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Ortega Lara, llegando a su casa junto a su mujer tras ser liberado de su cautiverio el 1 de julio de 1997.

Ortega Lara, llegando a su casa junto a su mujer tras ser liberado de su cautiverio el 1 de julio de 1997.EFE

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La liberación de José Antonio Ortega Lara tras el secuestro más largo perpetrado por ETA puso a prueba al Estado y a la Guardia Civil en el pulso que la banda les echó convencida de que lo iba a ganar. No lo consiguió. A cambio, recibió un fuerte mazazo en el avance imparable hacia su derrota. Una liberación de la que ayer se cumplieron 20 años, como se cumplieron también de la de Cosme Delclaux. El secuestro de ambos coincidió en el tiempo con el del empresario José María Aldaya, que permaneció en cautiverio 341 días, el segundo encierro más largo de las acciones de ETA tras los 532 días que permaneció secuestrado Ortega Lara.

La perseverancia de la Guardia Civil fue clave según los responsables de la lucha antiterrista del cuerpo, porque, en principio, “no había elementos tangibles” que permitieran vislumbrar una resolución rápida del caso. Esto, unido al ambiente en el que se desarrolló el secuestro, la localidad guipuzcoana de Mondragón, nada afín a las actuaciones de la Guardia Civil y con una masa social que en esa época no reprobaba públicamente acciones de ETA de este tipo, la labor de los agentes se tornó aún más compleja. Pero ETA perdió esa batalla en un “mazazo” que la Guardia Civil asegura estuvo a la altura de las desarticulaciones de las cúpulas de ETA. La liberación de Ortega Lara y el secuestro y asesinato pocos días después del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco fueron un punto de inflexión para la banda, que no se esperaba la respuesta social que despertó ambos casos.

La Guardia Civil considera que la liberación de Ortega Lara fue la piedra de toque para el fin de ETA

No fue fácil dar con la pista que condujera hasta la nave industrial de Mondragón donde llevaron a Ortega Lara, al que escondieron en un diminuto zulo de madera. Fueron muchos días con los ojos puestos en una nave donde no se producían importantes movimientos, sin embargo, los investigadores tenían sospechas fundadas de que Ortega Lara podía estar allí. Cuando se decidió entrar en la nave, se preparó un dispositivo de 500 agentes coordinados por el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Movieron todas las máquinas hasta que dieron con una trampilla. Allí estaba Ortega Lara.

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