SEGRE

REPORTAJE

Barcelona, ciudad abierta

Barcelona encara unas decisivas elecciones en clave catalana que dirimirán si por primera vez un partido abiertamente independentista es el más votado en la capital en unas municipales.

La “guerra” del taxi, que sigue latente, provocó graves problemas de movilidad en Barcelona en enero.

La “guerra” del taxi, que sigue latente, provocó graves problemas de movilidad en Barcelona en enero.PSC

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Si se cumplen los pronósticos, un puñado de votos decidirán el vencedor de las elecciones municipales en Barcelona. Los primeros espadas en esta brega son Ernest Maragall (ERC), un veterano de la política con cuatro décadas de experiencia en el sector, y Ada Colau (BComú), una activista contra los desahucios reconvertida a alcaldesa de la ciudad condal en 2015. Paradójicamente, en la capital catalana el pasado año hubo una media de diez desahucios al día, según datos de la PAH, plataforma que lideró. Ahora bien, esta es ocasión de ir con seny de bèstia vella y no descartar otras quinielas por dos buenas razones. Por un lado, las encuestas han fallado en los últimos años más que una escopeta de feria, con honrosa excepción de las que pronosticaban una victoria socialista el 28-A con descalabro histórico del PP. Por otro, la victoria en las urnas no garantiza el sillón de alcalde. Es aquí cuando entran en juego los pactos postelectorales. Colau, que triunfó hace cuatro años, se ganó el favor de los concejales de ERC, del PSC y de un edil de la CUP para ser investida. Ahora parece poco probable que dicha suma se repita porque mientras la segunda de a bordo de Junts (la marca local de JxCat), Elsa Artadi, cara visible y voz de la candidatura de Joaquim Forn, silenciado tras los muros de Soto del Real, insiste en que “si no quieres que continúe Colau, no votes a Maragall”, el alcadable republicano replica que “he venido a sustituirla”. Mientras, Collboni se descarta para cualquier atisbo de tripartito al estilo de los que desbancaron a la todopoderosa CiU de la Generalitat entre 2003 y 2010. Sólo la CUP, con Anna Saliente a la cabeza, no se cierra a pactos con Colau pero sin “cheques en blanco”. Aun así, todo apunta a que sus votos no bastarán. Y seguro que los que le resten por lograr no le caerán ni de las filas de Manuel Valls (Cs) y ni de las de Josep Bou (PP), ni de las de Forn. Pero si a Colau le acecha un temps de vaques magres, a Maragall se le presenta un bocí de mal pair a la caza de aliados. El cuerpo a cuerpo de ERC y Junts no augura la reedición de la coalición que gobierna la Generalitat en el edificio de enfrente de la Plaça de Sant Jaume. En definitiva, Maragall tendría que hacer migas con Colau si quiere sentarse en la butaca que su hermano Pasqual ocupó entre 1982 y 1997. Quienes parece que no la ostentarán son las caras visibles del unionismo en la ciudad. Los socialistas se anotarían algún concejal más, pero nada comparable con el repunte de las generales. Valls mantendría el resultado obtenido por Carina Mejías. Bou pelearía por aguantar los 3 ediles de Alberto Fernández-Díaz. Y además, la incógnita de cuántos votos irán a parar a la lista independentista de Jordi Graupera o la de los ultras de Vox. En la madrugada del domingo 26, treurem el gat del sac. Mientras, únicamente podemos fer tentites ante una de las encrucijadas que plantea esta cita electoral. ¿Será Barcelona capital independentista?

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