PARTIDOS CRISIS
Sánchez tira la toalla
Pierde el pulso ante los críticos, en una jornada bronca que deja un PSOE dividido y debilitado || El presidente asturiano Javier Fernández dirigirá la gestora hasta el próximo congreso
El hasta ahora secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, terminó ayer perdiendo el pulso contra los críticos que mantenía veladamente casi desde el inicio de su mandato y que estalló esta semana, con su anuncio de primarias inminentes y la posterior dimisión de 17 miembros de su Ejecutiva. En un último intento por sobrevivir, trató de sobreponerse forzando la votación de un congreso extraordinario, pero finalmente perdió este debate y anunció su dimisión, tras una jornada bronca, en la que la tensión entre las dos facciones en que queda dividido el partido fue máxima.
El Comité Federal se esperaba a cara de perro después de que los decibelios de la disputa fueran subiendo cada día y finalmente así fue. La reunión debía haber comenzado a las 9.00 horas pero durante casi 9 horas fue más el tiempo que sus miembros permanecieron en recesos.
El presidente asturiano Javier Fernández dirigirá la gestora del PSOE hasta el próximo congreso
La primera batalla fue la composición de la Mesa del Comité Federal, a la que durante los últimos días se le había dado mucha importancia y cuya presidenta, la secretaria general del PSOE de Sevilla, Verónica Pérez, se había erigido en la “única autoridad” en el PSOE.
Finalmente, cuatro horas después, la Mesa se constituyó con los miembros que ha tenido en este mandato, lo que otorgó una mayoría en la misma al sector de Sánchez: además de Pérez, estaban el histórico dirigente vasco Rodolfo Ares y la alcaldesa de L’Hospitalet, Núria Marín.
Pero lo hizo sin ningún avance político. Los afines a Sánchez y críticos discrepaban en tres asuntos: los ‘pedristas’ querían que pudieran votar los miembros que se mantenían en la Ejecutiva, y cuya legitimidad no reconocían los otros; que el voto fuera secreto y que lo que se sometiera al Comité Federal fuera la propuesta de celebrar un congreso extraordinario.
Mientras tanto, los críticos, liderados por la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, creían que la Ejecutiva ya no existía y, por tanto, no podía votar; defendían que había que hacerlo a mano alzada, como se hace siempre en estas reuniones, y que el sujeto de la votación fuera el dictamen de la Comisión de Garantías que daba paso a una gestora. Los dos ‘bandos’ aseguraban que tenían los apoyos suficientes para que sus tesis triunfaran y, de hecho, todos atribuían a los contrarios el temor a perder como causa del retraso de la votación.
El propio Pedro Sánchez aprovechó para lanzar una oferta: admitir a los 17 dirigentes dimitidos en la Ejecutiva e ir a un nuevo Comité Federal. Sin embargo, la oferta fue rechazada y el presidente de Aragón, Javier Lambán, le espetó que él ya no era el secretario general. Así terminó también un amago de debate, para el que incluso se llegaron a recoger peticiones de palabra, que superaban las 140. La propia Susana Díaz hizo un llamamiento a la calma y propuso votar el dictamen emitido por tres miembros –afines a ella– de la Comisión de Garantías, en el que se declaraba disuelta la Ejecutiva y se pedía crear una gestora, o bien convocar de nuevo a este órgano para que emitiera una opinión el conjunto de sus miembros.
La convocatoria de reunión socialista fijaba dos puntos del día: dar cuenta de la dimisión de los 17 miembros de la Ejecutiva y convocar el congreso en noviembre y las primarias a secretario general el 23 de octubre.
A priori, Sánchez contaba con un amplio apoyo entre los compromisarios de Catalunya, Madrid, Baleares, País Vasco, La Rioja, Cantabria, Murcia, Navarra y algo menos de Castilla y León. En contra, tenía a Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Asturias, Aragón y Galicia y más divididos estaban los delegados de la Comunidad Valenciana y de las Islas Canarias.