BALANCE JORNADA DE REFLEXIÓN
Una campaña descafeinada
La más corta, la más agria y la más descafeinada. La campaña que ha precedido a las elecciones generales que se celebran mañana, las cuartas en cuatro años, ha tenido a Catalunya en el punto de mira de todos los candidatos.
Solo ha durado una semana, la mitad de lo habitual. Y, por una vez, las farolas de las principales calles no han sido colonizadas por las fotos de los candidatos. Pocos carteles electorales se han visto en Lleida y pocas visitas de líderes estatales se han recibido, por no decir ninguna. De hecho, ni siquiera han venido los número uno por Barcelona del PP, Cs o Vox. Tampoco del PSC, aunque en este caso hay que tener en cuenta que la candidata, Meritxell Batet, ha tenido que anular todos los actos por prescripción médica. Ha sido una campaña descafeinada, la cuarta en solo cuatro años. Y eso que ha coincidido con la tormenta política en la que derivó la sentencia del Tribunal Supremo que condenó a un siglo de cárcel a los líderes independetistas juzgados por organizar el 1-O. De hecho, Catalunya ha estado en el punto de mira de todos los candidatos. Este trasfondo político se ha traducido en la acidez de los debates. Tanto el candidato de ERC, Gabriel Rufián, como el de En Comú Podem, Jaume Asens, llegaron a pedir perdón tras el debate a ocho organizado por TV3 por el “espectáculo lamentable”. En este debate tuvo lugar una de las meteduras de pata más comentadas de la campaña, cuando la candidata de la CUP, Mireia Vehí, acusó a Rufián de haber acudido a la boda de la hija de un alto cargo de La Caixa. El líder de ERC le dijo que se equivocaba, pero ella insistió en que lo había visto en Twitter. “Mireia, te equivocas. Te estoy ayudando”. Pero Vehí no atendía: “A mí no me salves la vida. No me interrumpas”. Rufián vaticinó: “Cuando llegue la publicidad no sabrás donde meterte”. La representante de la CUP se lo tomó muy mal. “¿Me estás amenazando en directo?” Y al volver de la publicidad todo fueron disculpas. Más grave fue la del presidente en funciones, Pedro Sánchez, que alardeó de controlar a la Fiscalía. Todos los partidos y las asociaciones profesionales de fiscales se le echaron encima y, aunque recibió el apoyo de la vicepresidenta Carmen Calvo, tuvo que dar marcha atrás. El otro protagonista fue Lucas, el cachorro de Albert Rivera, que se sacó no un as, sino un panot de la manga en el debate a cinco de los presidenciables.