cuenta.