Miles de leridanos toman Barcelona en un ambiente festivo y familiar

Más de 150 autocares salieron desde Ponent dirección Barcelona y se notaron, vaya sí lo hicieron. Cuando la Guardia Urbana empezaba a cortar el tráfico, el tramo 406 se llenaba a medida que unas letras enormes que formaban la palabra “Independència” avanzaban por la calle Aragó. Un cartel y un cántico lideraba las letras: Linyola per la independència. En un inconfundible acento leridano se daba el pistoletazo de salida para que los manifestantes ocupasen la calzada. “Desde el año 2012 que llevamos estas letras gigantes, ya llevan muchas Diadas a cuestas, esperamos no tener que sacarlas más” dice la encargada de dirigir a las letras gigantes en su paso por la arteria barcelonesa. Coordinación, solidaridad y muy buen rollo. Con estos conceptos se podrían calificar lo que fue la movilización en el tramo leridano: gigantes bailando al ritmo de las grallas, castellers haciendo pilares y gente refugiándose en la sombra a la espera de las 17:14, la hora en la que saldrían las lonas reivindicativas desde los cuatro tramos de la manifestación. A la sombra de un seto y con el soporte de unas sillas plegables, Ramona Prats y Teresa Santandreu esperan la hora señalada. Estas ancianas de Juneda no han faltado a ninguna Diada con su cuadrilla desde 2012 y están convencidas de que ya no hay marcha atrás. “Cada vez que dicen algo desde Madrid se llena otro autobús para venir”, dice Ramona.

Un día en familia

Muchos fueron los leridanos que, con la excusa de la manifestación, hicieron un día en familia en la capital catalana. Los Farré Carnisser, de Rocafort de Vallbona, fueron una de ellas. “Nuestra hija mayor tenía un año en 2012, ha crecido con la Diada” dice su madre. “Ojalá esta sea el último 11 de septiembre reivindicativo para que pase a ser festivo”, decía el padre. Civismo, buen humor e ironía. Y los leridanos se volcaron en ello, una vez más.