EL CANDIDATOJUNTSXCAT
Josep Maria Forné: «Cuando un Estado pierde la autoridad recurre al autoritarismo»
Es de los que toman partido. Josep M. Forné ha sido director del Màrius Torres, presidente de Òmnium-Ponent, responsable del Banc dels Aliments... Finalmente, dio el salto a la política. Primero, como director de los servicios territoriales de Benestar Social, después como cabeza de lista de JxS y, ahora, de JxCat.
Encabezó como independiente la lista de Junts pel Sí por la excepcionalidad del momento. Ahora, ha vuelto a dar un sí al proyecto de Puigdemont. ¿Por qué?
Porque estas elecciones todavía son más excepcionales y no podía quedarme al margen. Son unas elecciones que parten de una ley que anula el autogobierno de Catalunya y que tendrán lugar con el presidente legítimo del país en el exilio junto a cuatro consellers y con el vicepresidente Junqueras y el conseller Forn encarcelados, al igual que los líderes de Òmnium y la ANC. Es la anormalidad absoluta.
¿La campaña también ha sido atípica?
Totalmente. Para empezar, los objectivos no son los clásicos. Ni siquiera te pregunta nadie por el programa electoral porque todos somos conscientes de que estas elecciones son para decidir si damos cobertura al 155 o nos autogobernamos. Parece que España solo sabe recurrir a la vía judicial para solucionar los problemas de Catalunya, y ya hemos visto a dónde lleva esta vía. Por eso fue tan acertado que Puigdemont se trasladara a Bruselas, al corazón de Europa, junto a cuatro consellers. Ha sido una manera de dar visibilidad internacional al conflicto.
Pero la Unión Europea no parece dispuesta a mojarse, ni después de la manifestación del 7 de diciembre.
Europa nos ha decepcionado, es cierto. Pero no debemos olvidar que ahora hay una carpeta abierta en la UE, y que si no hubiera sido porque el mundo nos miraba, la brutalidad policial que sufrimos el 1 de octubre podría haberse repetido. Ahora deben contenerse.
La candidatura de Junts per Catalunya se presentó en Bélgica. ¿Cómo vio a Puigdemont?
Me impresionó ser consciente de que es una persona amenazada. Lo vi afectado, lógicamente, por la dureza de estar distanciado de su familia. Pero a la vez, con muchas ganas. Como si la afectación fuera un revulsivo. No es un hombre hundido, todo lo contrario. La adversidad que le ha tocado vivir lo ha hecho más fuerte.
¿Qué se vota el 21-D?
Nos jugamos mucho. Hay que demostrar con los votos que los últimos meses de actividad parlamentaria no fueron fruto de ninguna locura, sino que respondieron a un mandato electoral. Se podía haber hecho mejor, seguro. Siempre pueden hacerse mejor las cosas. Creo que a los soberanistas nos faltó explicar los muchos condicionantes que teníamos.
¿El referéndum pactado es una condición sine qua non para avanzar?
El diálogo es la herramienta política por excelencia y nunca debe ser apartado. Y el referéndum pactado sería la máxima expresión de diálogo... pero hacen falta dos interlocutores. O más. Un referéndum pactado es un indicativo de la debilidad o la fortaleza de un sistema democrático, y España no está dispuesta a autorizarlo. El papel de la Unión Europa tarde o temprano será determinante para que se acepte el resultado de la voluntad mayoritaria del pueblo. Sea la que sea.
¿Se puede ganar la independencia en las urnas sin referéndum?
Nunca podremos aspirar a reformar la Constitución, por ejemplo, porque la mayoría catalana siempre será una minoría dentro del Estado. Pero cuando esa minoría en el conjunto de un Estado es la mayoría de un territorio surge un conflicto político. Es lo que ha pasado en Catalunya. Por eso tenemos derecho a la autodeterminación. Es cierto que es un derecho que surgió en los cincuenta y los sesenta para que las colonias pudieran independizarse de la metrópolis. Y no es nuestro caso. Tampoco somos un pueblo indígena. Pero todas las normas evolucionan y es por ello que el derecho a decidir también se reconece a las minorías estructurales, a las naciones que nunca podrán aspirar a ser una mayoría dentro de su propio Estado, como Quebec o Escocia. El problema es que España no nos reconoce como sujeto político. Y de ahí surge la absurdidad de permitir el independentismo como idea política, pero impedir llevarla a la práctica. Y aquí estamos.
Para hacer más evidente esta mayoría, ¿hubiera sido preferible la lista única?
La lista única hubiera favorecido la concentración del voto y hubiera permitido la visualización del voto soberanista en el exterior, pero no fue posible y llegados a este punto es justo admitir que la lista del presidente es lo más parecido a una candidatura unitaria: es muy transversal.
¿Las encuestas le quitan el sueño?
No, yo creo que solo indican tendencias. Y parece que el voto soberanista será mayoritario. Si el bloque independentista consiguiera más del 50% de los votos sería una victoria incontestable. Ya que no nos dejan contar votos en un referéndum, tenemos que hablar de bloques. Estamos nosotros, con el presidente como gran activo, y están los del 155.
¿Las estructuras de Estado existían?
Se había trabajado mucho en ellas... Pero la amenaza de represión fue muy fuerte. El Estado nos sorprendió el 1 de octubre con una violencia que no puede justificarse de ningún modo, porque cuando un Estado recorre a la violencia para imponerse es que ha fracasado. Ha convertido la autoridad en autoritarismo. Y además fue una violencia ejercida en un contexto de civismo y compromiso. No había incidentes, todo lo contrario. Sentías orgullo al pasear por los colegios electorales y ver el ambiente que se respiraba. Costará recuperar la confianza en un Estado capaz de atacar a la gente que pacíficamente quería votar.
¿Al Estado le ha pillado por sorpresa la efervescencia del movimiento independentista?
Parece que sí, y es inexplicable, porque se gestaba desde hacía muchos años. La manifestación del 10 de julio de 2010 contra el recorte del Estatut, en la que participé activamente desde Òmnium, demostró que la sociedad iba por delante de la política. El lema ‘Som una nació, nosaltres decidim’ se quedó muy corto. Fue un punto de inflexión.